Home

Mundo

Artículo

SIGUE EL GORBASHOW

Sigue el Gorbashow Con grandes preparativos pero pocas expectativas, el mundo espera la visita de Reagan a Moscú.

20 de junio de 1988

Poca gente sabe de verdad lo que puede suceder cuando se juntan un piscis y un acuario bajo el signo de geminis, pero aún sin conocer el dictamen de los astros es posible atreverse a afirmar que la cumbre que comienza en Moscú este domingo 29 no va a dejar un gran legado para la historia.
Claro que eso no quiere decir que la cumbre vaya a pasar desapercibida. Las tres grandes cadenas norteamericanas planean emitir sus noticieros desde la URSS y bombardear a los televidentes con todo tipo de historias.
De hecho,tal vez el único resultado concreto de la cita lo vean los moscovitas que habitan cerca de las calles Vorovsky y Voyevodin, o los que utilizan la ruta que lleva al monasterio Danilov, sitios por donde van a pasar los Reagan. Al cabo de muchos años de espera, las vías estan siendo repavimentadas y decoradas. No es para menos. Es la primera vez en 14 años que un jefe de la Casa Blanca se asoma por Moscú a decirle hola a su contraparte del Kremlin.
Claro que hay gente a la que le hubiera gustado tener algo para mostrar. No obstante, las conversaciones sobre el recorte de armas nucleares estratégicas han resultado mucho más complicadas de lo que se esperaba. Los negociadores de ambas potencias no se han logrado poner todavía de acuerdo sobre los tipos de misiles que son negociables. A pesar del sorteo continuo de obstáculos (la semana pasada los Estados Unidos aceptaron que la URSS mantenga sus proyectiles móviles), es evidente que falta un larguísimo camino. Las trabas que se han presentado con la verificación de un tratado relativamente simple, como el de eliminación de los misiles de mediano alcance firmado en diciembre, están demostrando que el próximo pacto entre las dos potencias se demora.
Otro punto que eventualmente habría dado para ser tratado a nivel de cumbre, ya ha sido solucionado. El retiro de las tropas soviéticas de Afganistan se comenzó a efectuar la semana pasada, cuando el primer contingente de soldados pasó la frontera definitivamente. La salida del Ejército Rojo del país islámico había sido desde hace rato una espina que se interponía en las conversaciones entre Reagan y Gorbachov.
Obviamente eso no quiere decir que no queden cabos sueltos. Sin embargo, ninguno de estos es lo suficientemente largo para poder ser atado en la cumbre. Por el momento los diversos conflictos regionales en los que hay intereses de las superpotencias de por medio, están siendo negociados individualmente, tal como sucede en Angola o Nicaragua. Aunque esos temas, junto con el de los derechos humanos y el de las diferencias ideológicas, van a ser discutidos otra vez ahora en Moscú, no hay nada.que permita esperar un resultado sorpresivo.
Para el Presidente norteamericano el viaje a la URSS constituye una de las últimas oportunidades de asegurarse un sitio en la historia, a escasos siete meses de terminar su mandato. Afectado en los últimos días por el devastador libro de Donald Regan, el ex jefe de staff de la Casa Blanca, Reagan está tratando de demostrar que por más chistes sobre sus conexiones astrológicas y su supuesta falta de calificaciones, aún le queda materia de estadística. Por más dudas que se tengan sobre sus capacidades, es innegable que Reagan ha sido el gran arquitecto del clima de distensión que existe ahora entre Washington y Moscú. Los tiempos de la retórica anticomunista de comienzos de la década han pasado, y ahora el Mandatario norteamericano quiere demostrar que se puede ir hasta la cueva misma del oso soviético sin temerle.
A su vez Gorbachov necesita anotarse puntos en materia de política externa, si quiere mantener su puesto. A lo largo de los últimos meses, el secretario general del Partido Comunista Soviético se ha visto envuelto en una serie de escaramuzas con aquellos dirigentes que no creen en sus programas de glasnost (transparencia) y perestroika (reestructuración).
La hora de la verdad para el líder del Kremlin tendrá lugar a finales de junio, cuando tenga lugar en Moscú un congreso extraordinario del Partido Comunista, en el cual se debe definir la plataforma política del gobierno. El evento es considerado definitivo para la tesis de Gorbachov. Una derrota del número uno del Kremlin podría implicar un cambio de dirección drástico en la manera en que se quieren manejar las cosas en la Unión Soviética.
Por el momento, Gorbachov ha dejado en claro que tiene los hilos en control. El jueves pasado el líder de la URSS obtuvo que el buró político del PCUS adoptara oficialmente sus tesis para presentarlas a la consideración de 5 mil delegados de todo el país, en el congreso extraordinario. Calladamente, Gorbachov ha venido cambiando una serie de funcionarios de alto nivel, lo cual le debe asegurar los votos que necesita.
Con semejante riesgo, es indudable que Gorbachov piensa utilizar la cumbre para subrayar su imagen de líder soviético y convencer a los indecisos de que necesita su apoyo. Aunque todo hace pensar que se acabará imponiendo, la lucha no va a ser fácil. Los expertos han identificado a Igor Ligachev y a Lev Zaikov (números dos y tres del Kremlin, respectivamente) como los dos adversarios más fuertes de las reformas. Una serie de cartas de supuestos lectores, publicadas en los diarios más importantes de la URSS, han convencido a los observadores de que la polémica ideológica continúa. En marzo, una carta aparecida en el periódico Sovietskaya Rossia se constituyó en el manifiesto de los partidarios de la línea antigua. La misiva, supuestamente escrita con la bendición de Ligachev y Zaikov, se quejaba de los cambios y de las nuevas ideas sobre el "socialismo de mercado". Aunque el manifiesto fue rebatido en otra serie de cartas, el mensaje recibido por Gorbachov fue claro y dejó en evidencia que el apoyo que tiene no es, ni mucho menos, monolítico.
Todas esas circunstancias le hacen pensar a los observadores que todavia falta tiempo para que las reformas empiecen a ser sentidas por el ciudadano de la calle. Los reportes venidos de Moscú indican que los problemas de las colas para comprar bienes y la mala calidad de los servicios, siguen tan graves como siempre. El escepticismo de la gente sobre el éxito de las reformas continúa igual y existe la impresión de que muy pocos están dispuestos a quemarse la mano en favor de Gorbachov.
La atención de los medios de comunicación en la capital soviética es relativamente explicable. A pesar de las relaciones relativamente cordiales entre las dos superpotencias, la verdad es que nadie sabe con certeza la fecha en que un presidente norteamericano vuelva a Moscú. El cambio de inquilino en la Casa Blanca, implica que habrá de pasar un tiempo obligatorio antes de que se vuelva a escenificar la próxima cumbre.
Más aún, ciertos observadores en occidente han comenzado a preguntarse sobre si tanto encuentro vale la pena. A pesar de que tanto Reagan como Gorbachov pueden verse indirectamente beneficiados por su reunión en Moscú, hay gente que cree que una cuarta vez en dos años ya es demasiado.
En particular, existe el temor de que las cumbres se trivialicen o, peor aún, se presten para firmar acuerdos escritos a las carreras. Tal como dijera recientemente el semanario inglés The Economist "el problema con las cumbres es que conducen a la gente de buen corazón a esperar demasiado".