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COMIENZA LA LUNA DE MIEL

En su primera semana, el gobierno establece metas, estrategia y estilo.

15 de septiembre de 1986

"Lo que tiene asustados a muchos es que el gobierno está comenzando a cumplir lo que prometió durante la campaña", dijo a SEMANA un alto vocero de la nueva administración, al analizar lo que fueron los 10 primeros días de la presidencia de Virgilio Barco. Y, al menos en lo que respecta al mil veces anunciado gobierno de partido, eso es estrictamente cierto. Sin embargo, como quedo demostrado en este caso, gobernar es siempre escoger opciones que inevitablemente le disgustan a algunos. Uno de los escogimientos sobre los cuales había más expectativas, era el cacareado debate sobre si Barco se iba a alinear del lado de los enemigos de la clase política tradicional, que clamaban por una purificación política con liquidación del clientelismo incluida. Si algún interrogante al respecto quedaba vigente después del nombramiento del gabinete, Barco lo resolvió con la designación de la nómina de gobernadores: el gobierno de partido iba a llevarse a cabo con quienes ganaron y no con quienes perdieron dentro del partido. Y estos, para hablar con nombres propios, eran los Guerras, los Names y los Santofimios.
La claridad con la que el nuevo Mandatario definió este punto hizo que, a escasos 6 días de su posesión la totalidad de la página editorial de El Espectador del miércoles 13, con excepción de la columna de Antonio Panesso, tuviera más bien tono de final de gobierno que de primera semana. "Un mal paso", titulaba el editorial de El Espectador, comentando los 3 últimos nombramientos en el gabinete. Por su parte, Ramiro de la Espriella y Antonio Caballero arremetían en igual sentido con títulos como "Un mal comienzo" y "Gobierno de montonera".
Barco, que había sido asociado durante la campaña con una personalidad indecisa y promediadora, había decidido coger el toro por los cuernos. Y esto no era tanto por gratitud, como por consideraciones estratégicas. Con la votación más alta obtenida en la historia de Colombia, el Presidente sabe que cuenta con el poder político suficiente para llevar a cabo algunas reformas decididas desde los tiempos de la campaña. Y para lograr que estas sean aprobadas, Barco piensa que, más que los editoriales de El Espectador y las caricaturas de Osuna, necesita los votos del Congreso. "¿Dónde están los próceres no nombrados en el gabinete?", preguntaba en privado a mediados de la semana uno de los arquitectos del nuevo gobierno. Pero, ¿cuál es la agenda reformista que ha dado lugar a tanto maquiavelismo?

LA AGENDA REFORMISTA
Entre esos proyectos está incluida una agenda de reformas políticas y sociales, anunciadas en el programa de Barco y reiteradas en su discurso de posesión. Se trata en primer lugar de reglamentar todo lo referente a la ya aprobada elección popular de alcaldes, de reformar la Constitución en lo referente al parágrafo del artículo 120 y también en cuanto al artículo 121 sobre el estado de sitio y de crear la circunscripción nacional que debe garantizar la presencia de grupos minoritarios en el Congreso. Y a mediano plazo, se trata de preparar el terreno para las reformas agraria y urbana.
En cuanto a esto ultimo, el equipo barquista tiene trazados, desde hace ya muchas semanas, unos objetivos muy específicos. La idea de la reforma agraria, más que la de repartir tierras -lo que se haría solamente en ciertas zonas definidas como el Cauca-, es la de establecer una serie de mecanismos de mercadeo, aparte de mejorar infraestructuras y condiciones de crédito. La de la reforma urbana es quizá más radical. El nuevo gobierno tiene la convicción de que para llevarla a cabo se requerirán más expropiaciones que en el sector rural.
Esto ya ha desencadenado las primeras reacciones, como queda claro en el editorial del diario El Siglo del viernes 15; en él se acusaba al nuevo ministro de Desarrollo, Miguel Alfonso Merino, de haber dado respecto de la reforma urbana, "declaraciones precipitadas". Merino había dicho el lunes en la mañana a RCN que "debemos tomar medidas para que en el caso de aquellos lotes que han sido considerados de engorde o que no están cumpliendo con la función social que se necesita, pueda el Estado intervenir en ellos...". Según pudo establecer SEMANA, Merino se limitó en esas "precipitadas declaraciones" a repetir parte del contenido de un documento preparado con anterioridad por el equipo de asesores de Barco sobre la cuestión urbana.

GABINETE DE EJECUTORES
Pero no fue Merino el único ministro que en sus primeras declaraciones a la prensa, repitió documentos preparados por Barco con anterioridad. Otros también lo hicieron, respondiendo a lo que, al parecer, será el nuevo estilo que impondrá el gobierno que se acaba de iniciar. Este nuevo estilo quedó bastante definido en la primera reunión del gabinete, reunión informal porque la mayoría de los ministros aún no se había posesionado, que tuvo lugar el martes a primera hora durante un desayuno de trabajo.
En ese desayuno, Barco dejó en claro a los recién nombrados ministros que lo que esperaba de ellos era, antes que nada, que ejecutaran las políticas determinadas durante la campaña. Todo indica que lo que busca el Presidente no es tanto que el nuevo ministro de Agricultura, José Fernando Botero, redacte el proyecto de reforma agraria, como que logre su aprobación en el Congreso. Esto para citar apenas un ejemplo. En las demás carteras donde se está buscando que el Congreso apruebe algo específico, Barco también espera que el ministro respectivo, más que participar en el diseño de políticas, se encargue de convencer a los parlamentarios. Una vez más, está ahí la explicación de muchos nombramientos y de la prioridad política en la primera etapa del nuevo gobierno, ya que ministros de origen parlamentario deben correr con mejor suerte que los puramente técnicos a la hora de hacer lobby en el Congreso.
En cuanto a lo que cada ministro debe hacer en su cartera, trascendió que el Presidente le entregó a cada uno un grueso fólder con toda clase de instrucciones muy claras y con una descripción detallada del área que cubre cada cartera: número de empleados a cargo, institutos descentralizados, presupuesto, inversiones prioritarias, etc. El fólder, que muchos ya han bautizado como "la cartilla", contenía también algunas ternas para el nombramiento de viceministros y gerentes y directores de los organismos adscritos a cada ministerio.
Por otra parte, SEMANA estableció que Barco sólo piensa reunir el consejo de ministros cuando sea necesario aprobar un crédito o algo igualmente importante. Quedarán entonces atrás los consejos ordinarios una o dos veces por semana, pues el nuevo Presidente piensa que estos son una perdedera de tiempo, ya que muchas veces se discute durante una hora un problema específico del sector Salud con el ministro del ramo, mientras los otros 12 son testigos de algo que ni les interesa ni les sirve para nada. Durante su primera semana de gobierno, Barco cambió estas reuniones por permanentes y directos contactos telefónicos con cada ministro. Algunos de estos hablaron con el Presidente hasta cuatro veces diarias para consultar toda clase de asuntos.

EL REGRESO DE GALAN
Una de las grandes incógnitas existentes alrededor del gobierno de Barco se refería al trato que éste le iba a dar al senador Luis Carlos Galán. No eran pocas las corrientes del oficialismo que promulgaban en el Congreso una política de arrasar al Nuevo Liberalismo, como quedó claro a la hora de la designación de las mesas directivas de ambas cámaras y de la elección de los miembros de algunas de las comisiones permanentes.
Pero las primeras sorpresas comenzaron a darse pocos días antes de la posesión del nuevo Presidente, cuando el oficialismo respaldó y garantizó la elección de Galán en la Comisión de Relaciones Exteriores. El autor intelectual de esta maniobra había sido el senador Ernesto Samper, quien se dedicó, a lo largo de las primeras sesiones del Congreso, a dañarle el oído a Galán y convencerlo de reconsiderar algunas de sus posiciones. El propio Samper prefirio pactar con galanistas y conservadores en el Concejo de Bogotá, antes que hacerlo con las otras corrientes oficialistas, con lo cual quedaba en claro que no todo el oficialismo estaba de acuerdo con darle palo al ex candidato disidente. Los que no estaban aún convencidos de la importancia de traer de regreso a Galán al Partido Liberal, parecieron estarlo después del episodio de la Comisión Primera de la Cámara, donde el Nuevo Liberalismo hizo gala de gran habilidad para dar un zarpazo y quedarse con la presidencia de una de las comisiones más importantes del Congreso (ver recuadro).
Este zarpazo galanista no disgustó a Barco. Todo indica que el Presidente, quien en privado ha sostenido varias veces que es importante reconquistar a Galán, estima que lo sucedido en la Comisión Primera servirá para convencer a los más duros de la necesidad de lograr lo que el Mandatario considera su consagración como jefe del liberalismo: la unión del partido. Aparte de esos comentarios en privado, están las cartas que se cruzaron Barco y Galán en los días del cambio de gobierno, una visita de dos horas efectuada el sábado 9 de agosto por el ministro de Gobierno, Fernando Cepeda, al apartamento de Galán, y un sinnúmero de gestos de lado y lado.
El interés de Barco no es sólo el de unir al liberalismo para pasar por ello a la historia. El nuevo Mandatario tiene un objetivo a más corto plazo: contar con el Nuevo Liberalismo para que respalde la agenda reformista, lo cual no es difícil si se tiene en cuenta que hay grandes coincidencias entre esa agenda y las propuestas galanistas.
Otro tanto sucede con la Unión Patriótica, que ha recibido el mejor de los tratos, no sólo por parte del ministro de Gobierno, sino de las Fuerzas Armadas (ver recuadro). La UP tampoco será la que se oponga al desmonte del 120, a la circunscripción nacional o a las reformas agraria y urbana. Mal que bien, se trata de puntos que hacen parte de la columna vertebral del pacto de La Uribe.

En fin, como puede verse, el gobierno parece muy satisfecho de su arranque y muy convencido de que va por buen camino. Las intenciones de Barco y de su equipo parecen aclararse y, como siempre, la pregunta que surge no es tanto sobre esas intenciones en sí, como sobre las posibilidades reales de llevarlas a cabo. No hay que olvidar que la luna de miel con el Congreso y con la opinión pública, de la que está gozando Barco como cualquier Presidente recién posesionado, no es eterna y que por lo tanto, todos los proyectos de la nueva administración se encuentran ya corriendo una carrera contra el reloj.

EL ZARPAZO GALANISTA
El famoso golpe de mano del Nuevo Liberalismo en la Comisión Primera de la Cámara se venía fraguando desde hacia varios días. Todo había comenzado durante la primera semana de sesiones del Congreso, cuando el liberalismo acababa de reelegir al contralor Rodolfo González. Una maniobra de los galanistas les permitió obtener dos de las 17 curules de la Comisión, en vez de una, que era lo que en principio se calculaba que obtendrían. Para ello, los galanistas pactaron con algunos oficialistas y a cambio de sus votos, les ofrecieron respaldarlos en el deseo que ellos tenían de llegar a otras comisiones.
Pero lo importante no era que el Nuevo Liberalismo hubiera quedado con 2 en vez de una curul. Lo grave para el oficialismo liberal es que había perdido la mayoría absoluta en esa Comisión, por donde deben arrancar todos los proyectos de reforma política y constitucional que presente el gobierno. A raíz del incidente, los oficialistas trataron de pactar con los conservadores una coalición para nombrar presidente y vicepresidente de la Comisión. Pero como inicialmente los oficialistas habían entrado en contactos con los galanistas para conformar una mayoría, los conservadores tuvieron miedo de que los fueran a traicionar y accedieron a firmar un pacto con los galanistas y el representante de la Unión Patriótica Gilberto Vieira, para conformar una mayoría de minorías y tomarse la mesa directiva.
El cerebro del pacto fue el representante galanista Alberto Villamizar, a la postre elegido presidente, en una fórmula en la que el conservador Alfonso Campo Soto resultó elegido vicepresidente. El pacto asegura que anualmente, presidencia y vicepresidencia, se rotarán entre galanistas y conservadores y que habrá también un turno para la Unión Patriótica. Claro que lo sucedido difícilmente hará peligrar los proyectos reformistas del gobierno, ya que estos coinciden en buena medida con los del Nuevo Liberalismo. El asunto es más bien que los oficialistas que habían comenzado la legislatura dando palo y muy duro, ahora tendrán que negociar con los galanistas, al menos en lo que tenga que ver con la Comisión Primera.

UN TINTO CON EL GENERAL
Fue el propio ministro de Defensa, general Rafael Samudio, quien desde un principio se quiso reunir con los miembros de la Coordinadora de la Unión Patriótica. Así se lo comunicó al ministro de Gobierno, Fernando Cepeda, quien sólo le pidió que le permitiera a él ser el primero en hacerlo. Así fue. Cepeda habló con la UP a principios de la semana pasada y el jueves el general Samudio recibió en su despacho a los dirigentes de la coalición de izquierda considerada como el brazo político de las FARC.
La UP había pedido esta reunión al ministro de Defensa del antérior gobierno, general Miguel Vega, pero éste nunca les concedió audiencia. Samudio en cambio, se mostro interesado en recibirlos y con ello puso en práctica lo que se cree será el nuevo estilo de la política de paz. "Es mucho más útil una reunión como esta, que mil viajes de comisiones a La Uribe", comentó a SEMANA una fuente de la Casa de Nariño.
¿Pero y qué pasó el jueves en el despacho del ministro de Defensa? Según parecen indicarlo las declaraciones de los dirigentes de la UP -entre ellos, varios ex combatientes de las FARC y el ADO-, la reunión, aunque fría, fue cordial.
El ex candidato de la UP, Jaime Pardo, declaró a los periodistas a la salida del Ministerio de Defensa que "vinimos aquí a decirle al ministro Samudio que el Ejército y la autoridad civil deben garantizar que no se extienda más la violencia contra el pueblo colombiano". La protesta de la UP era más bien por los asesinatos de algunos de sus dirigentes en Huila, Meta y otros departamentos. Pero de cualquier manera, el diálogo entre esa agrupación y las Fuerzas Armadas, que hace muy poco tiempo hubiera resultado impensable, se dio. Y hasta puede repetirse, si se tiene en cuenta lo declarado por el general Samudio al despedirse de los dirigentes de la UP, con respecto a que "mientras se trate de temas relacionados con las Fuerzas Armadas, las puertas están abiertas".