Home

Nación

Artículo

S A L U D    <NOBR>P U B L I C A</NOBR>    <NOBR></NOBR>

David contra Goliat

La extraña historia de Germán Velásquez, un colombiano que desde la OMS ha luchado por drogas baratas contra el sida y está amenazado.

3 de septiembre de 2001

German Velasquez, un manizaleño de 53 años, filósofo de la Javeriana y doctor en economía de la Sorbona, tiene desde hace unas semanas su casa en la frontera franco-suiza vigilada por dos policías y una patrulla y su seguridad depende directamente de Naciones Unidas.

Velásquez a primera vista no tiene el perfil de un hombre amenazado. Se trata del director del programa mundial de medicamentos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero es uno de los acérrimos defensores del derecho de los países pobres a acceder a medicamentos contra enfermedades como el sida y la malaria. El colombiano es una de las figuras más visibles de la batalla que este organismo internacional está librando desde hace cuatro años contra la globalización irracional y las nuevas reglas de propiedad intelectual que favorecen a las multinacionales farmacéuticas. Esa es la lucha que parece haberlo puesto en grave peligro.

El capítulo más reciente comenzó el 26 de mayo cuando Velásquez fue asaltado y robado en Rio de Janeiro mientras estaba allí en funciones oficiales. Lo que parecía un simple atraco tomó otro matiz dos días después en Miami, en vísperas de una reunión de la OMS que discutiría la reestructuración de la organización. En la noche, cuando caminaba por Lincoln Road, dos hombres lo volvieron a atacar, lo amenazaron de muerte y lo golpearon. “Esperamos que haya aprendido la lección de Rio. Deje de criticar a la industria farmacéutica”, le dijeron. Velásquez denunció lo sucedido ante la sede principal de la OMS en Ginebra y ante la policía en Miami.

A su regreso a Ginebra todo pareció volver a la normalidad. Pero 10 días después, en una llamada a medianoche, una voz en inglés le preguntó: “¿Tiene miedo?”. Cuando Velásquez preguntó quién era la respuesta fue “Miami, Lincoln Road”.

La ONU asumió de inmediato su seguridad. Pero a las dos semanas la misma voz nocturna le advirtió a Velásquez por teléfono que no asistiera a la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por primera vez se discutiría allí la relación entre el derecho a la salud y la propiedad intelectual sobre los medicamentos esenciales. Parecía claro que las amenazas eran más que simples coincidencias y que su vida estaba en peligro.

La odisea

Velásquez inició en 1998 la batalla por el acceso a los medicamentos en el nuevo contexto internacional. Ese año, por mandato unánime de la asamblea de la OMS, emprendió un estudio para medir el impacto sobre la salud y el acceso a los medicamentos de los acuerdos comerciales firmados en la OMC, en especial el de los Derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (Adpic)

Ese tratado fija las reglas que los Estados deben cumplir en la protección de patentes y derechos de autor, entre otras muchas cosas, de los medicamentos. El acuerdo estableció que la explotación de los productos patentados es de uso exclusivo del inventor por 20 años y los países deben evitar su copia ilegal. En virtud de este acuerdo, firmado en 1995, Estados Unidos recibió 36.000 millones de dólares en regalías por patentes y licencias sólo en 1998.

El estudio de Velásquez, titulado El impacto de la mundialización en el acceso a los medicamentos, y conocido como el ‘Libro rojo’ de la OMS, no sólo mostró la obligación de los países de respetar las patentes sino explicó cómo los países del Tercer Mundo pueden defender sus sistemas de salud y garantizar el acceso a medicamentos esenciales sin quebrantar los acuerdos comerciales. Divulgó que el Adpic permitía que en casos graves de salud pública los países podían permitir su fabricación al menor costo (licencias obligatorias), así acabaran de salir al mercado. También mostró, entre otras cosas, que los países pueden importar medicamentos más baratos de otros Estados, así sean producidos por el laboratorio en el mismo país (importaciones paralelas) sin necesidad de indemnizar a los afectados.

“Velásquez fue uno de los primeros en llamar la atención de organismos internacionales, gobiernos y ONG no sólo sobre los riesgos derivados de la adopción de patentes sino de la existencia de recursos legales para su modulación, como las licencias obligatorias y las importaciones paralelas”, afirmó Francisco Rossi, ex funcionario de la Organización Panamericana de la Salud y miembro de Red Salud y de la ONG británica Oxfam en Colombia.

Reaccion en cadena

A los pocos días de publicado el estudio decenas de cartas empezaron a llegar a la OMS. Por un lado estaban las multinacionales farmacéuticas estadounidenses y algunas europeas, que tildaron de incompetente a Velásquez. La propia secretaria de Estado de Estados Unidos en ese momento, Madeleine Albright, le pidió a la directora de la OMS, Gro Harlem Brundtland, sacar el texto de circulación. Una misión de alto nivel del gobierno estadounidense, encabezada por el subsecretario de Estado y el embajador en la ONU, fue a Ginebra no sólo a ratificar esa petición sino a solicitar que Velásquez fuera despedido. Todo ello a pesar de que la industria independiente y expertos internacionales confirmaban el alto nivel técnico del documento de la OMS.

Pero Velásquez no era ningún aparecido en el tema. Después de finalizar su maestría en la Sorbona había sido el director de un laboratorio farmacéutico en Indonesia y luego asesor de salud de Mozambique, Malí y otros países africanos. Desde antes de llegar a la OMS, en 1989, era reconocido como un destacado economista de salud y profesor de la Sorbona. Su libro L’industrie du medicament et le Tiers Monde fue uno de los más vendidos en Francia en la década del 90.

Brundtland, durante 10 años primera ministra de Noruega, no sólo mantuvo el documento (que en su segunda edición se tradujo a chino, francés, inglés y español), sino ascendió a Velásquez a director mundial de Medicamentos Esenciales. Este programa, con un presupuesto anual de 27 millones de dólares, es responsable de ayudar a 190 naciones y sacar adelante programas de medicamentos genéricos en 35 países, tal y como hizo Velásquez a principios de los 90 en Colombia.

Con ese espaldarazo y el de algunas ONG y de la industria de genéricos el colombiano inició un plan de capacitación a autoridades de salud, de comercio y a jefes de Estado sobre los contenidos de su ‘Libro rojo’. Habló en la cumbre de ministros de Salud de los Noal en La Habana en 1998, a los presidentes de Africa del Norte y del Sur y asesoró al gobierno brasileño, China, Indonesia y Tailandia.

Pero, sin dudas, gran parte de su esfuerzo se centró en asesorar al gobierno de Nelson Mandela en Suráfrica, un país azotado por la pandemia del sida, en la redacción de la ley de medicamentos. Esta norma permitió que ese país fabricara o importara medicamentos genéricos contra el sida sin importar que fueran de última generación. Las 39 grandes multinacionales farmacéuticas demandaron la ley e iniciaron una batalla jurídica que ganó Suráfrica en abril pasado.

Como producto de este desenlace los tratamientos por paciente portador del VIH pasaron de entre 7.000 y 10.000 dólares al año a 730 dólares por paciente. Las multinacionales redujeron el valor de los ‘cocteles’ en más de un 90 por ciento. Esta victoria sentó un precedente que está siendo seguido por otros países, como Tailandia. Con esta decisión más de 30 naciones africanas que no tienen cómo producir estos medicamentos podrán importarlos de terceros.

Reunion clave

Pese a las amenazas Velásquez asistió a la reunión de la OMC como delegado de Brundtland. La directora de la OMS había conseguido ser aceptada como observadora dentro de esa organización para evaluar el impacto de las decisiones sobre la salud.

Fue una ardua reunión de siete horas y media en la que hablaron más de 40 delegaciones. Muchos países en vías de desarrollo manifestaron que el acuerdo Adpic tiene graves consecuencias para el acceso a los medicamentos en los países del Tercer Mundo y que los derechos que tienen los países de autorizar licencias obligatorias o hacer importaciones paralelas deben ser ratificados y respetados. Además, que se debe enfrentar la tragedia del sida como un problema de derechos humanos. Los países desarrollados, por su parte, argumentaron que sin un sistema de protección de patentes la investigación de nuevos medicamentos se vería muy vulnerada. Finalmente se acordó seguir discutiendo el tema en forma más sistemática.

“Las amenazas pudieron originarse en el pánico de alguna industria por la presión que ha desatado lo de Africa del Sur y pensaron que saliendo de Velásquez todo iba a pasar. Pero el papel que jugó el ‘Libro rojo’ es sólo un copo en una bola de nieve que ya es inatajable”, le dijo el colombiano a un familiar.

Ninguna de las personas consultadas creen que las amenazas a Velásquez provengan de la industria farmacéutica como un todo. “Tal vez es una estupidez de un mando medio de una industria media con ganas de ascender a cualquier precio”, afirma Rossi. Pero lo cierto es que una política seria como la que ha asumido la OMS para lograr un mayor acceso a los medicamentos esenciales, sobre todo de los 26 millones de africanos con VIH, le pone al sector farmacéutico una inmensa presión al crear una corriente de opinión pública en su contra.

Los gobiernos de muchos países y sus embajadas en Ginebra, Oxfam y Médicos sin Fronteras, entre otras ONG, han expresado su preocupación por las amenazas contra Velásquez y han pedido que se aclaren los hechos, que parecen sacados de una novela de John Le Carré. Todos piensan que Velásquez es una molécula valiosa que será preservada porque, en términos de propiedad intelectual, ya está en el dominio público.