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| Foto: Archivo particular

INVESTIGACIÓN

El caso de las narcomaletas diplomáticas

Narcos y coca colombianos, el servicio de inteligencia ruso y decenas de kilos del alcaloide en valijas diplomáticas forman parte de la compleja historia de una red internacional de narcotráfico. Esta es la historia de un caso que dará mucho de qué hablar en el G-20.

30 de noviembre de 2018

La embajada de la Federación de Rusia en Buenos Aires, Argentina, es el eje central de uno de los casos más graves en la historia reciente del narcotráfico. Protagonizan esta trama narcos colombianos, funcionarios rusos, valijas diplomáticas, espías del servicio de inteligencia del país euroasiático, policías y hasta jets privados para intentar transportar decenas de kilos de cocaína.

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Si bien podría parecer la síntesis del guión de una película de Hollywood, se trata de una de las más complejas redes para llevar cocaína colombiana hacia Europa, particularmente Rusia, en donde un solo kilo puede valer entre 50.000 y 80.000 dólares.

Parte de esta novela salió a flote a comienzos de febrero de este año cuando las autoridades argentinas anunciaron haber capturado a los integrantes de una red de tráfico de drogas. La información oficial decía que e1 13 de diciembre de 2016 el embajador de Rusia en ese país, Víktor Koronelli, se comunicó con la ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, para informarle que en el colegio que funciona dentro de las instalaciones de la embajada estaban 12 maletas sospechosas desde hacía varios meses.

Al acudir al lugar, agentes de la Gendarmería encontraron 389 paquetes de un kilo de coca, distribuidos en los equipajes. Un juez ordenó cambiar la droga por harina e instalar rastreadores satelitales en las maletas, en una operación coordinada con los rusos para dar con los integrantes de la red.

Pasó más de un año y el caso terminó con el anuncio, en febrero pasado, de la detención de rusos nacionalizados argentinos (uno de ellos policía), un exfuncionario de la embajada y un cuarto personaje ruso, detenido en Alemania y señalado de ser el jefe. El asunto quedó ahí y, tras unas reseñas en la prensa local, al poco tiempo el tema fue pasando al olvido. Sin embargo, la historia tiene muchos vacíos y graves interrogantes.

SEMANA viajó a Argentina para investigar el caso y habló con las principales autoridades de ese país que adelantaron las pesquisas, varios de los involucrados, así como con los agentes, fiscales y jueces encargados. También obtuvo copias del voluminoso expediente, la acusación y varias horas de grabaciones de los principales protagonistas. Esto, entre muchos otros elementos, deja en evidencia una trama de grandes proporciones.

El oso ruso

“La embajada rusa le avisó al Ministerio de Seguridad que habían encontrado estas valijas. Los dueños de la cocaína tenían un contacto adentro de la embajada y ese contacto les permitió entrar las valijas, pero de la noche a la mañana al tipo lo mandaron de vuelta a Rusia sin previo aviso”, contó a SEMANA uno de los investigadores de la Fiscalía a cargo del caso, quien pidió omitir su nombre. “Entonces, las valijas quedan ahí, una cosa muy rara, hasta que un día, seis meses después, deciden comunicarse con Gendarmería y ahí empezamos a investigar”, dijo el funcionario.

"La droga vino de Colombia, con lo cual uno puede imaginar que pudo haber salido de ese país con valija diplomática y uno imagina que pudo haber entrado (a Argentina) de la misma manera”, dijo la ministra de Seguridad de ese país, Patricia Bullrich.

El contacto al que se refiere es un hombre llamado Ali Abyanov, un diplomático señalado de ser una de las piezas clave del caso, que se desempeñaba como tesorero de la embajada rusa en Buenos Aires. Según las investigaciones, este hombre recibió repentinamente órdenes de regresar a Moscú, seis meses antes de que el embajador avisara a las autoridades argentinas sobre las maletas con coca.

Cuando cambiaron la coca por harina, para realizar una operación controlada, los argentinos intervinieron una serie de teléfonos. Gracias a esas comunicaciones se enteraron de que el diplomático Abyanov se comunicaba con Iván Blizniouk, ruso nacionalizado argentino y miembro de la Policía de este país, quien trabajó en el Instituto Superior de Seguridad Pública, donde se forman los cadetes, y prestaba sus servicios en la embajada. A pesar de su modesto salario, en 2015 viajó cuatro veces a Europa. En 2016, visitó Uruguay, Brasil y Alemania. Y el año pasado estuvo en China e Italia.

En las grabaciones también hay conversaciones entre este policía con otro ruso, supuesto empresario que vivía en Alemania, llamado Andrey Kovalchuk, conocido como el Señor K. “Él conocía a la gente de la embajada rusa, la comunicación era constante; tal vez, el vínculo lo pudo hacer desde antes con alguien más para enviar cocaína. Nosotros no sabemos si otra gente de la embajada sabía de esa cocaína, nosotros no avanzamos mucho en eso”, contó a SEMANA uno de los investigadores del caso. En los últimos tres años este hombre tiene registros de más de 16 viajes a Argentina.

Ante el regreso intempestivo de Abyanov a Moscú, las maletas con el cargamento de coca, avaluado en más de 60 millones de dólares, permanecieron varadas dentro de la sede diplomática durante todo 2017. Y la red hizo varios intentos por sacarlas de allí. Hay conversaciones entre el Señor K con Oleg Vorobiev, entonces primer secretario de la embajada, para solicitar información sobre supuestos viajes de delegaciones de cadetes a Rusia para capacitación. Buscaban camuflar la droga en una aeronave militar, pero el plan se frustró.


Las narcomaletas. En estas 12 maletas estaban distribuidos los 389 kilos de cocaína que pretendían sacar de Argentina rumbo a Rusia utilizando las valijas diplomáticas para evitar los controles.

También intentaron invitar, por medio del Ministerio del Interior de la federación rusa, a funcionarios argentinos de rango medio, pero claves en los controles aeroportuarios, algo que tampoco funcionó. En un tercer intento, ya desesperados por sacar las maletas con droga, el Señor K alquiló un vuelo chárter de un jet desde Rusia hasta Argentina por 380.000 dólares. Intentaban usar vehículos diplomáticos para llevar el cargamento hasta la aeronave, pero no lo lograron.

Parte de la dificultad para sacar la droga queda clara en una conversación interceptada, en la cual el policía habla con un cómplice, también ruso. “Y ahora que se le cortó el correo diplomático porque se peleó con el embajador, y no sabe qué hacer; ¿te podés imaginar el narcotráfico que antes salía de acá?”. Se refieren a supuestas diferencias que tuvo Abyanov con el embajador, a raíz de las cuales no pudo seguir usando los privilegios del servicio diplomático para enviar cocaína. Y es que no era la primera vez que ese hombre usaba esos canales para enviar la droga.

De hecho, al parecer ya lo había hecho cuando estuvo en otra misión diplomática. “Él (Abyanov) había estado en la embajada de Uruguay. Los investigadores creen que al menos en tres oportunidades hizo algo similar utilizando la inmunidad diplomática”, dijo a SEMANA Gerardo Milman, jefe de Gabinete del Ministerio del Interior de Argentina. El secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco, lo confirma: “Puede haber existido embarques en países vecinos usando la metodología de la vía diplomática”.

Las interceptaciones respaldaban las sospechas de los altos funcionarios. En una de ellas el socio del policía le recrimina por haber entrado el cargamento a la embajada de Buenos Aires. “Y ¿para qué trajeron a Argentina esa basura? La hubieran mandado de Uruguay. Y listo”, le dice, en referencia a otros envíos que hizo la red en el pasado desde territorio charrúa.

El ministerio argentino también confirmó a esta revista que las investigaciones a raíz del caso de la embajada permitieron determinar que entre 2012 y 2015 funcionarios rusos pasaron a Uruguay con droga. “Uno cruzó la frontera, llegó a Uruguay, abordó un vuelo y se llevó una valija cargada en la que dijo que llevaba vinos. Logró ingresarla con éxito a Rusia y empezó a repetir la mecánica una y otra vez, solo que ya iba con cuatro valijas, después con seis y así”, contaron a SEMANA. También confirmaron que, tras su arresto a comienzos de este año, Abyanov confesó los envíos de droga desde Uruguay hacia Rusia.

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La conexión colombiana

En medio de una operación de entrega controlada, los investigadores enviaron el cargamento de la embajada en un avión oficial ruso en diciembre del año pasado. De ese modo, las autoridades capturaron al exdiplomático Abyanov, al Señor K, al policía de la embajada, su cómplice, así como a dos ciudadanos rusos cuando recogían las 12 maletas cargadas de harina.

Los casi 400 kilos de coca incautados dentro de la sede diplomática rusa en Buenos Aires constituían uno de los mayores cargamentos decomisados en la historia de ese país. Las autoridades rusas y argentinas no dudaron en afirmar que con esos arrestos la red había quedado desmantelada en una operación exitosa. Sin embargo, no todos están de acuerdo.

Algunos de los agentes de la Gendarmería tienen reparos y afirman que los capturados son tan solo una parte menor de una red más compleja. “Un funcionario diplomático de rango medio como Abyanov y los otros detenidos no podían hacer una operación de ese tamaño. Por la cantidad, 400 kilos, es claro que no era la primera vez, pues los narcos no se arriesgan en un primer envío con esa cantidad si no están seguros de que llegará a su destino. Además, en la causa no se vinculó a otros funcionarios que claramente estaban involucrados y eso se debe a que no eran simples diplomáticos de la embajada. Al menos uno de ellos pertenece al SVR (Servicio de Inteligencia Exterior)”, contó uno de los investigadores de la Gendarmería a SEMANA.

No se trata de un asunto menor. La sigla SVR corresponde al Sluzhba Vneshney Razvedki o Servicio de Inteligencia Exterior. Se trata de una de las dependencias que el gobierno ruso creó para reemplazar a la KGB (ver recuadro). Tres fuentes adicionales confirmaron que uno de los diplomáticos que estuvo en contacto con los capturados pertenece realmente a ese servicio de inteligencia. Pero dijeron desconocer si su vinculación con el caso se debe a un tema institucional o a la actuación de un espía corrupto que vio en el tráfico de cocaína por los canales diplomáticos un negocio muy lucrativo.

No menos extraño resulta que, poco tiempo después de que el caso de la embajada se hizo público en Argentina, varias instituciones de ese país sufrieron ciberataques. Los funcionarios consultados por SEMANA negaron oficialmente que sus sistemas informáticos los hubieran recibido. Pero esta revista obtuvo un informe confidencial de las autoridades gauchas en el que relatan los ciberataques originados desde Rusia y otros lugares contra algunas de las instituciones que participaron en el caso (ver recuadro).

Otro de los grandes interrogantes tiene que ver con el origen de la droga. “En Argentina no hay una producción de semejante cantidad de cocaína. Era cocaína de máxima pureza. La sospecha es que ese tipo de droga vino desde Colombia. Este es un caso muy raro, parece una serie de Netflix”, dijo el jefe de Gabinete Milman a SEMANA.

Durante la rueda de prensa de la presentación del caso, la ministra Bullrich confirmó el origen colombiano del alijo, pero lanzó una perla sobre la forma como pudo llegar el cargamento hasta Buenos Aires. “La droga consideramos que vino de Colombia, con lo cual uno puede imaginar que pudo haber salido de ese país con valija diplomática y uno imagina que pudo haber entrado de la misma manera”.

Si bien las autoridades argentinas tienen certeza de que la cocaína provenía de Colombia, desconocen cuál organización la vendió. Parte de la respuesta puede estar en el mismo alijo. Las 389 panelas de coca tenían tres marcas diferentes: una estrella rusa y las letras L y G.

En los últimos cinco años las autoridades colombianas han incautado cargamentos en el golfo de Urabá, Córdoba, Cartagena, San Andrés y Riosucio (Chocó), pertenecientes a sendas estructuras del llamado Clan del Golfo, que utilizan justamente la estrella rusa como una de sus marcas. De igual forma, han decomisado panelas de coca con el logo LG, pero no han logrado establecer con certeza la organización o el capo al que pertenecen. SEMANA consultó a las agencias y autoridades antidrogas nacionales sobre el caso de la embajada rusa. Todos coincidieron en afirmar que lo desconocían y que ni rusos ni argentinos han solicitado información o colaboración al respecto.

SEMANA se comunicó con la embajada de Rusia en Argentina y por medio de su oficina de prensa afirmó que “la Embajada lamenta comunicarle que la investigación del caso mencionado todavía está en curso tanto en Rusia como en Argentina, motivo por lo cual esta misión diplomática no se encuentra autorizada para responder las preguntas concernientes a dicho caso”. Esta revista también contactó a la representación diplomática de ese país en Bogotá, pero no obtuvo respuesta. Lo cierto es que este caso tiene aún muchos interrogantes y posiblemente dará mucho de qué hablar.

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Los ciberataques

Recuadro 1

Poco después de hacer pública la incautación de droga, las entidades argentinas que participaron en la operación fueron víctimas de ataques de hackers desde Rusia.

El Ministerio de Seguridad argentino, pieza clave en la investigación para dar con los dueños de la cocaína ubicada en 12 maletas en el interior de la embajada rusa, sufrió ataques cibernéticos dos meses después de que se conocieron los detalles del operativo, como consta en un documento de inteligencia que conoció SEMANA. El primer ataque tuvo lugar el 21 de mayo de este año, según reporta la Dirección de Gestión Tecnológica de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, y se extendió hasta el 23 de mayo. Se trató de “un escaneo masivo de puertos a rangos de direcciones IP públicas de la PNA, GNA, PSA y el MINSEG, desde una dirección IP cuyos datos de radicación pertenecen a la Federación Rusa”, dice textualmente el documento.

Luego del primer ataque, hubo otros 14 intentos desde diferentes direcciones IP alrededor del mundo, entre los que se cuentan uno desde Medellín y otros desde Francia, India, Alemania, Pakistán, entre otros. Nadie conoce muy bien la razón de los repetidos ataques, aunque el documento oficial dice que “su intención fue la de extraer información de los organismos atacados o, de máxima, hacerse del control de las redes y servidores pertenecientes a los mismos”. La incursión logró afectar al Ministerio de Seguridad, pero se aclaró que la integridad de la información “quedó fuera del alcance del ciberataque”.

El ataque cibernético buscaba detectar si los puertos de varias redes del gobierno argentino estaban abiertos y, de esa manera, conun software que usa combinaciones alfanuméricas, encontrar acceso a información a través de un correo electrónico. SEMANA le preguntó al jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad argentino, Gerardo Milman, si el ataque había existido, lo que no dudó en negar.

Después de la desaparición de la KGB, el gobierno ruso creó el Servicio Federal de Seguridad (SFB), que se ha encargado de crear un programa agresivo de espionaje cibernético ultrasecreto llamado Planeta, conformado por especialistas en informática equipados con los softwares más sofisticados del mundo.

Este programa consiste en una red mundial de servidores instalados por los agentes del SFB. Estos supercomputadores tienen el nombre clave de Órbita y algunos se encuentran localizados en las residencias de los agentes o de personal reclutado por la SFB. De esta forma, con los servidores que tienen en América Latina, pueden recopilar, de manera clandestina, información militar, política, científica, económica y de tecnología estatal o privada.

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La nueva KGB
Recuadro 2

Uno de los involucrados en el cargamento es un funcionario del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia.

El espionaje ruso parece un cuento después de la caída de la Unión Soviética y la posterior desaparición de la KGB. Pero sigue existiendo con base en tres agencias: el Servicio Federal de Inteligencia (FSB), que investiga e intriga en el interior del país en temas de seguridad, comunicaciones y terrorismo. El Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), que hace inteligencia a gobiernos de gran parte del mundo y tiene fuerte presencia en América Latina, donde ha intervenido en campañas políticas. Así lo denunció Cambridge Analytica en referencia a la actuación rusa en las elecciones presidenciales que ganó Mauricio Macri. Además, está la Dirección de Inteligencia Militar (GRU), encargada también de la inteligencia exterior y que, se estima, ha puesto más de 130 satélites en órbita para hacer efectivas sus intrigas.

SEMANA conoció que en el caso diplomático de las maletas repletas de cocaína, al menos un funcionario de la embajada formaba parte del Servicio de Inteligencia Exterior. Eso arroja sobre el caso un manto de duda, pues entre las hipótesis de la investigación se encuentra que el envío de cocaína desde Latinoamérica podría ser sistemático y mezclaría no solo funcionarios del servicio diplomático, sino también de inteligencia.

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