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"ACEPTO DEBATE EN T.V."

La redacción de SEMANA dialogo con el candidato liberal Virgilio Barco.

22 de abril de 1985

SEMANA: Doctor Barco, hay quienes consideran que su candidatura está estancada o incluso en declive, a tal punto que, según la firma encuestadora Consumer, aún siendo usted candidato único del liberalismo, podría llegar a perder las elecciones frente a Alvaro Gómez.
VIRGILIO BARCO: Esta pregunta tiene dos elementos. En cuanto a lo del estancamiento, no creo que sea un concepto que se pueda aplicar a una candidatura que, para limitarnos a lo sucedido la semana pasada, ha recibido la adhesión de dirigentes tan importantes como Gustavo Balcázar Monzón, Edmundo López, Gustavo Dáger Chadid, William Jaramillo, Pepe Castro, Germán Bula, José Ignacio Díaz-Granados, Edgardo Vives, Lucelly de Montoya y otros.
S.: Todo eso está muy bien. Pero, ¿por qué las encuestas dan esos resultados?
V.B.: Hay encuestas de encuestas. Existen las independientes y las contratadas. Estas últimas tienen por objetivo, a más de indagar ciertos aspectos de la opinión pública, crear e inducir esa misma opinión con los propios resultados de las encuestas. La firma a que usted hace referencia tiene un contrato con la campaña del doctor Gómez Hurtado.
S.: Entonces, ¿pone usted en duda la validez de la misma?
V.B.: No es eso a lo que me refiero. Pero lo cierto es que la encuesta se hizo cuando el doctor Gómez era considerado candidato único conservador y yo aún hacía parte del abanico de precandidatos liberales.
S.: Usted ha utilizado la expresión "yo aún era" parte del abanico. ¿Quiere decir que ya se considera el candidato del partido liberal ?
V.B.: Creo que las adhesiones hablan por sí solas y yo tengo que actuar con base en los hechos.
S.: Pero justamente, hablando del respaldo a su candidatura, usted ha enumerado una lista de jefes políticos tradicionales y eso es precisamente lo que le critican. Se dice que usted ha caído en manos del clientelismo y concretamente que el ex presidente Turbay es el dueño de su candidatura.
V.B.: En eso pasa una cosa muy curiosa. En mi campaña pasada se decía que yo contaba con el apoyo de sectores independientes, pero que carecía del respaldo de lo que llaman la maquinaria. Se suponía que entonces esa era la falla de mi candidatura. Ahora me están invirtiendo el problema, presentando como mi debilidad de hoy el que haya logrado obtener la convergencia de los dos sectores.
S.: Pero algunos creen que los independientes se los robó Galán con su candidatura en el 82.
V.B.: Pues eso vamos a verlo en las próximas elecciones.
S.: Las últimas declaraciones de Galán dan la impresión de que él puede encabezar una tercera fuerza y seguir hasta las elecciones presidenciales.
V.B.: Me parece que cometería un grave error. En Colombia las terceras fuerzas han tenido históricamente una vida efímera. Así ocurrió con el republicanismo de Carlos E. Restrepo, con el unirismo de Gaitán, con la Anapo de Rojas Pinilla y con el movimiento nacional de Betancur. En cambio las disidencias liberales, cuando han librado sus batallas políticas como tales, y así ocurrió con el propio Gaitán y con el MRL de López Michelsen, han logrado imponerse en su propio partido.
S.: Galán afirma que Gómez es un sectario disfrazado de moderado y que usted es un moderado disfrazado de sectario.
V.B.: Comparto plenamente sus apreciaciones sobre el doctor Gómez. El ha experimentado en los últimos meses una especie de metamorfosis en la cual han muerto 40 años de su anterior vida política y ha nacido un nuevo personaje, completamente aislado de su pasado. A este proceso de metamorfosis ha contribuido en buena parte la prensa liberal, que ha dejado de ser esencialmente una prensa de partido. En el afán de mostrarse objetiva e independiente, ha dado lugar a la legitimización de esa metamorfosis.
S.: Nos sorprende verlo sumado al coro de quienes se quejan del tratamiento que les da la prensa liberal, particularmente si se tiene en cuenta que usted es considerado el consentido de ella.
V.B.: No. Si yo no me estoy quejando. Solamente estoy registrando un fenómeno que, entre otras cosas, me parece sano.
S.: Usted está esquivando en su respuesta la acusación de que es un sectario liberal.
V.B.: Si ser un sectario liberal es creer en la tolerancia, en el pluralismo, en la convergencia y en la prensa independiente, entonces sí soy un sectario liberal.
S.: Ya que lo admite, ¿quiere esto decir, cuando usted afirma que los problemas no tienen partido pero las soluciones sí, que estaría dispuesto a desmontar el artículo 120 de la Constitución?
V.B.: El artículo 120 no hay que desmontarlo. Yo respetaré el derecho que la Constitución otorga a los partidos diferentes al liberal de participar adecuada y equitativamente en la composición del gobierno. Pero naturalmente, esa participación estará sujeta a la aceptación de un programa de gobierno que saldrá de las canteras ideológicas del liberalismo y que será adoptado por la convención del partido
S.: Aún cuando todavía no ha sido elaborado el programa, lo que más ha llamado la atención hasta ahora es el planteamiento formulado por usted en el seminario de Incolda de que los trabajadores deben tener participación accionaria en las empresas.
V.B.: Yo no he dicho "deben", el concepto es "pueden".
S.: Nos suena muy abstracto. ¿Podríá desarrollar esa idea?
V.B.: En este momento en Colombia existe un exceso de rigidez en la negociación de los pliegos de peticiones. El partido liberal tiene la obligación de propiciar nuevas fórmulas de conciliación y entendimiento. Esto no implica la imposición de medidas coercitivas para lograr este objetivo.
S.: Usted ha dicho que hay que reconstruir el país. ¿No le parece que este término es más apropiado para un país asolado por una guerra o por una catástrofe natural?
V.B.: Una catástrofe no tiene necesariamente que ser el terremoto de Popayán. En los actuales momentos, las instituciones tradicionales se han ido desquiciando en forma vertiginosa. Esto obedece a cambios históricos que se han ido produciendo en la estructura de la sociedad colombiana, pero sobre todo a la ineptitud del actual gobierno. En este momento el aparato del Estado está totalmente desbarajustado. Las finanzas públicas se encuentran al borde de la quiebra. El anhelo de la armonía social está más lejos que nunca. No hay modelo de desarrollo. Por eso la situación no está para simples ajustes sino para una reconstrucción.
S.: Usted no parece verle muchas cosas buenas a este gobierno. ¿Su posición crítica se extiende al proceso de paz?
V.B.: Estar en contra de la paz es estar a favor de la represión y ningún liberal puede estar a favor de la represión por la represión. Mi larga experiencia me indica que, siempre que sea posible, hay que usar el diálogo, el acercamiento y la buena voluntad, antes que la represión.
S.: Entonces, ¿no tiene usted críticas o reservas frente al proceso de paz del presidente Betancur?
V.B.: Tengo graves reservas. Me parece que ha faltado claridad. El presidente ha jugado con la ambiguedad y esto desafortunadamente ha dado lugar a malentendidos e inclusive a sospechas de acuerdos secretos que, válidas o falsas, han debilitado la credibilidad y el respaldo de la opinión pública en el proceso.
S.: ¿Qué aspectos de la política de paz conservaría usted y cuáles cambiaría?
V.B.: Durante mi gobierno habrá menos palomas, menos espectáculo y más decisión y voluntad de acuerdo.
S.: Eso suena tan ambiguo como las frases de Betancur.
V.B.: Al respecto, yo tengo una hoja de vida que no es nada ambigua. Participé activamente, durante la administración de Lleras Camargo, en el exitoso proceso de pacificación del país. Eran circunstancias muy diferentes, pero no menos difíciles. Yo no soy un advenedizo en estas lides, ni tengo que esconder mi pasado al respecto.
S.: El expresidente Lleras Restrepo asegura que hablar de apertura democrática es un absurdo, porque aquí ya se llegó a ella. ¿Está de acuerdo con él?
V.B.: Conceptualmente hablando, siempre habrá lugar para una mayor apertura democrática. El liberalismo ha venido haciéndola desde 1930 hasta el presente y no hay por que pensar que no se puedan alcanzar nuevas formas más elevadas de democracia en la medida en que las circunstancias lo vayan exigiendo. Creo que, en este punto, tengo un cordial desacuerdo con el ex presidente.

S.: Cambiemos de tema. Usted es considerado como pro-norteamericano. Este gobierno ha asumido una línea tercermundista más distante de los Estados Unidos de lo que se había acostumbrado en el pasado. ¿Cree que se justifca un replanteamiento de la política internacional, incluyendo la afliación a los No Alineados?
V.B.: Yo efectivamente tengo vínculos con los Estados Unidos. Tuve la oportunidad de estudiar en dos prestigiosas universidades: ingeniería en MIT y economía en Harvard. Luego, por razones de mi trabajo, residí varios años en Washington como representante de Colombia y otros cuatro países en la junta directiva del Banco Mundial. Posteriormente, fui embajador de Colombia ante el gobierno de los Estados Unidos, en dos administraciones liberales sucesivas. Conozco por lo tanto las virtudes y defectos de la sociedad americana. Pero la política internacional de Colombia no se puede basar en afectos ni en simpatías personales y mucho menos en el espectáculo de posturas rebeldes gratuitas. Esas relaciones sólo pueden basarse en el interés nacional y no en emociones transitorias.
S.: ¿Cuál le parece el mayor error de este gobierno?
V.B.: El mayor error es haberse inventado una fórmula que sirvió para hacerse elegir, pero no para gobernar.
S.: ¿ Y el mayor acierto?
V.B.: No sé si llamarlo acierto. Pero en todo caso la mayor virtud es que, no obstante el cúmulo de ineptitud y equivocaciones que hemos vivido estos tres años, nadie puede acusar al Presidente de ausencia de patriotismo o de haber actuado de mala fe.
S.: Y para terminar, resolvamos una curiosidad de la gente: ¿usted se enfrentaría con Alvaro Gómez en un debate televisado?
V.B.: No tengo ningún inconveniente. Pero en mi opinión, debería despertar más curiosidad no mi imagen que, buena o mala, es la misma de toda la vida, sino la del doctor Gómez, con su nuevo talante a lo Julio Iglesias.