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| Foto: Jorge Restrepo - Semana

POLÍTICA

El ‘boom’ de los candidatos por recolección de firmas

Las candidaturas de los movimientos de ciudadanos llegaron al doble de las pasadas elecciones locales. Ya hay quejas por publicidad anticipada y competencia desleal.

30 de mayo de 2015

El aval del pueblo. Así le dicen los candidatos al camino de las firmas. Una opción legítima de inscripción de candidaturas que se abrió hace diez años para evitar el monopolio de los partidos políticos y permitir que un ciudadano cualquiera pueda aspirar a un cargo popular. Sin embargo, ese camino está empezando a recibir duros cuestionamientos: quienes se lanzan por firmas arrancan con publicidad y campaña antes del inicio oficial para los avalados, sus aspiraciones debilitan los partidos, fomentan el caudillismo y se saltan la doble militancia. Un atajo perfecto, dicen los críticos.

La Registraduría lleva varias semanas siguiéndole la pista a esos movimientos y encontró una verdadera ‘firmatón’ para los comicios de octubre próximo. Hay 434 grupos regados en casi todo el país recogiendo rúbricas, de los cuales 309 son para inscribir candidaturas a alcaldías, 24 para gobernaciones, 79 para listas de concejos municipales y dos para asambleas departamentales. Es una explosión de grupos significativos de ciudadanos -como la norma llama a estas aspiraciones- que ya dobló a los 213 candidatos por firmas registrados en las pasadas elecciones regionales de 2011. ¿Qué hay detrás de este boom cívico?

Una razón de tanta aspiración por firmas es la falta de credibilidad de los partidos políticos a pesar de varias reformas, incluida la de equilibrio de poderes, orientadas a fortalecerlos. En la última Gran Encuesta presentada por SEMANA, casi todas las colectividades salieron rajadas en imagen. No solo padecen esa desconfianza los tradicionales liberales y conservadores, que existen hace más de un siglo. También los partidos menores de diez años como Cambio Radical, Polo Democrático, Alianza Verde y hasta Centro Democrático, creado apenas en julio del año pasado. Para Miguel García, codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, “a lo que están respondiendo los políticos es a una ciudadanía con entidades partidistas débiles. La gente dejó de confiar”.

Las firmas dan la sensación de que el candidato es independiente y no necesita de las maquinarias políticas para llegar a un cargo popular. Los partidos, por el contrario, son vistos como agrupaciones anquilosadas, vendidas a los intereses de los caciques regionales y al afán de ganar a toda costa. El problema es que ni todos los candidatos por firmas son alternativos, ni en todos los casos los partidos se comportan como entidades entregadas a las alianzas. No obstante, muchas aspiraciones por firmas son lideradas por políticos de carrera, con años de experiencia, que buscan saltarse a los jefes de sus partidos.

Otra crítica que ha despertado la bonanza de aspiraciones con firmas es la de la competencia desleal. El que las recoge puede visitar barrios y localidades antes del 25 de julio, que es cuando oficialmente arrancan las campañas. Eso representa un vacío legal enorme que desequilibra la competencia. Así lo reconoce el Consejo Nacional Electoral en un comunicado en el que acepta que “no existe legislación que prohíba o limite la propaganda destinada a difundir el proceso de recolección de firmas”. Pero también hay que decir que este tipo de candidatos no cuenta con el respaldo de grandes maquinarias como los partidistas. Por eso algunos defienden la idea de que lo que los de firmas ganan en tiempo, termina siendo lo mismo que ganan los partidistas en maquinaria. Otra de las ventajas del atajo es evitarse problemas de doble militancia y mostrarse ante la ciudadanía como figuras frescas.

No en todas las regiones se ha despertado la fiebre de firmas por igual. Los departamentos más disparados en el tema son Valle del Cauca, donde solo para alcaldías hay 50 movimientos, Antioquia con 37, Meta con 20, Boyacá con 18 y Bolívar con 17. Que los grupos sean la moda en ciudades principales como Cali, Medellín y Cartagena no es coincidencia porque esas serán las plazas más peleadas después de Bogotá.

El trabajo que se le viene a la Registraduría es eterno. Como ha señalado el registrador nacional, Carlos Ariel Sánchez, más de 400 grupos significativos implican revisar aproximadamente 14 millones de firmas. Para la Misión de Observación Electoral (MOE) la mayor preocupación está en que “si bien los grupos de firmas son una opción legítima de participación política, lo que pasa es que se usa el mecanismo para quebrar la ley frente a la publicidad electoral y los recursos que se utilizan para esas campañas. Tiene que haber claridad frente a ese tema”. SEMANA hizo una revisión de los grupos significativos de las principales regiones del país y encontró que en esta ‘firmatón’ hay de todo. Desde candidatos tradicionales que prefieren las firmas porque los partidos no les definen nada, hasta aventureros que no vienen de la política y quieren probar suerte en las urnas.

Los reencauchados

En este grupo están los políticos que vienen de algún partido y prefirieron hacer toldo aparte. En Bogotá, por ejemplo, está el caso de Enrique Peñalosa, que luego de hacer esperar varios meses a Alianza Verde y coquetearle a Cambio Radical, decidió irse por firmas en su ‘Equipo por Bogotá’. En Medellín, Federico Gutiérrez, que fue concejal y se lanzó en 2011 a la Alcaldía por La U, ahora compite por el mismo cargo con su movimiento ‘Creemos’, es cercano a los uribistas y está con la fórmula del fajardismo para la Gobernación de Antioquia. Y en el Meta, el exgobernador Darío Vásquez Sánchez era de La U, y oficializó su candidatura para repetir cargo por ‘Compromiso Meta’.

Los aventureros

Estos son los que de buenas a primeras se subieron en la tarima, no tienen pasado político y representan la irrupción de la ciudadanía en los tarjetones. En Bogotá, está el caso de Daniel Raisbeck, un joven de 33 años, que escribía columnas en El Tiempo hasta finales de 2014 y se lanza a la Alcaldía por el ‘Movimiento Libertario’. En Santander y detrás de la Alcaldía de Bucaramanga está Rodolfo Hernández, un empresario del sector de la construcción que se lanzó por el grupo ‘Lógica, Ética y Estética’. Y también hay curas que saltaron de la Iglesia a las urnas. En Cali, el sacerdote Edilson Huérfano lleva varias semanas tocando puertas con su grupo ‘Cali...se le tiene cura’, y en Armenia el padre Carlos Eduardo Osorio hace unas semanas convocó una firmatón en el centro de la ciudad para llegar a la Alcaldía. En Cartagena, por el grupo ‘Primero la gente’ está Manolo Duque que viene de los micrófonos de La Cariñosa y ahora quiere llegar a la Alcaldía en un intento de repetir la victoria del fallecido exalcalde Campo Elías Terán. Y en el Meta, José Joaquín Sánchez, un reciclador, quiere ganar la Gobernación con su movimiento ‘Ciudadanos por el Meta 50 pasos adelante’.

El Plan B

Aquí clasifican los que tienen partido, pero ante la indecisión o el madrugón de otro candidato optaron por la firmas. En Cartagena, Andrés Betancur exconcejal del Partido Conservador renunció hace un año y ya casi completa las 200.000 firmas con su grupo ‘Cartagena con firma’. También está William García Tirado, que era de Cambio Radical, se fue por el mismo camino y dentro de sus propuestas está construir un ‘rumbódromo’. En Bucaramanga, Carlos Fernando Sánchez, cercano a la familia Aguilar, casa que siempre ha mandado la parada en la región, y exmilitante de Opción Ciudadana, se la jugó por firmas con ‘Santander en serio’.

El 25 de julio comienza la competencia real y se sabrá qué tanto madrugarle a la campaña por firmas trae sus frutos. Primero no todos los inscritos cumplen con los exigentes requisitos de las rúbricas y quedan a mitad de camino. Sin embargo, recoger firmas no significa llegar al final de la carrera, pues muchos candidatos pueden terminar dejando a un lado la convicción que tanto defienden para aliarse a último momento. El atajo puede dar ventaja al principio pero no es tan cierto cuando ya entran a la carrera los partidos y sus candidatos avalados.