Home

Nación

Artículo

El Foro Nacional sobre Víctimas se realiza en Cali. | Foto: Luis Ángel Murcia / SEMANA

CRÓNICA

Las huellas de la violencia en Colombia

Durante el Foro Nacional sobre Víctimas, hubo un hecho común: las cicatrices que deja el conflicto armado.

4 de agosto de 2014

A Lorena, Teresa y Manuel los une el mismo dolor. Los tres llevan en sus rostros las cicatrices de la violencia. Los tres han llorado desconsoladamente a sus seres queridos; y los tres esperan algún día escuchar la verdad sobre lo que pasó con ellos. 

Lorena lleva consigo un duelo silencioso que pide a gritos que las FARC le devuelvan a su hermano secuestrado en 2010 en Putumayo. 

Teresa escasamente tiene alientos para recordar a su pequeño Jhonatan de 16 años, asesinado y presentado como un guerrillero muerto en combate en 2008, en Norte de Santander.
 
Y Manuel implora porque su vereda El Arenillo, deje de ser el refugio de cuanto actor armado llega a la zona rural de Palmira, Valle.
 
Los tres tienen la huella del sufrimiento; pero a su vez ellos son la luz de esperanza sobre lo que será la virtud del perdón. Pese a tanto dolor, en ellos no hay espacio para el rencor. Solo quieren saber la esquiva verdad.
 
Ni siquiera un cementerio encierra tanto drama como el que se percibe en los corredores del Centro de Eventos Valle del Pacífico, escenario escogido por la ONU y la Universidad Nacional para realizar allí el gran Foro Nacional Sobre Víctimas.
 
El ejercicio que arrancó el pasado domingo un poco accidentado y con algunos roces, al final cumplió su objetivo: reunir en un mismo lugar al mayor número de víctimas del conflicto interno. Se calcula que asistieron 1.600.

La actividad que cierra este martes 5 de agosto, es el complemento de tres foros regionales ya realizados en Villavicencio, Barrancabermeja y Barranquilla y todos ellos responden a la solicitud realizada por la mesa de conversaciones entre el Gobierno Nacional y las FARC.
 
Fabrizio Hochschild, coordinador de la ONU Colombia, explicó que el foro tiene dos objetivos: el primero, recibir y sistematizar las propuestas de las víctimas, teniendo en cuenta los principios acordados por la Mesa de Conversaciones. Y segundo, constituir un espacio para el reconocimiento de los derechos y la dignificación de las víctimas del conflicto armado.

“Este foro no es solamente para contribuir al proceso de paz, también es un espacio de paz. Rogamos a todos mostrar el máximo respeto por los demás, reconocer el dolor y aceptar opiniones diferentes, evitar estigmatizaciones y el uso de palabras que pueden causar dolor”, dijo Hochschild durante el foro en Barranquilla, pero en el de Cali ocurrió todo lo contrario durante la jornada de apertura.
 
Marco Romero, director de Codhes Colombia se mostró tranquilo por la aguda deliberación desatada entre las víctimas y los organizadores, ya que según él, eso hace parte del propósito de un ejercicio en el que confluyen afectados por todos los actores armados del conflicto interno colombiano.
 
Una de las reglas de oro del Foro Nacional, es que garantizó una participación amplia y plural de todas las víctimas a través de las mesas de trabajo, sesiones plenarias, un acto simbólico de dignificación y reconocimiento de los derechos de las víctimas y cuatro paneles, con invitados nacionales e internacionales, entre ellos víctimas de conflictos de Uganda, Ruanda, El Salvador e Irlanda del Norte.
 
Prueba de ello es que al cierre de la segunda jornada del foro, circuló una declaración pública firmada por familias de exsecuestrados de las FARC, con cinco puntos en los que resumen su postura de apoyo al proceso de paz; la condición de víctimas para los miembros de la fuerza pública secuestrados.
 
También exigen dar a conocer el paradero de otros plagiados de los que no se tiene noticia; ampliar el porcentaje de participación en representación de las víctimas en la mesa de La Habana; y la visibilización de las víctimas.
 
Por esa razón uno de los temas álgidos que cumple el Foro Nacional, es la sistematización de las propuestas ciudadanas que se llevarán a la mesa de La Habana y los voceros de esa representación.
 
El hermano de Lorena

En ese foro estaba Lorena; como sonámbula recorría los pasillos del auditorio, pegando en murales improvisados la foto de su hermano Alex Ortega, secuestrado por cinco hombres armados y encapuchados. Era una tarde del 3 de julio de 2010.

Álex Ortega Ortiz fue secuestrado desde 2010 en La Hormiga Putumayo, por delincuentes comunes y al parecer vendido a las Farc. Hasta hoy se desconoce su paradero y su integridad, pues los captores no volvieron a llamar desde hace tres años.

Todo indica que el rapto lo hicieron delincuentes comunes, pero vendieron a su hermano al Frente 32 de las FARC o una columna móvil de Nariño, conocida como Mariscal de Sucre.
 
“Mi hermano estaba con mi papá y otras tres personas, recorriendo la finca, cuando fueron interceptados. Solo se lo llevaron a él y a mi papá y sus acompañantes los liberaron seis horas más tarde”, recuerda Lorena.
 
La jovencita cree que Alex está vivo y fue reclutado por la guerrilla; sin embargo ella misma reconoce que desde diciembre de 2010 no volvieron a comunicarse.
 
Por ello viajó hasta Cali a participar en el Foro. Primero, porque quiere que la foto de su hermano circule en los medios de comunicación; y por otro lado espera una respuesta sincera de la guerrilla. “Es más difícil llevar el duelo de un desaparecido que el de un muerto”, sentencia con una rigidez que se esconde tras una tormenta de lágrimas.
 
También explica que en la mesa 12 del Foro, donde tuvo la oportunidad de exponer su caso, solo se limitó a entregar su propuesta para La Habana, consistente en que haya una verdadera resocialización de los guerrilleros, para que no vuelvan a sus andanzas.
 
El hijo de Teresa

Doña Teresa Badillo llegó a Cali desde Gamarra, Cesar, con un solo propósito: lograr que los agentes del Estado digan la verdad sobre los delitos que cometieron y que reciban el peso de la justicia.
 
Ese dolor que expresa cuando se le pregunta por su presencia en el Foro, lo explica un hecho despiadado. Su único hijo de 16 años y con un problema cerebral, fue asesinado dentro de los mal llamados falsos positivos, ocurridos en Norte de Santander.
 
“No solo se metieron con mi pequeño que tenía problemas mentales, sino que lo vistieron con camuflado, le pusieron un fusil y una pistola y lo mostraron como un guerrillero. Ni siquiera se percataron que él era zurdo”, recordó doña Teresa, que hoy lidera el Movimiento Víctimas de Crímenes de Estado, Movices.  
 
Su muchacho fue raptado en la noche del domingo 30 de agosto de 2008. La última persona que lo vio fue el dueño de una panadería de Gamarra, donde Jhonatan compró a eso de las 9:00 de la noche un pan y una chicha. Pese a su problema mental, Jhonatan era pilo y se ganaba algunas monedas cargando maletas en la terminal de transporte.
 
Pero dos días después las autoridades hicieron el levantamiento de su cuerpo a dos horas de Gamarra, en un caserío de Ocaña, Norte de Santander. Lo presentaron como un guerrillero muerto en combate.
 
La vereda de los paras

El sueño de Manuel Esteban Guefia es sembrar moras en la tierra fértil de su natal El Arenillo, una vereda de Palmira, Valle y que está enclavada en la cordillera central.
 
Lo único malo del sueño de Manuel, es que no ha sido posible llevarlo a cabo sin lágrimas y dolor, porque desde que tiene memoria esa zona ha sido usada como refugio de cuanto grupo armado ilegal se instala en la zona.

“Primero fue la guerrilla y luego los paramilitares. Cada llegó con el cuento que nos iban a cuidar y resultó todo lo contrario porque muchos tuvimos que huir”, recuerda este hombre que lleva seis décadas labrando la tierra.
 
Pero el episodio más trágico de esa colonización armada ocurrió en 1999 cuando llegó el frente La Buitrera del bloque Calima de las AUC y se mantuvo hasta 2004 cuando se desmovilizaron.
 
Precisamente cuando estaban los paramilitares, se presentó un incidente que acabó con la vida de su hermana Benilda, quien murió a los 35 años tras el estallido de una granada.
 

Foto: Luis Ángel Murcia / SEMANA

Resulta que la casa de Benilda era la única en la vereda que tenía servicio de energía eléctrica. Una noche llegaron dos paramilitares y la obligaron a que les pusiera música y empezaron a ingerir licor. En medio de la borrachera se desató una pelea entre los dos paras y en la discusión activaron una granada que estalló y mató a Benilda.
 
“Ahora solo queremos vivir en paz y por eso nuestra propuesta para la Habana es que todos los actores armados se comprometan a no repetir la violencia y que haya una efectiva reparación”, explicó Manuel, quien ahora lidera la Asociación de Campesinos de El Arenillo.

Nota de la redacción: Por un error, inicialmente este artículo estaba acompañado de fotografías de personas que no eran víctimas. Semana.com presenta excusas a los usuarios, a quienes estaban en las imágenes y a las víctimas.