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COLOMBIA ES UNA AMENAZA

El zar antidrogas de Estados Unidos, Barry McCaffrey, habló con SEMANA en <BR>Washington sobre la situación del país.

29 de marzo de 1999

SEMANA: ¿Qué viene después de la certificación?
Barry McCaffrey: Sí, hay un gobierno nuevo, y todos estamos felices. Durante el gobierno de Samper
era una situación muy rara, porque Samper y buena parte de sus principales funcionarios estaban
directamente implicados con dineros ilegales de la droga. Pero ahora con Pastrana y su equipo
tenemos confianza de que no serán seleccionadas personas que se consideren deshonestas para las
posiciones claves. De esto se deriva nuestra posición de dejar que Pastrana formule la estrategia. No
es una estadounidense sino colombiana. Queremos saber cuál es la voluntad política de Colombia
en esta lucha.
SEMANA: ¿El gobierno colombiano ya les ha planteado una estrategia?
B.M.: Sí tenemos una estrategia escrita, la vimos, y en ella hay varios objetivos. Nuestra posición
inicial siempre va a ser la de apoyar su estrategia, y eso es lo que estamos haciendo. Sentimos
cierta modestia frente a lo que podemos contribuir al proceso colombiano.
SEMANA: No se le siente mucho entusiasmo en el apoyo al país.
B.M.: Yo soy amigo de Colombia, he estado entrando y saliendo de allí desde que tenía 25 años.
Entiendo la enorme agonía de la situación, la violencia increíble y la corrupción, la pérdida de control
de la mitad del territorio. Colombia es hoy la principal amenaza externa en materia de drogas para
Estados Unidos, un 80 por ciento de la droga que entra a Estados Unidos se produce o hace tránsito
por Colombia. Pero también es un aliado histórico y económico y un país amigo.
SEMANA: ¿Cómo ve la evolución del problema en el mediano plazo?
B.M.: Yo estoy convencido de que dentro de 10 años Estados Unidos va a estar usando mucho
menos cocaína que hoy en día. El número de norteamericanos que consumen cocaína se ha
reducido en un 70 por ciento en una década. Yo creo que esa tendencia va a continuar. Eso podría no
ser una gran noticia para Estados Unidos si reemplaza ese consumo con metanfetaminas, una droga
más barata y más destructiva.
SEMANA: ¿Ve usted esa tendencia en Estados Unidos?
B.M.: En algunas partes sí está sucediendo. Pero las consecuencias de este cambio para
Colombia son enormes. En 10 años, cuando mi hija sea la zar antidrogas de Estados Unidos, la
cocaína no va a ser la principal droga en mi país. Hoy en día lo es, seguida por la heroína. La pregunta
es si en 10 años los narcos colombianos habrán encontrado nuevos mercados. Eso depende más
de Colombia.
SEMANA: ¿Como está el consumo en Estados Unidos frente al resto del mundo?
B.M.: El reporte de las Naciones Unidas dice que nosotros usamos solamente el 11 por ciento de las
drogas del mundo. Esa cifra me parece muy baja, pero sí sé que solamente usamos un 3 por ciento de
la heroína que se consume en el planeta. Pero lo esencial es que dentro de 10 años mi sucesor no
les diga a ustedes "me tiene sin cuidado el problema de la cocaína en Colombia a pesar de que sigue
generando violencia y corrupción. Porque ya no es un problema para mi país". Esto en últimas solo
quiere decir una cosa: la voluntad de los colombianos de luchar contra este problema no debe ser una
imposición de Estados Unidos. Si nosotros solucionamos nuestro problema y ustedes no solucionan
el suyo, seguirán igual.
SEMANA: ¿Cómo ve la situación del presidente Pastrana?
B.M.: En mi opinión totalmente personal, no necesariamente la de mi gobierno, siento una tremenda
ansiedad. Yo no sé cuál es la respuesta correcta, cómo manejar a 16.000 rebeldes de las Farc,
5.000 del ELN y 9.000 paramilitares. Las cifras que tenemos es que entre Farc y ELN reciben 600
millones de dólares al año principalmente del negocio de la droga. La producción de coca se está
disparando, un aumento del 28 por ciento en un año.
SEMANA: ¿Qué tan confiables son esas cifras?
B.M.: Esa es quizás la única cifra sólida que tenemos en la lucha antidrogas, porque viene del
satélite, la misma tecnología que utilizamos para medir la caída en la producción de granos de los
soviéticos. De hecho, hice que mis asesores buscaran algún país del mundo que hubiera aumentado la
producción de algo en 1998 en un 28 por ciento o más. Arroz, carros, pesca. No lo encontramos.
Es una explosión fenomenal y es crecimiento real. Gente que entra con motosierras en selvas donde
no hay carreteras, no hay forma de llevar la gasolina, este es trabajo duro. Grandes zonas
cultivadas, especialmente Putumayo y Caquetá. La erradicación que se hizo en el Guaviare
empezó a funcionar. Por eso los guerrilleros asaltaron la base antinarcóticos y mataron a todo el
mundo.
SEMANA: ¿Qué Colombia ve usted hacia el final del gobierno de Pastrana?
B.M.: Pastrana y su equipo enfrentan un problema. Y si no tienen cuidado, cuando salgan del gobierno
Colombia estaría a un paso de perder su democracia en manos de organizaciones criminales de la
droga. Y van a tener más recursos que el gobierno democrático. Ese es el problema. ¿Cuál es la
solución? Lo único que sé es que la solución no la tiene Estados Unidos. Sin duda habrá un
enorme incremento en la ayuda para el desarrollo, sustitución de cultivos, para la Policía y el
Ejército. Pero no es tan grande si se compara con lo que criminales están haciendo. SEMANA: No
parece usted muy optimista.B.M.: El presidente Pastrana está tomando un riesgo para la paz. Para
eso fue elegido. Pero eso no hace que yo deje de tener mucho miedo por el futuro. Después de 32
años en uniforme, uno aprende que solo se puede negociar cuando el premio y el castigo que enfrenta
el oponente hace que sea lógico que éste trate de negociar y conseguir en la mesa lo que no pudo
obtener en la guerra. Ahora, no veo porqué los guerrilleros están en la mesa.
SEMANA: ¿Y cuál es su balance de la guerra?
B.M.: Más de 80 ataques de tamaño de compañía o batallón perdidos por la Policía y el Ejército en dos
años. Lo que me sorprende es que no se hayan rendido el Ejército y la Policía. Definitivamente
tienen un tremendo valor y una gran integridad institucional.
SEMANA: Como soldado, ¿ve usted algún cambio importante en el Ejército desde que se inició este
gobierno?
B.M.: He estado trabajando dentro y fuera de Colombia con el Ejército desde 1968. Como accidente
de la historia le cuento que mi padre, quien estuvo en la guerra de Corea, tuvo bajo su mando al
Batallón Colombia. De él aprendí el respeto por la valentía de los soldados colombianos. A diferencia
de otros, yo no creo que la solución para el Ejército y la Policía sea enviarles una cantidad de
helicópteros. Es verdad que los Blackhawks son la máquina de guerra voladora más importante del
planeta. Pero son muy costosos para que un país pobre los mantenga, opere y entrene a la gente
para manejarlos.
SEMANA: ¿Qué debe hacer el Ejército entonces?
B.M.: Cuando uno suma todas las Fuerzas Armadas son más de 240.000 personas enfrentadas a
25.000 entre guerrilleros y paras. Pero las Farc tienen más armas automáticas y ametralladoras por
batallón que el Ejército. Y les pagan a los guerrilleros tres veces lo que gana un soldado. El Ejército
tiene el problema político de unos bachilleres que no puede utilizar en combate. ¿Por qué cree el
Ejército colombiano que está luchando? ¿Hasta dónde creen que las élites llevan su sacrificio en el
corazón? Solo 25.000 de ellos tienen capacidad de moverse de un lado a otro y combatir. Hay que
hacer un reordenamiento estratégico, hecho por colombianos, sobre la organización del Ejército y la
Policía. Los ejércitos no hacen la guerra, los países hacen la guerra. Y el Ejército colombiano solo será
tan eficaz como la voluntad de su pueblo.
SEMANA: ¿Y si esa voluntad de hacer la guerra no se da?
B.M.: Hemos visto lo que sucede en Bosnia, en Líbano, donde las instituciones coercitivas del Estado
desaparecen y lo que sucede después. El resultado es terrible. Cuando los soldados no sienten que
los líderes son serios frente a su sacrificio, cuando no sienten que su madre estará orgullosa de lo que
hacen, todo se derrumba. Puede que sigan con banderas y uniformes, pero o van a hacer su trabajo.
Eso no ha pasado en Colombia todavía.
SEMANA: ¿Usted ha asesorado al Ejército colombiano en estas materias?
B.M.: El liderazgo tiene que venir de Colombia. Hay gente muy brillante en Colombia, como el
general Tapias, a quien conozco desde hace unos seis años, es un hombre muy astuto, un soldado
serio y valiente. La gente está ahí. Pero la de replantear la estrategia es una labor para los civiles, no
para los militares.
SEMANA: ¿Se ha elaborado una estrategia por parte del gobierno de Colombia?
B.M.: Hay una estrategia de las Fuerzas Armadas. No estoy seguro de haberla mirado en detalle. La
gente del Comando Sur la conoce mejor.
SEMANA: ¿Por qué Estados Unidos ha estado tan resuelto en involucrarse en Bosnia, Kosovo,
Irak o El Salvador, y luego con respecto a Colombia guarda tanta distancia?
B.M.: Le voy a dar mi opinión personal. La verdad es que nuestra estrategia es en realidad hacia
reducir la demanda y dar tratamiento a drogadictos. Hemos aumentado en un 40 por ciento el dinero
de prevención. Yo pienso que si se tiene un problema de drogas en Baltimore la solución no empieza
en Colombia o Birmania. Hay que educar, dar tratamiento y fortalecer a la policía en Estados Unidos.
SEMANA: ¿Cómo ve la evolución del mercado internacional de drogas?
B.M.: No toda la cocaína que sale de Colombia entra a Estados Unidos. La mandan a Venezuela,
Brasil, Europa Occidental, Moscú, Malasia. Probablemente ya estemos saturados de cocaína en este
momento. Se obtiene fácilmente, de gran pureza, bajo costo, y sin embargo su consumo está
muriendo. Creo que en 10 años se habrá terminado.
SEMANA: ¿Qué importancia tiene la extradición dentro de la estrategia Colombia-Estados
Unidos?
B.M.: En mis seis años de experiencia solamente hay dos cosas a las que estos criminales le temen.
Lo primero es que les confisquen sus bienes ilegales. Estar preso en Colombia 10 años es una cosa,
pero si le quitan los 400 millones de dólares a su familia y hacen que sus hijos tengan que trabajar
para vivir, a eso sí le temen. Eso no está sucediendo todavía. Lo segundo es la extradición
SEMANA: Se ha dicho que usted va a dejar su cargo pronto.
B.M.: Esos rumores de que me iba y a dónde me iba son totalmente falsos. Planeo quedarme en este
puesto, estoy honrado de hacerlo. No pedí este cargo, lo hice porque el presidente me lo pidió y
porque mi padre de 82 años me aconsejó que lo hiciera. Devolví mi pensión para poder ocupar este
puesto civil y me quedan solo dos años .
SEMANA: ¿Estaría usted dispuesto a sentarse en una mesa de negociaciones con la guerrilla
colombiana si el gobierno de Pastrana se lo pidiera?
B.M.: No creo que ese sea nuestro papel. La dirigencia colombiana tendrá que solucionar ese
problema.
SEMANA: Se ha hablado de una plaga que estaría en desarrollo en el Departamento de Agricultura
para combatir la coca y la amapola.
B.M.: Los republicanos del Congreso acaban de aprobar 23 millones de dólares en el presupuesto para
investigar sobre herbicidas naturales de la hoja de coca. Estamos haciendo investigaciones en Hawai
y en un par de estados en el centro occidente de Estados Unidos. Pero parece que demorará
algunos años.
SEMANA: Los colombianos viven la guerra en su país todos los días pero no sienten que en
Estados Unidos la lucha contra las drogas tenga la misma intensidad.
B.M.: El año pasado tuvimos 14.000 muertes y 110.000 millones de dólares en daños a raíz de la
droga. Además 24.000 policías fueron atacados el año pasado, 156 murieron en la lucha contra el
crimen, más de la mitad de los casos por drogas. Arrestamos a un millón y medio de personas el
año pasado por ofensas relacionadas con las drogas. Hay una gran campaña de erradicación de
marihuana de la guardia nacional en Estados Unidos, fumigando cultivos en nuestro país. Hemos
arrestado alcaldes, jefes de policía, sheriffs, funcionarios del Departamento de Justicia, oficiales de la
guardia nacional, etc. Intervenimos líneas en todo el país. Pero eso no soluciona el problema. El
problema es reducir la demanda.