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BATEMAN: ¿SI O NO?

No obstante las aclaraciones, la posición del M-19 Frente a la amnistía parece contradictoria.

27 de diciembre de 1982

Era en realidad la amnistía de Jaime Bateman. Los entendidos sabían que la ley de amnistía promulgada por el gobierno de Belisario Betancur no sería aceptada por todos los grupos guerrilleros, sino que sus posibilidades reales estaban limitadas al M-19 y posiblemente a un sector de las FARC.
Los representantes de su comando político en Bogotá habían fabricado la imagen de un M-19 ya semilegal, totalmente proclive a pactar con el gobierno. Ramiro Lucio, Andrés Almarales y otros altos mandos se habían vuelto "como de la casa" en los sectores políticos y en los medios de comunicación. Pasaban como Pedro por su casa de la cumbre en el ministerio de Gobierno a "Cita con Pacheco". Inclusive hubo miembros de la dirección del movimiento que llegaron a hablar de su participación en las próximas elecciones de mitaca y de sus planes políticos como partido legal en ciernes. El propio Bateman hizo declaraciones tan elogiosas del Presidente que más parecía hablando de un amigo que de un rival de guerra. Tal era el tono como hablaba el M-19 que la opinión pública, dando por hecho el fin de su etapa armada, ya especulaba con detalles como la forma en que se presentaría el Bateman amnistiado ante las autoridades. Su propia madre había manifestado entusiasmada en una entrevista que sería Santa Marta, su ciudad natal, la que tendría el honor de verlo entrar.
Pero de repente se cambió la película. Bateman, quien había invitado al periodista Juan Guillermo Ríos para una entrevista en la cual se presumía que hablaría de los términos de su aceptación, envió en cambio una carta al presidente haciendo público su rechazo a la amnistía. En tal documento el jefe máximo del M-19 caracterizaba la amnistía apenas como una etapa preliminar en el proceso de reintegro de la guerrilla a la vida civil, y enumeraba lo que él consideraba los requisitos definitivos. Las propuestas que hacia al gobierno incluían el cese del fuego durante un período de seis meses, las garantías de cumplimiento de esa tregua y un "diálogo nacional" entre el gobierno, la guerrilla y los sectores populares para negociar la paz.
EN FRIO
Aunque había elementos que no encajaban, como el asalto a Chía, la súbita negativa del M-19 sorprendió al país y generó desconcierto. No obstante el lenguaje cordial como estaba redactada la misiva, el hecho real era que parecía un desafío a los esfuerzos realizados por el gobierno y una inoportuna pirueta en el aire de último minuto. En algunos sectores se llegó a pensar que el M-19 --una vez garantizada la libertad de sus presos- le había "puesto conejo" al presidente.
Palabras más, palabras menos, todos los medios de comunicación expresaron este sentimiento. En un editorial El Tiempo calificó de "extravagante" la propuesta de Bateman; El Espectador la tachó de "treta inaceptable para el país y el gobierno"; la columnista María Teresa Herrán dijo que el M-19 le había estado "mamando gallo al país" y Daniel Samper, calificando de "autogol" la actitud del movimiento, expresó no saber "hasta donde los dirigentes guerrilleros, especialmente Bateman Cayón, han sopesado la decisión de rechazar la amnistía. Pero me parece que cometen un grave error político".
Puede decirse con certeza que, para el país, las perspectivas de paz se diluyen tras la negativa de los alzados en armas. Ahora, determinar si para éstos la decisión es o no un error, es cuestión dificil de evaluar desde afuera. En la entrevista concedida a Ríos, se señalan hechos como el problema del MAS, denuncias de "injusticia social", desigualdades salariales y situación de guerra campal en algunas regiones campesinas, cuya existencia es reconocida por muchos sectores. Se hace además una exigencia básica, de la tregua, o cese al fuego, que también es considerada una necesidad por la propia Comisión de Paz y por personalidades de la Iglesia como Monseñor Serna.
Hay inclusive un factor de carácter personal, que atañe a Bateman y que es desconocido por la opinión pública, pero que por sí sólo justificaria su actual posición: el dirigente máximo del M-19 de ninguna manera quedaría cubierto por la actual amnistía, pues es cabeza de proceso en el juicio por el asesinato de José Raquel Mercado delito considerado "atroz". Su pena es de 32 años.
La pregunta que salta a la vista es por qué hacen todas estas objeciones justamente ahora, después de que el gobierno, apoyándose en una serie de conversaciones previas, ha empezado a cumplir su parte en el compromiso. ¿Por qué no sostuvieron la actual posición tres meses atras, si la situación que denuncia estaba tan vigente entonces como ahora?
COMO CRISTO NOS ENSEÑO
En la entrevista que transcribe SEMANA, Bateman dice textualmente, según consta en la grabación: "Nosotros no nos acogemos a la amnistía ". El día de cierre de esta edición, llegó a la revista una declaración oficial del M-19, (ver recuadro), hecha con el objeto de aclarar "tergiversaciones de la prensa" sobre la posición del movimiento ante la amnistía. Empieza así: "El M-19 no ha rechazado la amnistía". Pero un par de párrafos más adelante prosigue: "¿porqué pretenden algunos sectores del gobierno de la gran prensa, que la guerrilla se acabe con la ley de amnistía? En ningún momento el movimiento guerrillero, y dentro de él el M-19 prometió finalizar su existencia con la aprobación de la ley de amnistía. ¿Qué pretendía la reacción?
De todo esto, no queda claro si sí, o si no. Como cualquier pacto, la amnistía requiere compromisos de parte y parte: sin embargo, el M-19 parecería dispuesto a aceptar los que conciernen al gobierno, pero decidido a aplazar el cumplimiento de los propios. A simple vista, la paradoja es similar a la que se plantearía si el gobierno, a último momento, dijera que otorgaba la amnistía pero que dejaba para después la liberación de los presos. De toda esta confusión, de la desautorización de Bateman a su comando político legal y del "si pero no" del M-19, aparentemente se perjudicó más la imagen del M-19 que la del gobierno.
En términos generales, el gobierno es percibido como el iniciador de un proceso serio y bien intencionado --y el M-19 es el primero en reconocer explicitamente que esto es así-- a quien la otra parte le habría fallado. Ante la opinión pública, las vacilaciones del M-19 tienen efecto de boumerang. El M-19, que en el pasado había demostrado mucho talento en el manejo de su imagen pública, se enfrentó en esta oportunidad a un rival del mismo calibre en la materia, Belisario Betancur.
Y el deterioro de su credibilidad e imagen parece ser problema menor ante la reacción violenta que pueden tener aquellos sectores del Ejército que siempre fueron contrarios a la amnistía, y que hoy posiblemente consideren que el aumento de exigencias revela la inutilidad de tratar de pactar con la guerrilla y consideren que tienen patente de corso para pasar a las vías de hecho.