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| Foto: Arquidiócesis de Bogotá

Religión

El viacrucis político y social del país, según el presidente de la Conferencia Episcopal

El arzobispo de Bogotá, monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Conferencia Episcopal, escribió para SEMANA sus reflexiones sobre los temas más turbulentos de la coyuntura nacional.

14 de abril de 2022

Mientras reflexionamos y oramos el Santo Viacrucis, unamos nuestra vida social llena de luces y sombras, con la vida de Jesucristo el Señor, con su viacrucis; para sentir que en el caminar de nuestra vida, no estamos solos, ya que el Señor nos ha hecho una promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

¿Nos falta valentía para defender la vida? Primera estación: Jesús es condenado a muerte.

Señor Jesús camino, verdad y vida, danos sabiduría y valentía para respetar la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, que nuestros hogares sean santuarios de la vida, que protejamos a las mujeres embarazadas, que los enfermos sean acompañados y en lo posible curados, que cuidemos con cariño a los ancianos, que seamos promotores del diálogo y del perdón para superar el odio y la guerra. Ten misericordia de hombres y mujeres asesinados, de los ancianos y enfermos abandonados. Que la vida humana sea acogida, agradecida y defendida como un regalo maravilloso de tu sabiduría y amor.

Segunda estación: Jesús carga con la cruz a cuestas.

Señor Jesús caminante del dolor con la cruz a cuestas, tú llevas el peso aplastante de nuestros pecados e injusticias. Danos la gracia de reconocer tu rostro sufriente en los migrantes y desplazados. Ellos han dejado sus bienes y su tierra con nostalgia, y caminan con la esperanza de volver un día a su propia casa. Que nadie se sienta forastero ni extranjero entre nosotros. Que podamos: Acoger – Proteger – Promover – Integrar a los desplazados y a los migrantes. Ten misericordia de todos los que huyen a causa de la guerra o del hambre. Recuérdanos que todos somos una sola familia y que tú caminas con nosotros.

Tercera estación: Jesús cae por primera vez.

Hijo de Dios, Jesús, por ti fueron creadas todas las cosas. Te formaste en el seno materno de María, te hiciste parte de esta tierra y miraste este mundo con ojos humanos. Escucha el clamor de la tierra, quemada, contaminada, deforestada, destruida. Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, que sembremos hermosura y no contaminación. Ten misericordia de toda la creación, de los ríos, de los árboles, de los animales, de la tierra y del aire. Enséñanos a reconocer el valor de cada persona y de cada cosa. Enséñanos vivir la belleza de la fraternidad y a vivir con responsabilidad el cuidado por todo lo creado.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su Santísima Madre.

Señor Jesús gracias por permitir este encuentro tuyo con el amor de tu Santísima Madre. Gracias por todas las mujeres y por cada una: por las madres, las hermanas, las esposas; por las mujeres consagradas a Dios en la virginidad; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia; por las mujeres que trabajan profesionalmente, mujeres cargadas a veces con una gran responsabilidad social. Ten misericordia de las mujeres explotadas sexualmente, de las mujeres esclavizadas por los poderes económicos, de las mujeres discriminadas y pisoteadas en su dignidad. Danos la alegría de vivir la fraternidad entre hombres y mujeres, para que caminemos con María, en medio de los dolores de cada día, hacia la paz y la santidad.

Quinta estación: el Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz.

Señor Jesús cargado con la cruz de nuestros pecados vas camino al calvario. Ilumina el corazón de todos, especialmente de los gobernantes y de los empresarios para que promuevan acciones concretas en favor de quienes sufren por falta de trabajo, tierra y techo. Ten misericordia de la humanidad ciega y encerrada, que vive en la indiferencia, que no te reconoce como Dios vivo y cercano, que no cuida la belleza de lo creado, y que no reconoce el rostro de los hermanos. Gracias Señor, por todas las organizaciones caritativas, de la Iglesia y fuera de ella que, realizan obras de misericordia y solidaridad en favor de los más necesitados.

Sexta estación: la Verónica enjuga el rostro de Jesús.

Señor Jesús tú diriges una invitación a los enfermos y a los oprimidos, cuando dices: Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, sabemos que tú miras con amor a quien siente angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad. Ten misericordia de todos los enfermos y de la humanidad herida. Danos ojos que vean al enfermo, danos corazón para amarlo y no correr indiferentes, danos tiempo para detenernos ante el dolor del enfermo, danos manos para consolar a cada persona en su condición de enfermedad, sin descartar a nadie. Que podamos reconstruir el sistema de salud en todas las regiones. Sobre todo, danos tu ternura para entregarnos al servicio de los enfermos con paciencia y disponibilidad como lo haces tú Señor.

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez. 

Señor Jesús Hijo amado del Padre, hermano nuestro, compañero de camino, haz que nuestro corazón se renueve con la luz de tu Palabra, quédate siempre en el camino de nuestra vida, abre nuestros ojos para reconocerte al partir el pan de la fraternidad en la Eucaristía de cada día. Concédenos la gracia de recomenzar siempre, de corregir lo que sea necesario. En nuestras caídas, danos el valor para levantarnos y acrecienta nuestra confianza en ti para ayudar a otros a levantarse. Ten misericordia de nosotros encerrados en nuestro egoísmo, esclavos de la vanidad, de los celos, la rivalidad y la polarización. Que con alegría vivamos la fraternidad que nos permite compartir los bienes materiales y el tiempo, las experiencias y la esperanza, las lágrimas y la sonrisa, los conocimientos y la sabiduría. Que la fraternidad sea nuestra forma de ser, que nada nos divida y que vivamos cada jornada como hijos del mismo y único Padre. Guía, Señor, nuestros pasos por el camino de la solidaridad.

Octava estación: Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén. 

Señor Jesús redentor de la humanidad, encontrarnos contigo llena nuestra vida de alegría y esperanza. El encuentro contigo es el fundamento de nuestra vida cristiana. El encuentro contigo Señor, es el verdadero comienzo de nuestra conversión. Danos la gracia de ese encuentro salvador que ilumina nuestra conciencia, para que aprendamos a darle más valor la persona que a la economía, más valor al ser que al tener, para que descubramos el profundo valor de la libertad y de la responsabilidad. Que el encuentro contigo Señor Jesús, nos anime al encuentro con todas las personas. Que allí donde hay egoísmo cultivemos la fraternidad, donde hay indiferencia solidaridad. Que el encuentro contigo nos lleve a descubrir la belleza del Creador en toda la creación. Guía, Señor, nuestros pasos por el camino de la solidaridad.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez. 

Señor Jesús tu eres el Dios con rostro humano que nos has amado hasta el extremo. Tú nos has enseñado que podemos nacer de nuevo, aunque parezca demasiado tarde, nos has enseñado que podemos decir: Me levantaré e iré a la casa de mi padre. Señor ten misericordia de las personas y los pueblos que, ante la guerra, la corrupción y la injusticia se debilitan en la esperanza. Que la corrupción sea superada desde la honestidad de nuestra conciencia, danos liderazgos que nos atraigan hacia el testimonio de la transparencia, que nuestras manos no se manchen con enriquecimientos ilícitos y que no negociemos los valores de la transparencia y de la austeridad. Que la anticorrupción no se solo un discurso sino una cultura capaz de renovar desde dentro la sociedad. Señor aumenta nuestra fe para que se renueve la esperanza en nuestra vida, solo así seremos testigos de esperanza en nuestra comunidad. Que los huesos secos recobren la vida por la acción del Espíritu Santo.

Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.

Señor Jesús tú eres la luz del mundo, guía nuestros pasos por el camino de la paz. Ayúdanos a reconocer el gravísimo mal que entraña para las familias y la sociedad el narcotráfico con sus caminos de sombra y de muerte. Que veamos el daño que causa a la vida de nuestros pueblos, a la economía, a la política y a la ecología. Señor Jesús que, en nuestras familias Tú seas el mayor tesoro. Que no nos dejemos engañar por propuestas de riqueza rápida y fácil. Señor danos sabiduría y valentía para liberarnos del flagelo social del narcotráfico. Permite que, con nuestro trabajo honrado, busquemos primero la vida, la verdad y la justicia, seguros de que lo demás, nos vendrá de ti por añadidura. Así, ante tu nombre Señor Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua proclame ¡Jesucristo es Señor! Para gloria de Dios Padre.

Décima primera estación: Jesús es clavado en la cruz.

Señor Jesús rostro misericordioso de Dios Padre, desde el comienzo de tu predicación nos anuncias el Reino y, nos invitas a la conversión. Somos tu Iglesia, Pueblo de Dios, somos hombres y mujeres de todas las razas, llamados a la santidad personal y comunitaria. Ayúdanos a escuchar el clamor de la tierra y el grito de los pobres; llámanos a una verdadera conversión integral, para que tengamos una vida humilde, fraterna y sobria. Danos una conversión integral vivida con alegría y gozo cristiano. Que la lectura orante de la Palabra de Dios nos ayude a profundizar y descubrir los gemidos del Espíritu y nos anime en el compromiso por el cuidado de cada persona humana y por el cuidado de la “casa común”. Te lo pedimos a ti, que nos dices que hay mucha alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte. Y te suplicamos que guíes nuestros pasos, por el camino de la paz.

Décima segunda estación: Jesús muere en la cruz.

Señor Jesús, Hijo de Dios, cordero inocente y puro que mueres en la cruz, te suplicamos por los niños que fueron confiados al vientre de una madre y no pudieron nacer porque fueron abortados, escucha ese grito angustiado del inocente e indefenso que es condenado. Confiamos con esperanza esos niños a Dios Padre, rico en misericordia. Ten piedad Señor, de los hombres y mujeres que han recurrido al aborto, ten misericordia de los médicos y enfermeras que lo han practicado, y de quienes lo han promovido. Señor, a quienes reconocen su pecado ayúdales a sanar esa herida interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no les dejes vencer por el desánimo y la desesperanza. Antes bien, que comprendan que el Padre de toda misericordia les espera, para ofrecerles siempre su perdón y su paz, en el sacramento de la Reconciliación.

Décima tercera estación: Jesús bajado de la cruz.

Señor Jesús cordero sacrificado a causa de nuestros pecados, sabemos que cumplir la misión hasta las últimas consecuencias incluye el paso por el monte del dolor e incluso llegar hasta la muerte como lo hiciste tú. Señor te presentamos a todos los desaparecidos a causa de la violencia, los que están en fosas comunes, los que fueron tirados a los ríos y aquellos que permanecen secuestrados. Ten misericordia de los victimarios, no los trates como merecen sus pecados. Fortalece a las familias de los desaparecidos y secuestrados, sana sus corazones heridos. Que los secuestrados vuelvan libres a sus casas, que se termine ese delito atroz del secuestro. Que los desaparecidos que fueron asesinados, sean por ti Señor recibidos en las moradas eternas y que sus familiares conozcan al menos la verdad por parte de sus victimarios. Que la vida humana sea respetada para que tengamos la verdadera paz que viene solo de ti, salvador nuestro.

Décima cuarta estación: Jesús es sepultado y al tercer día resucita.

Señor Jesús gracias por asumir nuestra muerte para llevarnos a la vida nueva. El pesimismo y el miedo nos entristecían, pensábamos que en el mundo reinaba la muerte. Has cambiado nuestro luto en danza, los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. Tú has venido para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia. Señor tú vives para siempre, tu vida nos colma de alegría, tu presencia no llena de esperanza. Señor aumenta nuestra fe y haz que anunciemos con gozo la buena noticia de la vida, que en medio de toda fragilidad vivamos con dignidad. Que los niños por nacer sean esperados y los ancianos acompañados. Que contigo Señor pase la ya la noche oscura del terror y amanezca el nuevo día: el día de la vida y del perdón, día del respeto y la bondad, día de la ternura y la verdad, día de la justicia y la paz. Que la luz de Cristo brille por siempre en el mundo.