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RONNIE POR ACLAMACION

La convención republicana votó una plataforma política tan derechista que sorprendió a los mismos delegados

24 de septiembre de 1984

En el mismo escenario de sombreros, botas de vaquero y riqueza petrolera donde J. R. Ewing controla su imperio, se dieron cita la semana pasada, en desarrollo de la convención del Partido Republicano, los delegados y personalidades de dicha colectividad para "elegir", dentro de una planificada ceremonia a su candidato a la presidencia de los Estados Unidos, el actual mandatario Ronald Reagan. El evento, que convocó a 2.235 delegados, un número igual de suplentes y más de 10.000 periodistas de todo el mundo, fue estructurado cuidadosamente para proyectar al electorado la imagen de un partido unido que se encuentra delirante de energía y optimismo tras la idea de la reelección. A diferencia de la reunión del Partido Demócrata hace cinco semanas, donde se detectaron opiniones encontradas, los convencionistas de Dallas se destacaron por su uniformidad tanto a la hora de aprobar el programa electoral del partido, como a la de nominar a Ronald Reagan. De hecho, hubo sólo dos convencionistas que se abstuvieron de votar por Reagan el miércoles en la noche cuando se oficializó la escogencia del Presidente como candidato para los comicios del 6 de noviembre.
La convención tuvo como objetivo principal robarle a los demócratas la atención de la que han disfrutado desde que la fórmula Mondale-Ferraro se hiciera realidad. Gracias al cubri miento intensivo que realizaron las tres cadenas de televisión, los republicanos dispusieron de un escenario ideal para enviarle a toda la nación el mensaje de que las cosas están bien y que son las ideas conservadoras las que "han puesto al país de pie". La revelación de las últimas encuestas, según las cuales el tiquete Reagan Bush aventaja por más de 10 puntos a los demócratas (hay encuestas que elevan esa diferencia hasta 20 puntos), produjo la más completa euforia en Dallas, ciudad opulenta que con sus Cadillacs, sus vaqueros y su petróleo, sirvió de perfecto marco para las ideas republicanas.
En semejante ambiente, no fue extraño que el ala más conservadora del partido lograra obtener una victoria al imponer sus ideas ultraderechistas y colocarlas en la plataforma reeleccionista. La figura de lo sucedido fue, sin lugar a dudas, el representante a la Cámara Jack Kemp, quien es uno de los más serios aspirantes a la nominación en 1988 y quien, al frente de una serie de politicos jóvenes, le ha dado vida a lo que se llama la "nueva derecha", la cual tiene puntos de vista más radicales que el mismo Ronald Reagan. Si bien el programa republicano no es de carácter obligatorio para el candidato, su tono sí refleja claramente el giro que han dado las condiciones políticas en los Estados Unidos. En materias de politica interna se defienden los valores tradicionales: derecho a orar en las escuelas, ataque al aborto, propósito de no aumentar los impuestos y limitar la acción del gobierno, y apoyo a la idea de incrementar los gastos en Defensa. En lo que hace a politica externa el documento es más extremista y difiere totalmente con la posición de los demócratas. Se impulsan allí los planes armamentistas, el apoyo a los "contras" en Nicaragua, que Reagan llama "luchadores de la libertad", el uso de instrumentos para "detener el expansionismo comunista propiciado por Cuba y Rusia" el regreso al patrón oro por parte del dólar, el apoyo a la autonomía de Hong Kong y Taiwan, el respaldo total a Israel en el Medio Oriente, así como ataques a Libia e Irán, y un voto de confianza a la OTAN, haciendo especial énfasis en la colocación de misiles en suelo europeo.
La promulgación de una plataforma tan radical no dejó de producir ampollas entre unos cuantos republicanos que se consideran moderados. Sin embargo, las voces de protesta fueron minimas en comparación al número de delegados que refrendaron el documento republicano. En el área específica de política externa, se consideró que la triunfadora fue la embajadora ante las Naciones Unidas, Jeane Kirkpatrick, quien pese a ser demócrata mantiene una visión muy conservadora del mundo y fue, quizá, la oradora más aclamada y exitosa de la convención.
El Presidente Reagan, por su parte, se limitó a tomar en serio a la convención sólo cuando llegó la hora de hacer propaganda. Convencido de que su nombre sería escogido, el mandatario arribó a Dallas hasta el miércoles anterior, una vez que se echó a andar el proceso de nominacion que lo eligió. Su hora de gloria llegó el jueves en la noche al proclamar su discurso de aceptación entre los gritos ensordecedores de la multitud y asegurar a los oyentes que su gobierno no cometería los errores demócratas del pasado. La solidez de la candidatura de Reagan contrastó ampliamente con el desorden en el campo demócrata, creado por los malentendidos de impuestos de la candidata a vicepresidente Geraldine Ferraro. Pese a que en una rueda de prensa el lunes anterior la Ferraro se defendió con habilidad y ganó puntos al reconocer que debía más de 50.000 dólares al fisco, producto de un error involuntario de ella y su esposo en sus declaraciones de renta, se considera que el escándalo le hizo perder a los demócratas el impulso y la ventaja que habían adquirido en tres semanas de intensa campaña. Además, los ataques que Walter Mondale hiciera a la administración desde Minnesota respecto a la situación del país, fueron olvidados rápidamente al conocerse que la tasa de crecimiento de la economía para el segundo trimestre del año llegó a 7.6% y que la inflación no pasará en 1984 del 4.0%.
La convención de Dallas resultó de todas formas ser el primer sitio donde se vieron escaramuzas entre los políticos que aspiran a ser los nominados por el partido en 1988. Amén de Jack Kemp, quien representa la nueva fuerza del partido, los observadores determinaron que el vicepresidente George Bush es la persona más opcionada para continuar la línea de Ronald Reagan, si éste es reelegido y su labor es exitosa. Una encuesta de un diario de Dallas reveló que 48% de los convencionistas apoyaban a Bush, 26% a Kemp y el resto a políticos como Howard Baker, jefe de la mayoría del Senado quien se retira del órgano legislativo a buscar la presidencia, Robert Dole, influyente senador de 61 años y su esposa, Elizabeth, secretaria del Transporte en la administración, quien refleja la esperanza de las mujeres que aspiran a que una representante femenina sea la candidata dentro de cuatro años. La única nube negra de la convención fue detectada dentro de los corrillos informales entre convencionistas y observadores en los corredores del centro de convenciones de Dallas, y hace relación a los prospectos de éxito de una segunda administración Reagan. Según se comenta, existe preocupación por las capacidades del Presidente frente a las posibles crisis que se puedan desenvolver dentro del próximo lustro.Como es ampliamente sabido, Reagan no se destaca por ser una persona especialmente trabajadora. De hecho, el mandatario no falla su siesta diaria y hasta ahora ha pasado más del 10% de su período tomando vacaciones en su rancho de California.
Por lo tanto, se desconoce si un Presidente que se retirará de su cargo en visperas de cumplir 78 años tenga la voluntad y las capacidades suficientes para afrontar los problemas que se presenten. Los comentaristas resaltan cómo, de triunfar Reagan, el próximo término va a ser mucho más difícil que el primero debido a la amenaza que representa el déficit presupuestal y la existencia de un Congreso hostil hacia los republicanos. Si bien el gobierno domina el Senado, es altamente factible que la mayoría republicana se pierda o quede maltrecha en las elecciones de noviembre y que la oposición aumente aún más su ya cómoda ventaja en la Cámara de Representantes.
Tampoco se sabe con exactitud si los Estados Unidos van a cambiar su postura internacional, después de los repetidos fracasos que ha tenido la Casa Blanca en el área. En lo que hace a los soviéticos, hay gente que afirma que éstos se verían más inclinados a buscar un acuerdo de limitación de armas al ver que continuará la actual administración. En cambio, es un misterio lo que piense Reagan tanto en ese aspecto, como en el de la situación centroamericana, a la luz de lo que pase en El Salvador y en las elecciones de Nicaragua. Si el clima de la convención permite hacer una proyección, se puede decir que no hay espiritu conciliatorio en los republicanos ni respecto al Kremlin ni sobre los movimientos revolucionarios en Centroamérica. De acuerdo a la plataforma escogida en Dallas, un comentarista soviético escribió que "Basándose en la fuerza y las camarillas reaccionarias, el equipo republicano se propone seguir dictando su voluntad a los pueblos que viven al sur del Río Grande. Bajo los efectos de la embriaguez chauvinista, los triunfadores de Granada no ven la realidad y ésta evidencia que a los pueblos amantes de la libertad de nuestro planeta no se los podrá hincar de rodillas de ningún modo".
Fuera de lo anterior, existe un gran interrogante respecto a la composición del gabinete presidencial. Según lo que se sabe, el actual jefe de staff de la Casa Blanca, James Baker, quien representa el ala moderada, ha declarado sus intenciones de retirarse y se rumora que su lugar podría ser tomado por gente de la línea dura como el juez William Clark, ex-asesor de seguridad nacional, quien es hombre de total confianza del Presidente. De la misma manera, no hay dudas sobre las aspiraciones que al puesto de secretario de Estado tiene el actual secretario de Defensa Caspar Weinberger, quien junto a Clark es de los más conservadores del gobierno. Si a estos posibles nombramientos se agrega la factibilidad de que Reagan delegue todavía más autoridad de lo que normalmente hace, es evidente por qué se palpaba preocupación en Dallas sobre la suerte futura del gobierno y de la nación norteamericana.