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| Foto: Archivo SEMANA

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Con su decisión sobre Cuba, Obama se juega su papel en la historia

¿Por qué el presidente de Estados Unidos le dio un giro de 180 grados a su relación con los Castro? Análisis.

17 de diciembre de 2014

El Barack Obama que se vio en las pantallas de televisión del mundo entero este miércoles hizo evocar a las imágenes de aquel hombre que hace un poco más de seis años irrumpió en la política estadounidense con un discurso seductor, con una línea argumentativa en la que todos los sueños eran posibles.

Obama anunció un cambio histórico en las relaciones con Cuba porque, a su juicio, la política actual “ha fracasado durante décadas”, y pidió un debate “honesto” en el Congreso sobre el fin del embargo impuesto a la isla en 1961.

En su histórico discurso desde la Casa Blanca, de unos 15 minutos y transmitido en directo, se vio a un mandatario seguro, tranquilo, decidido a mirar al futuro y a revisar la incuestionable política llevada hasta ahora. El “aislamiento no ha funcionado”, argumentó, a la vez que aseguró que este “es momento de un nuevo enfoque” hacia la isla, considerada durante décadas el santuario de terroristas y en particular los dos grandes adversarios ideológicos: los hermanos Fidel y Raúl Castro.

Por eso, llamó la atención que Obama cerrara su discurso con una frase en español: “Todos somos americanos”, dirigida al pueblo de Cuba y con una mención al héroe, poeta y referente intelectual de los Castro, José Martí.

Pero ¿por qué el presidente de Estados Unidos le dio un giro de 180 grados frente a su relación con los Castro? La respuesta la da The New York Times, influyente periódico que en sus páginas editoriales ya había pedido acabar con el bloqueo: Obama está poniendo sobre aviso a sus críticos republicanos más ardientes. Esto es: ¿recuerdan lo que se comprometió a hacer como candidato en el 2008? “Tengo dos años más en el cargo y tengo la intención de hacerlo todo”.

En efecto, la decisión de Obama para cambiar radicalmente la política de Estados Unidos hacia Cuba es el último y más notable ejemplo de un presidente que se caracterizó por la indecisión durante sus primeros seis años en el cargo.

Así las cosas, dice The New York Times, se desprenden sus decisiones de desafiar a los republicanos sobre la inmigración, el cambio climático, la política de la regulación de internet y las negociaciones con Irán. Atrás han quedado los cálculos políticos prudentes, dice el periódico. Obama ahora está en su lugar empujando agresivamente en sus promesas y haciendo caso omiso a sus oponentes en el proceso.

“Él fue resolviendo una lista de problemas de larga data, espinosos y, ahora, está haciendo todo lo que puede hacerles frente”, dijo David Axelrod, un exasesor de alto rango de la Casa Blanca. “Estos son los asuntos que nos han desgarrado por décadas y generaciones. Creo que él dice para sus adentros 'no dejaré el cargo sin hacer todo lo posible para detenerlos'”.

The New York Times recuerda que, como candidato en el 2008, Obama fue despreciado por su oponente republicano, el senador John McCain -de Arizona- por su promesa de reunirse con el presidente cubano, Raúl Castro, “en un momento y un lugar de mi elección”. Obama había dicho en su momento que si Cuba daba pasos hacia la democracia y libertad a todos los presos políticos, “vamos a tomar medidas para comenzar a normalizar las relaciones”. Y eso es lo que hizo este jornada histórica.

Durante seis años, Obama avanzó poco en este tema, cargado de pasiones políticas y la incertidumbre, especialmente en un estado clave importante: Florida. La única evidencia de cualquier cambio, hasta ahora, incluía un breve apretón de manos con Raúl Castro en el funeral de Nelson Mandela hace un año y algunos cambios menores en el embargo de Cuba, que les permite a los cubano-estadounidenses enviar más dinero a casa.

Ahora, sin elecciones en el horizonte y su legado en mente, dice The New York Times, Obama decidió ir a lo grande en uno de los temas de política exterior más acuciantes de los Estados Unidos, el establecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba y hacer lo que pueda, sin la acción del Congreso, pero poner fin al embargo sobre la isla impuesto desde 1960.

Frustrado por la falta de acción del Congreso y los esfuerzos republicanos para bloquear la legislación, el presidente ha empujado cada vez más los límites de su autoridad ejecutiva en la formulación de políticas nacionales e internacionales.

Así, por ejemplo, Obama prometió como candidato presidencial presionar por una reforma de las leyes de inmigración del país, diciendo que “hay que hacer valer nuestros valores y conciliar nuestros principios como una nación de inmigrantes y una nación de leyes”.

Además de la inmigración, Obama también ha intensificado recientemente sus acciones de lucha contra el cambio climático después de no poder ganar el apoyo del Congreso para mejorar este terreno; este año negoció un acuerdo climático con China, y sigue adelante con nuevas y duras regulaciones sobre las plantas de energía de carbón.

También dice The New York Times que su decisión de impulsar las negociaciones con Irán, en un intento de limitar la capacidad nuclear de Teherán, llega en un momento en que tiene poco respaldo en el Congreso, en el ocaso de su gobierno, pero con la vista puesta en cómo se hablará de él en los libros de historia. Si el hombre frágil, dubitativo temeroso de la ira republicana, o aquel soñador que levantó la pasión de las escépticos con su frase de “sí se puede”.

Dice el rotativo que si los críticos del presidente pensaron que él habría decidido abandonar algunas de sus promesas de campaña, Obama parece decidido a demostrar que están equivocados.