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TIEMPO DE MORIR

Confirmado el cáncer incurable de Duarte, los vientos de guerra soplan con más fuerza.

11 de julio de 1988

La noticia confirmó los temores de sus partidarios y se convirtió en un mentis para sus enemigos.
El presidente salvadoreño José Napoleón Duarte, que habia salido precipitadamente del país para recibir atención médica en Washington por una grave úlcera estomacal fue operado el miércoles en el hospital Walter Reed, donde los medicos le extirparon un tumor canceroso del estómago.

El anuncio de la intervencion quirúrgica calló a quienes, en ambos extremos del espectro político salvadoreño, habían llegado a afirmar que no había tal enfermedad y que la salida de Duarte era una maniobra norteamericana para permitirle abandonar el país mientras se organizaba un espacio político más favorable a los intereses de los Estados Unidos en El Salvador.

Sin embargo, el parte médico fue mucho más dramático de lo que se esperaba. Aunque se removieron tres cuartas partes de su estómago para extirpar el tumor, el hígado del presidente resultó invadido por la mortal enfermedad, y los médicos resolvieron dejarlo como estaba. Según los observadores, esa medida indica que el paciente tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Luego de la cirugía, el médico personal de Duarte, el doctor Benjamín Interiano, declaró que el tumor del hígado seguiría creciendo y probablemente produciría un desenlace fatal en cuestión de meses. Según Interiano, el presidente recibirá tratamiento con drogas para permitirle regresar a El Salvador en el curso de unas 3 semanas. Por su parte, el Hospital Militar Walter Reed, donde se realizó la operación, en un despacho de prensa anunció que "luego de la recuperación del presidente su enfermedad será tratada con quimioterapia".

Este anuncio fue recibido sin embargo con escepticismo pues los expertos en cáncer consideran que la quimioterapia tiene un efecto reducido en el cáncer del tracto digestivo, incluidos el estómago y el hígado, y que aun si el tratamiento tiene algún efecto, ello no significa que las posibilidades de supervivencia se incrementen.
La despedida de Duarte la semana anterior estuvo rodeada de los máximos honores, que acentuaron el dramatismo de la escena. Según un prominente político salvadoreño, el presidente no estaba en condiciones de caminar, pero lo logró "para mantener la dignidad de su cargo". Por otra parte, se supo que el viaje del presidente se pospuso al menos por dos días a pesar de que la gravedad de su enfermedad ya se había hecho evidente, debido a que quienes podían remplazarlo el vicepresidente Rodolfo Castilo Claramount y el primer designado Abraham Rodríguez, se encontraban fuera del país realizando visitas oficiales a Taiwán y Suecia, respectivamente.

Cuando se presentó la enfermedad, solamente permanecía en el país un sucesor legal, el miembro de la oposición René Fortín, y según reveló la fuente, "Duarte tuvo que arriesgar trágicamente su salud, pues no podía dejar un vacío ni un disidente en el gobierno del país".

Esa actitud ilustra muy bien la difícil circunstancia que atraviesa hoy El Salvador, a pesar de que la Asamblea Legislativa (congreso) finalmente pudo instalarse y los rumores de un golpe de estado se desvanecieron. Pero aunque el vicepresidente aparece firmemente instalado en el poder, la incapacidad para vencer a las guerrillas, las elecciones del próximo año, con el partido de ultraderecha Arena como seguro vencedor, y la confirmada enfermedad terminal del presidente Duarte, hacen que el panorama de la nación más pobre de Hispanoamérica siga poblado de negros nubarrones. --