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Aurelio odia las corbatas pero ya tiene siete de color amarillo. A la derecha aparece con los indígenas en Quinchía, Risaralda, donde pasó años difundiendo la izquierda democrática del Moir.

POLÍTICA

¿Aurelio?

El Polo sorprendió con su candidato a la Alcaldía de Bogotá. Este hombre de estratos altos, es sin embargo un radical de izquierda que, gane o pierda, se perfilará en un partido que necesita nuevas figuras.

27 de agosto de 2011

¿Quién será Aurelio? Esa es la pregunta que se hacen cientos de bogotanos que han visto la ciudad inundada de originales afiches amarillos con esa misma interrogación. ¿Un nuevo programa de televisión? ¿Un nuevo cantante? Ninguna de las anteriores: se trata de Aurelio Suárez, el candidato del Polo Democrático para la Alcaldía de Bogotá.

Pocos lo conocen, no causa alboroto cuando llega a los eventos y no marca en las encuestas. Hasta hace poco era más usual encontrarlo en una biblioteca que en la plaza pública. No le gusta el protagonismo y prefiere estar tras bambalinas como consejero y catedrático. Ha escrito siete libros, casi todos sobre economía, agricultura y su oposición al TLC. Es lo que llaman un ilustre desconocido. Pero eso está por cambiar. Según Margarita Vidal, quien lo describe como "uno de los más fogueados del Moir", es la próxima estrella del Polo. No es casualidad que todo el mundo en el partido haya estado de acuerdo sobre su candidatura.

Según sus copartidarios, Suárez es una de las personas que más conocen los temas económicos y sociales de la capital. Desde 2007, cuando aspiró al Concejo, creó el Grupo Bogotá, un colectivo dedicado a entender la ciudad. Además, dicen, es intachable y honrado: "La antítesis de lo que venía ocurriendo en Bogotá", según Carlos Gaviria, quien propuso el nombre de Suárez.

No muchos habrían aceptado la misión que le entregó el Polo: representar a un partido desprestigiado al que le achacan la culpa de la inseguridad, de los trancones y del cartel de contratación que llevaron a Bogotá a la peor crisis en su historia. Casi nadie le concede posibilidades de ganar.

"Es un lastre muy berraco", confiesa Suárez, que apenas le está cogiendo el tiro al trajín de la campaña. Reconoce que el Polo cometió errores, aunque se queja porque lo descalifican sin conocerlo. Y si bien se demoró en aceptar la candidatura porque pensaba postularse para el Concejo, accedió porque, como hombre de partido, "era lo que tocaba hacer". Dice que están jugando en un terreno desigual porque los problemas de Bogotá empezaron con Mockus y Peñalosa, y que está dispuesto a mostrar una mejor cara del partido, el único que permanece en la oposición ante el gobierno nacional. Está tan entregado a la causa que, aunque odia las corbatas, ya tiene siete de color amarillo.

Suárez piensa que puede superar el clima adverso con un trabajo persistente, no para ganar por knock out, sino golpe a golpe. Confía en que todavía quedan más de setenta días antes de las votaciones y estas se suelen definir en los últimos rounds. Uno de sus primeros golpes se vio en el debate de candidatos de SEMANA y RCN, cuando, en tono burlón y sarcástico, puso contra las cuerdas a Mockus: lo puso a escoger entre una pregunta fácil y una difícil y recordó que el profesor había renunciado a su anterior alcaldía, sin terminarla. Sabe que su fortaleza radica en sus ideas y espera mejorar en los debates y foros porque acepta que le falta expresividad y seguridad.

Suárez calcula cada paso. Su llegada a la competencia sorprendió a otros candidatos que daban al Polo por eliminado, y ese factor ahora juega a su favor: como no se esperaba nada del actual partido de gobierno, cualquier logro es una ganancia importante. Como dice una de sus asesoras: "¿Si el Polo está tan débil, por qué se empeñan en atacarlo?". Por otro lado, cuenta con la base social que ha creado el partido amarillo en ocho años de gobierno, con énfasis en programas sociales como la educación, la salud y los comedores comunitarios. El partido es fue rte en Bogotá: tiene tres representantes a la Cámara, diez concejales y cincuenta ediles. Y aunque la mayoría cree que Aurelio Suárez tiene todo en contra, lo cierto es que después de la crisis que trajo la suspensión de Samuel Moreno, Clara López cuenta con la aceptación de la mitad de los bogotanos. Con Aurelio Suárez, los polistas esperan demostrar que, aunque diezmados, están en la pelea.

Suárez, un tipo sonriente, delgado y elegante, no es el típico militante de izquierda. Es el último de siete hermanos: el consentido de una familia de prósperos comerciantes paisas que se radicaron en Bogotá. Su padre, Pepe Suárez, abrió una de las primeras bodegas en San Victorino, fue uno de los fundadores de Fenalco y también fue ganadero, con tres haciendas en Puerto Berrío. Sin mucha educación, llegó a comerciar hasta Japón y Estados Unidos solo con un diccionario de bolsillo. Su madre, Olga, tenía un kínder para niños pobres en el barrio La Culebrera y una escuela nocturna para los caddies del Country donde Aurelio dictaba clases de inglés. Cuando llegó el momento de escoger carrera, se inclinó por la Universidad Nacional, pero su madre se lo prohibió porque "se iba a volver de izquierda", y se matriculó en Ingeniería Industrial en los Andes.

Era la época del movimiento estudiantil, el sentimiento contestatario estaba a flor de piel y Suárez no podía estar más a gusto. Se matriculó en la izquierda por pura convicción ideológica, ya que su origen social -del que tampoco reniega- iba por otro camino. En la universidad conoció a las personas más importantes de su vida: a sus grandes amigos Jorge Robledo y Bernardo Rozo, y a su primera esposa. Desde ese entonces no se separa de Robledo y Rozo, hasta el punto que usó el mismo traje de matrimonio que el conocido senador y escampó unos meses en el apartamento de Rozo después de discutir con su mamá sobre sus inclinaciones políticas.

Después de la universidad, lo obvio habría sido convertirse en comerciante. Pero su izquierdismo se agudizó y junto a Francisco Mosquera -uno de los fundadores del Moir-, Robledo y otros se "descalzaron" y recorrieron el país para difundir el mensaje de la izquierda democrática. Aunque defiende con convicción sus principios políticos -algunos lo consideran sectario y radical-, nunca consideró que hubiera que acudir a las armas para luchar por el cambio. Vivió muchos años en el Eje Cafetero, donde recogió café y vivió con los indígenas. Más adelante se interesó por el tema agrario y la seguridad alimentaria. También le picó el bicho de la política y logró ser diputado de Risaralda y candidato a la Gobernación. Dentro de sus logros más memorables cuenta la experiencia del paro cafetero de 1995, que terminó con la condonación de la deuda de 120.000 caficultores.

En 2001 estuvo involucrado en la convergencia de tendencias de izquierda que dio pie al Polo Democrático y ayudó a Robledo en la campaña para el Senado en 2002 y 2006. Según este último, todas sus luchas las ha hecho "hombro a hombro" con Aurelio, a quien describe como "un hombre íntegro".

A pesar de su procedencia, o tal vez por ella misma, no es ambicioso ni cree en el poder como un fin. Está más a gusto en una plaza con campesinos y obreros que en elegantes cocteles en los clubes sociales. Es tan sencillo que no tuvo problema en hacer campaña en un Twingo ya que apenas la semana pasada le llegó el carro oficial. Es buen amigo de sus dos hijos, Santiago y Federico, con quienes comparte una pasión furibunda por Millonarios y la Selección de Brasil. Le encanta el bocadillo, la pasta, pasear por La Candelaria, oír salsa y leer a Balzac. Como buen tauro -nació el 3 de mayo de 1952-, es terco, inflexible, riguroso y acelerado.

Pero si hay algo que describe a Aurelio Suárez es que tiene el cuero grueso. Y seguramente esta campaña lo pondrá a prueba. Poco a poco espera ganar más seguridad y conquistar, uno a uno, a los electores. Está dispuesto a mostrar que vale la pena conocerlo. Según dice, "si la cosa es difícil, ya está hecha, y si es imposible, se hará".