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OPERACION BORGIA

Iba la CIA a envenenar al canciller nicaraguense? La siguiente fue la versión publicada por los nicaraguenses sobre el posible complot.

18 de julio de 1983

El Benedictine es una bebida noble, de arraigadas tradiciones conventuales, que nació para ser gustado en la paz de los claustros, antes que en los avatares de una guerra. Pero, en estos tiempos que corren, ya no se puede confiar ni en ese seráfico néctar. Sobre todo si el licor de los frailes benedictinos es usado como excipiente encubridor del talio, un siniestro veneno mineral que comienza a matar a los diez días de haber sido ingerido y no deja rastros orgánicos.
El lunes 6 del corriente, el Benedietine, el talio y la CIA se dieron cita en Managua para producir uno de los escándalos diplomáticos más resonantes de los últimos tiempos y desvelar los entretelones de una brillante maniobra de contrainteligencia.
La botella envenenada estaba destinada al padre Miguel D'Escoto. canciller de Nicaragua; los expertos envenenadores fueron tres agentes de la CIA que encubrían sus reales actividades bajo la inmunidad diplomática y el vehículo para llegar al funcionario sandinista fue la joven Marlene Moncada, una empleada del ministerio de Relaciones Exteriores, supuestamente reclutada por la inteligencia norteamericana, pero leal -en realidad- a la Seguridad del Estado sandinista.
Las consecuencias políticas de la frustrada operación -que bien pudo llamarse "Borgia" por sus obvias reminiscencias- fueron gravísimas: los tres funcionarios de la embajada norteamericana implicados en el hecho fueron expulsados en forma fulminante; la respuesta de Ronald Reagan estuvo a la altura de sus antecedentes: 21 diplomáticos sandinistas debieron abandonar EE. UU. en 24 horas, se cerraron seis consulados y 50 mil nicaraguenses se quedaron sin asistencia consular. Muchos observadores especularon con la posibilidad de una ruptura de relaciones, pero tanto EE.UU. como Nicaragua ratificaron su voluntad de mantenerlas.
MARLEN SE CONVIERTE EN "MIREYA"
SEMANA tuvo acceso al voluminoso dossier que el lunes 6 hizo público el Jefe de la Seguridad sandinista, comandante Lenin Cerna, dialogó brevemente con la protagonista y hasta pudo comprobar directamente una de sus denuncias, luego de una sucinta investigación en la ciudad de México,
Con todos estos elementos pudo reconstruirse la alucinante experiencia de Marlene-Mireya, la agente doble que estuvo infiltrada en la CIA durante dieciseis meses. Esta es la historia:
Marlene Moncada es una muchacha morena, de 25 años, atractiva, que en 1979 fue enviada por la diplomacia de su país a trabajar como secretaria consular de la embajada nicaraguense en la conflictiva Honduras.
Por sus propias funciones se fue vinculando con ese maremágnum de exiliados, autoexiliados, empresarios frustrados y ex guardias nacionales que componen mayoritariamente la colonia "nica" en Tegucigalpa.
Así conoció a dos compatriotas -"la señora Terry Castillo y el señor Samuel Benavides"- de quienes se hizo bastante amiga. Estos, a su vez, le presentaron a otro paisano, Luis Rodríguez, quien comenzó a "sondearla" sobre la explosiva situación centroamericana. Rodríguez no tardó en confesarle que era agente de la CIA y le propuso reclutamiento. La muchacha simuló considerar seriamente la proposición, pidió tiempo para responder y consultó a sus superiores, quienes de inmediato le aconsejaron "seguirle la corriente" al tal Rodríguez.
En esos meses, la flamante espía fue instruida en toda la gama jamesbondesca de procedimientos sofisticados que emplea la CIA. Aprendió a transmitir y recibir por radio, escritura secreta, revelado, etc. También le dieron una libreta de apuntes cuyas hojas -en caso de apuro- se pueden mascar como un chicle.
Pasó momentos feos -por ejemplo cuando le aplicaron un detector de mentiras- pero salió airosa de todas las pruebas, a tal punto... ¡que sus jefes la felicitaron! .
EL COMPLOT CONTRA D'ESCOTO
Todo iba sobre ruedas hasta que Marlene-Mireya le anunció a su jefe "Bobby" que iba a ser trasladada a Nicaragua. "Al comienzo se puso nervioso, pero después me dijo que en los próximos días iba a llegar a Managua una persona que me atendería".
Por esas fechas, "Mireya" pasó a recibir instrucciones de "Linda" (en realidad, Linda Pfeifel, quien integraría luego el trío de diplomáticos expulsados).
Linda la instruyó acerca de su nueva misión: relacionarse con el canciller. La Pfeifel quería conocer (después se vio por qué) los hábitos de D'Escoto hasta la minucia: "qué comía, qué bebía, qué fumaba".
Dentro de dos estatuillas le embutieron las claves para los mensajes cifrados que iba a recibir en un Sony poderoso y sofisticado, que parecía un simple receptor comercial. Los mensajes llegaron, efectivamente, los martes y los jueves, a las once de la noche, en dos frecuencias: 9.074 y 14.421. Ella, por su parte, debía enviar sus informes al apartado aéreo 19-635 de la ciudad de México, a nombre del señor Felipe Castro Torres.
La Seguridad del Estado fue sospechando que el canciller era uno de los blancos próximos de la CIA, pero esas sospechas se confirmaron merced a un viaje que "Mireya" hizo a Tegucigalpa el 30 de marzo pasado. Allí, Mr.Johnson le anunció que pronto se daría "un paso importante para la liberación de Nicaragua " y que, en ese "paso ", ella jugaría un rol destacado.
En la casa de El Almendro Johnson discurseó abundantemente contra el sacerdote-canciller, alegando que "usa la sotana para meter el comunismo en Nicaragua" y anunciaron que proyectaban eliminarlo. La cara de Marlene -pese al fingimiento- debió resultar expresiva, porque el agente se apresuró a aclararle que no se trataba de asesinarlo sino de darle a tomar algo para "disminuirle sus capacidades psicológicas".
Tras el "speech" vino la propuesta: si ella le pasaba una botella de licor al ministro, le depositarían 5.000 dólares a su nombre en una cuenta del extranjero. "Nosotros no fallamos -se ufanó Johnson- somos expertos".
Marlene regresó a Managua y el 31 de mayo recibió por radio el siguiente mensaje cifrado: "Mensaje número cuatro x He recibido tus cartas números siete y ocho también número nueve x. El cuatro de este mes a las siete de la mañana repito el cuatro de este mes a las siete de la mañana debes dirigirte del restavrante Aragón dos cuadras abajo x Ahí hay un poste amarillo de madera y al lado en un cubo viejo un paquete conteniendo la botella de vino que te habló Bobby x Guárdala espera oportunidad x No te desesperes x En el palo a la altura de cintura debes poner raya con tiza x saludos x Linda Cristal x FIN FIN FIN x".
EL DIA "D"
El 4 de junio, a las siete de la mañana, Marlene -aparentemente sola- se dirigió a buscar la botella de Benedictine (que la agente de la CIA denomina desaprensivamente como "vino"). Pero cada uno de sus pasos fue cuidadosamente registrado por cámaras fílmicas del ministerio del Interior. Después de tan barroco periplo -en verdad digno de ser filmado- la obesa agente Ermila Loretta Rodríguez cometió la imprudencia de citarse con "Mireya" en la capilla Calasanz de Managua. Y la mayor imprudencia todavía, de darle un mensaje a máquina, asegurando que el veneno no era mortal y que la intermediaria no correría ningún riesgo. Naturalmente, los lentes ocultos de la Seguridad registraron la escena.
Y esta se convirtió en la prueba más concluyente: Loretta había acudido a la cita en un Toyota, placas NS-KK227, ¡sorprendentemente alquilado a su nombre! (Realmente hay que convenir que esta buena señora aprendió su oficio de espía en un curso por correspondencia, o bien se sentía totalmente segura).
Entonces el lazo se cerró.
El canciller D'Escoto, en vez de tomarse una copa de Benedictine "cargado", decidió expulsar a Loretta, Linda y el jefe de las dos, el señor David Noble Greig Jr., formalmente primer secretario de la embajada, en realidad "station chef" de la CIA en Managua y un hombre con "curriculum". Tanto, que figura en el famoso "Who's Who in CIA" de Julius Mader, publicado hace quince años.
El comandante Cerna, por su parte, presentó a Marlene en una apasionante conferencia de prensa, donde se exhibieron las pruebas y se reveló la existencia de otro episodio similar, aunque de características no tan espectaculares: el del teniente del EPS, Jorge Roustán, a quien también "reclutó" para la CIA el abogado conservador Carlos Rodolfo Icaza.
Curiosamente, los diplomáticos expulsados -para quienes el embajador Anthony Quainton solicitó sin éxito un tratamiento "vip"- se despidieron de Managua con tragos y risotadas en el bar del aeropuerto. El señor Quainton dijo que habían representado "dignamente" al gobierno norteamericano y que las acusaciones eran "absurdas". Cuando un periodista le recordó estas declaraciones al Jefe de la Seguridad, el comandante Cerna protuso que se tomaran el Benedictine y luego le contaran.
Esa noche, esa misma noche, el cine "Hilda" de Managua exhibía la película "BLOODY MARLENE".
Ningún diplomático norteamericano quiso ir a verla.