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Dos masacres en la misma casa: así exterminaron a la familia de líder social en Cauca

A Álvaro Narváez y seis de sus familiares los mataron con ráfagas de fusil en la vereda El Vado, municipio de Mercaderes. De esa familia, solo queda un niño de siete años que sobrevivió a las dos masacres.

8 de noviembre de 2020

La nueva dinámica criminal en el Cauca desprecia las labores de liderazgo. No en vano, según cifra de Indepaz, han asesinado a 87 líderes sociales y dirigentes campesinos durante 2020 en ese departamento. Uno de esos crímenes fue el de Álvaro Narváez Daza, líder social y presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda El Vado, municipio de Mercaderes.

En la casa de Álvaro ocurrieron dos masacres en menos de seis meses. En la primera falleció él, su esposa, una nieta y uno de sus hijos. En la segunda, asesinaron a otra de sus hijas, el esposo de ella y a una hermana.

Todo apunta a que hombres del frente disidente de las Farc Carlos Patiño son los autores de las dos masacres. Este grupo armado, que opera en la zona, había amenazado a Álvaro en varias oportunidades por oponerse abiertamente a la siembra de cultivos ilícitos en El Vado.

Así ocurrieron las dos masacres

El último de los Narváez Daza –un niño de apenas 7 años– ha sobrevivido a dos masacres y ha visto caer acribillados a siete de sus familiares en menos de seis meses. Todo en su casa de la vereda El Vado, ubicada en la zona rural de Mercaderes, Cauca.

En la primera masacre, el 29 de abril, vio morir por disparos de fusil a su hermana mayor Yenni Catherine López Narváez, de 15 años; a su abuelo, líder social y presidente de la Junta de Acción Comunal de El Vado, Álvaro Narváez Daza; a su abuela, María Delia Daza; y a su tío, Álvaro Narváez hijo. En esa ocasión el pequeño se salvó porque un armario le cayó encima y aunque tuvo algunas lesiones leves salió ileso de la embestida violenta de cinco hombres armados que dispararon 110 veces contra la humilde vivienda de paredes en barro seco y puerta metálica azul.

Su abuela quedó tendida en el comedor, mientras que a su abuelo, hermana y tío los alcanzaron los disparos en la sala donde veían el noticiero de la noche. Solo sobrevivieron el niño y otro tío, también menor de edad. En la reconstrucción del crimen, los peritos de la Fiscalía hallaron orificios de bala en casi todos los rincones de la sala.

Los sobrevivientes salieron ilesos por un verdadero milagro. Las autoridades trasladaron a ambos menores a un centro de acompañamiento. Allí estuvieron por varios días hasta que llegó desde Bogotá Efigenia Daza, madre del niño e hija de Álvaro Narváez; ella, que había perdido a sus dos padres, un hermano y a su hija mayor, denunció ante la Personería de Mercaderes las presiones y amenazas que recibió su familia del frente disidente de las Farc Carlos Patiño.

Presentó ante las autoridades varios panfletos que decían “Álvaro, estás muerto” y contó cómo desde noviembre de 2017 los presionaban para que abandonaran sus tierras. A Álvaro no le perdonaban su activismo contra los cultivos ilícitos y su postura valiente para reemplazarlos.

La segunda masacre

Efigenia trabajó con entusiasmo por recuperar la finca de sus padres hasta la noche del 30 de octubre, cuando la escena macabra se repitió: hombres armados dispararon desde el exterior ráfagas de fusil contra ventanas, puerta y paredes. Efigenia estaba junto a su tía Bersy Yeny Narváez Daza en el mismo rincón de la casa donde falleció Álvaro. Sus cuerpos quedaron bañados en sangre frente al televisor.

No tuvieron la oportunidad de reaccionar ante balas certeras y rápidas. Yamith Ibagué alcanzó a alejarse 800 metros, corría hacia una quebrada que pasa detrás de la finca, por donde la familia logró escapar aquella noche lluviosa de 2017. Pero también murió acribillado.

En esta ocasión solo el niño quedó con vida, los vecinos lo encontraron en shock nervioso debajo del mesón de la cocina. Nuevamente vio los cuerpos de sus familiares teñidos de rojo. Nuevamente aguantó en silencio la barbarie para evitar las balas de los asesinos. Nuevamente presenció el exterminio de todos aquellos a quien quería. Y nuevamente sintió la incertidumbre de encontrarse solo. A su corta edad, la violencia se ensañó contra él y con su destino.