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Daniel Pedrahita en concierto. Crédito: Mateo Rudd.

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El peregrinaje de Hermanos Menores

Hablamos con el artista Daniel Piedrahita para sumergirnos en Hermanos Menores, una de las propuestas sonoras más contundentes de la capital colombiana.

Juan Pablo Conto
3 de enero de 2018

Hermanos Menores fue una de las más gratas sorpresas que arrojó la capital colombiana en 2017. Con una propuesta netamente instrumental, en cada uno de sus conciertos han demostrado su capacidad para unir en un mismo rompecabezas lo atmosférico y armónico con fuertes descargas noiseras y disonantes. El grupo toma elementos del jazz, el post rock, el metal y del punk, entre muchísimas otras influencias, para llevarnos de la calma a la explosión de los sentidos. Es además una propuesta musical que quiere comunicar otras maneras de acercarse a la vida, a los espacios que habitamos y a la manera como nos relacionamos con lo que nos rodea, invitando a reflexionar sobre la ruralidad y lo urbano.

2017 fue un año muy activo para la banda, que además de ir soltando poco a poco los resultados de su trabajo, fue seleccionada para abrir uno de los días del Festival Jazz al Parque, en donde colaboraron con el clarinetista Marco Fajardo de Frente Cumbiero y de la Chirrimía Balsámica. Hace poco la agrupación estaba de gira por Cali, Pereira, Manizales y Medellín, y luego fue a la Sierra Nevada a visitar a los “hermanos mayores”.

Antes de que se acabara el año salió por fin el vinilo. Aunque en formato digital el álbum ya había visto la luz hace un tiempo, la agrupación capitalina lanzó en Asilo, en un bar de Bogotá, un objeto hermoso en el que participaron cuatro sellos y colectivos: Rat Trap, Festina Lente, Discos Cabeza, In-Correcto y Costa Records de Venezuela. La mayoría de estos ya llevan años entregándonos, desde la autogestión, propuestas que narran una historia paralela de la música que se está haciendo en el país. 

El 7 de diciembre, luego de las presentaciones del rock surreal de Tristán Alumbra y del noise rock de Opaal, Hermanos Menores lanzó un despliegue de talento contundente, en el que además de Daniel Piedrahita en la guitarra, Alejandro Solano en el bajo y Sergio Moreno en la batería, tuvo como integrante extra a Jerry Cevallos, un prodigioso baterista venezolano, recientemente nacionalizado en Colombia, que hace parte de la agrupación de punk experimental y cósmico Zeta.

Días antes del lanzamiento visité a Daniel Piedrahita en Rat Trap, esa casa que desde hace varios años lleva disparando gráfica y música hasta convertirse en un referente del punk en la capital. Como artista, Daniel está encargado de la gráfica de Hermanos Menores y en ese momento estaba terminando el trabajo en serigrafía que acompañaría al disco. Esto es el resultado de nuestra conversación.

Peregrinaje sonoro

Alejandro Solano y Daniel Piedrahita, los dos fundadores de la agrupación, hacían parte de Personal Devise: un cuarteto de metal que, sin cumplir con la estética estándar de esta escena, arrojó desde 2006 hasta 2015 un sonido trash muy potente con el que años más tarde terminarían girando por Venezuela junto a Zeta. Tras regresar de esa gira, el proyecto entró en una pausa y ambos músicos decidieron empezar a improvisar: “Estábamos en el rollo de tocar lento, hacia el stoner aunque arrancamos sin un concepto muy claro”, recuerda Daniel.

Estos dos músicos, sin embargo, se han acercado a una amplia gama de sonidos y nunca se han conformado con una estética específica: del metal pasaron al death metal, luego al hardcore, luego al trash, después al punk, al noise, más tarde al free jazz y después al jazz más tradicional, para llegar por último a la cumbia, la tropicalia y los sonidos más raizales de Colombia: “Empezamos quizás con las tradiciones menos enraizadas, pero es como un rastreo que se va haciendo. Es un peregrinaje a través de la música”, dice Daniel.

A finales de 2015, luego de algunas presentaciones, Piedrahita se fue a una residencia artística en Croacia, atraído por las particularidades de los países del otro lado de la Cortina de Hierro y por su aproximación al arte. A distancia compuso con Alejandro el que sería el primer EP de Hermanos Menores, Entonces vi dos medusas: una primera apuesta atmosférica que presentarían, tras el regreso de Daniel en agosto de 2016, en el marco de la muestra de experimentación sonora “De cielos y tormentas: el aguacero bogotano”.

Decidieron entonces invitar a Sergio Moreno, compañero de arte de Daniel en la Universidad Javeriana y baterista de Montaña, una banda bogotana de math rock, post rock y pop que también está abriendo camino dentro en los nuevos sonidos capitalinos. En ese momento, Hermanos Menores empezó a virar hacia a lo que conocemos hoy en día.

No definirse dentro de un género es una tendencia actual, pero quizás es algo fundamental dentro de la constitución misma de este proyecto: “Entendemos al grupo como una plataforma donde, navegando y peregrinando en los sonidos, encontramos cosas que nos llaman la atención. Buscamos el diálogo, el disfrute de tocar y el ritual de hacer sonar un instrumento”, explica Piedrahita. Aún así, podemos señalar algunos referentes musicales, como OHM, la banda de rock instrumental y jazz formada por Chris Poland de Megadeth; o Ahleucatistas, un proyecto de math rock, jazz, rock progresivo, avant garde estadunidense que tiene sonido único y poderoso, casi ritualístico.

La composición de su primer disco, Campoamalia, fue un proceso espontáneo e intuitivo: “Alguien llegaba con una idea melódica o rítmica, se ponía sobre la mesa y veíamos qué iba pasando. Por eso hay unos temas más agresivos que otros, pues dependía también de nuestro estado anímico a la hora de componer. Uno decía ‘necesito algo que me patee, o necesito bajarle a las revoluciones’”.

El resultado es una continua oscilación entre la calma y el caos, un collage donde todo se va fusionando de manera natural o que choca cuando quiere chocar. Planean seguir con esa exploración cósmica, ambiental y repetitiva, que puede tomar elementos de la salsa o el afrobeat, sin perder ese ruidajo y esa explosión que viene de su recorrido por el metal, el punk o el hardcore. Además, están preparando una colaboración con Las Hermanas, ese laboratorio experimental que partiendo de samples de acetatos de los años sesenta y setenta logra un sonido fantasmal e hipnótico.

Peregrinaje físico

El disco lo grabaron durante una semana en una finca en Subachoque. Fueron ocho días de retiro para componer con Andrés Gutiérrez como ingeniero de sonido. De ahí salió Campoamalia: un tributo al espacio rural, no solo colombiano sino en general. La idea de grabarlo en Subachoque va ligada a “la búsqueda de planos más grandes de emancipación y espiritualidad”, como dice Daniel.

Antes de la existencia de Hermanos Menores, los viajes ya eran algo fundamental para los dos fundadores de la banda. Además de la gira por Venezuela con Personal Devise y de la residencia que Daniel hizo en Croacia, juntos viajaron por el Putumayo, se bañaron en la cascada Hornoyaco y caminaron los valles de Sibundoy. También pisaron las faldas del volcán Azufral en Nariño, recorrieron la costa norte y el centro de Ecuador, solo por nombrar solo algunos destinos. El objetivo, salir de la la ciudad y buscar nuevos espacios y temporalidades. Y así, poco a poco, ir trayendo esa idea de peregrinaje a otras ciudades y a la capital.

Daniel explica que la arquitectura se convierte en referencias en el espacio, y para esto cita al filósofo e historiador Mircea Eliade quien habla de las peregrinaciones de la tribu Achilpa en Australia. Esta comunidad solía andar con un poste gigante y cuando encontraban un espacio para asentarse lo clavaban verticalmente. De ese elemento dependía el equilibrio del universo. “La ciudad luego empieza a tener postes más altos, postes más bajos; empieza a haber cables, conexiones, la gente se empieza a sentir más cómoda y los puntos de referencia empiezan a cambiar. Se forma otro tipo de hábitat”, explica Piedrahita.

Sin embargo para él en la ciudad todavía hay reminiscencias de ese espacio nativo. “Depende mucho de cómo se atraviesa el espacio. Y el espacio que uno habita es el espacio que uno transita”, dice Daniel. Para él es cuestión de dejarse “perder”, sorprender, quitarse la venda buscando inmediaciones entre los recorridos que hacemos entre un punto A y un punto B. Entre la cama y el trabajo.

Hace referencia a  Baudelaire y la manera como presenta la condición del hombre moderno a través del flâneur, un deambulante, característico de la cultura y literatura del siglo XIX en Europa. En palabras del poeta francés, se trata de un personaje que se alimenta de la multitud. Es un observador que participa del flujo y el reflujo del movimiento, teniendo la mundanidad como su hogar, la contemplación como hábito y el anonimato como principio. “Un caleidoscopio dotado de conciencia”, que más tarde retomaría el filósofo Walter Benjamin.

Es así como Hermanos Menores asume la ciudad, acercándose además a la ruralidad, pero sin una mirada bucólica: “Es entender dónde crecimos, entender dónde estamos y rendir tributo a aquel lugar de donde venimos, esa raíz”, explica el artista. Para él es cuestión de comprender la cotidianidad dentro de esquemas más amplios que nosotros, repletos de misterios que no necesariamente deben ser resueltos: “Es un tema de contemplación diaria y de no pretensión. De vivir”.

Peregrinaje plástico

Esta banda bogotana ha tenido una estética clara: “He buscado que sea también una extensión de mi trabajo como artista plástico y viceversa. No desvinculo una cosa de la otra a nivel conceptual, ni a nivel visual, estético o sonoro”, explica Daniel. Es una misma búsqueda, experimentando con las posibilidades de las técnicas, dejando que el soporte hable conforme las ideas van avanzando: “Es derivar y navegar con más dudas que certezas sobre lo que pasa a nivel plástico, dejándose afectar de lo que pasa a nivel sonoro. Como una reminiscencia la una de la otra”.

Para Piedrahita la búsqueda por la ancestralidad es una forma de desmarcarse y buscar otras maneras de vivir lejos de condicionamientos arquitectónicos, mercantiles, logrando una relación más directa con la tierra y con el espacio: “Por eso mi interés de andar recogiendo cosas terrígenas o plásticas que me encuentro en la ciudad”, dice.

Tiene como referencia lo que sucede desde el land art con artistas como Andy Goldsworthy. O Francis Alÿs y su obra basada en sus caminatas a través de la ciudad. O incluso las esculturas inorgánicas de Arcangelo Sassolino, en las que las máquinas cobran vida.

Su dibujo es inmediato, sucio, ruidoso y caótico. Más que ser complaciente busca, ser conmovedor, y utilizar la gráfica y las plásticas como una forma de documentar las experiencias en el espacio: “Estudié Artes porque sentía que era el oficio más honesto, aunque el mundo del arte igual está plagado de cosas horribles, de esnobismo y de lobby. Yo no sé hacer nada de eso, y por eso busco mantenerme en lo mío”, dice el artista. Para él es un asunto de desfogue con la materia y la exploración, un proyecto de vida transversal en los planos artísticos y culturales. Por eso es la autogestión y la creación del objeto, de lo plástico.

Peregrinaje en el tiempo

Peregrinar es afrontar tiempos diferentes, sumergirse en un devenir más incierto. “Me interesa el nomadismo, encontrar en nuestra condición de seres sedentarios grados de peregrinaje, por más mínimos que sean, y así salir de una rutina medio estéril. Me parece, por ejemplo, que el tiempo en el espacio rural transcurre de una manera diferente. Cuando anochece en la ciudad hay luces que prolongan la vida. Allá cae la noche y uno depende de las estrellas o de la luna. Las exigencias del espacio son otras”, explica el artista.

Para ejemplificar dicha mutabilidad, Daniel menciona a la artista Eulalia de Valdenebro, quien se aventuró a medir el tiempo de otra forma: “Ella encontró en una roca un girasol cuya sombra solo la daba el sol. Empezó un registro sobre la piedra y vio que el tiempo es muy irregular, muy diferente a la consciencia que tenemos de él. Sobre todo cuando aparecen esas inmediaciones o variables que afectan su transcurrir”, cuenta Piedrahita.

La idea para él no es pensar una vida totalmente al margen de las dinámicas en las que vivimos, pero sí lograr una aproximación más solemne con la tierra, entender la vida de otra manera.

“El ser humano es muy extraño. Es un maestro de la contradicción. Hermanos Menores es una búsqueda por las consecuencias de eso”, dice Daniel hacia el final de nuestra conversación. “Se trata de rendir tributo a quienes consideramos los verdaderos custodiadores de este territorio y de los territorios del mundo, a los hermanos mayores”.

Aquí puede oír el disco completo.