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Al paredón con María Isabel

¿Ha sido usted el verdadero poder detrás del trono?

El abogado y empresario Carlos Pérez Norzagaray le contesta a María Isabel Rueda.

15 de julio de 2006

Carlos Pérez Norzagaray es uno de los personajes más enigmáticos del país. La opinión pública no lo conoce pero, en cambio, todos lo hacen en los altos círculos del poder. Perteneciente a la alta sociedad, y con una figura de ‘dandy’, está casado con una mujer aristócrata a quien todo el mundo aprecia. Cuñado del industrial Julio Mario Santo Domingo, aclara que su relación con él es estrictamente familiar. Sus conexiones son por otro lado. Trata a pocas personas pero cada una de ellas tiene una enorme influencia en esferas distintas. Y su biblioteca se ha convertido en un centro alterno del poder en Colombia.

En su vida no creo que haya concedido una entrevista. Nunca pensé que me la diera a mí, pero lo hizo, y aquí está.

M.I.R.: Usted ha sido durante los últimos 60 años una especie de poder detrás del trono. Todos los Presidentes del país han desfilado por su casa, así como importantes figuras internacionales: amigos personales suyos como el general Omar Torrijos, el ex presidente venezolano Carlos Andrés Pérez y Fidel Castro…

C.P.N.: Yo no diría tanto como el “poder detrás del trono”, pero en mi vida sí he tenido la suerte de contar con la amistad de personas claves en la vida nacional e internacional, y de ser testigo de acontecimientos muy importantes.

M.I.R.: Usted no ejerció nunca la actividad política directa. Y sin embargo, participó en aspectos decisivos de las relaciones de Colombia con Venezuela y Panamá, en calidad de negociador oficial expreso...

C.P.N.: Jamás recibí honorarios por las misiones oficiales o diplomáticas que se me encomendaron. Desciendo de una estirpe de patriotas que no somos remunerables ni nombrables.

M.I.R.: Usted en Venezuela se ha movido desde hace años como Pedro por su casa.¿Cómo llegó a ser parte del establecimiento venezolano?

C.P.N.: Cuando se presentó allá la revolución del 45, para tumbar al general Medina Angarita, les presté unas armas a los revoltosos, que eran amigos míos. Yo tenía 19 años y era intendente de Arauca por cuenta de López Pumarejo. Ahí me volví amigo de Carlos Andrés Pérez y de toda esa otra gente que después se volvió importante en Venezuela. Ramón Velásquez, Consalvi…

M.I.R.: Pero si comenzó esa amistad a los 19 años, ya tiene más de medio siglo. ¿Eso explica que cada vez que usted va a Venezuela lo reciben como jefe de Estado?

C.P.N.: Más bien como un amigo. Pero le aclaro que las cosas fueron al revés. Cuando ellos estaban exiliados, el que los recibía como jefes de Estado era yo. Ellos eran unos rebeldes con sueños. Y muchos pasaron temporadas refugiados en mi casa.

M.I.R.: Dicen que usted en Panamá movió muchos hilos. ¿Cómo conoció a Torrijos?

C.P.N.: Nos presentó un amigo común y nos hicimos íntimos amigos. Él era la inteligencia natural más prodigiosa que he conocido en mi vida. Su muerte significó una pérdida enorme para Centroamérica. Se habría evitado que se convirtiera en esa cosa demócrata-cristiana creada por el presidente Caldera y su canciller Calvani.

M.I.R.: Tengo entendido que entre usted, López Michelsen y Carlos Andrés Pérez se cranearon la idea de lograr que los gringos le devolvieran el Canal a Panamá… ¿Por eso acaba de venir el presidente Martín Torrijos a Colombia a condecorarlo? No es frecuente que un Presidente venga a la casa de uno a hacerle una distinción como esa…

C.P.N.: Sí. Pero en mi vida he sido poco dado a recibir menciones, homenajes o prebendas burocráticas. Lo que quisimos fue formar un país, porque Panamá era el último enclave colonial de los gringos en el mundo. Y lo logramos. No fue fácil. Nos preocupaba Nicaragua, pues Tacho Somoza, el dictador nicaragüense, era una ficha de Estados Unidos y le tenía pánico a Torrijos. A eso se sumaba que el tratado Esguerra Bárcenas, firmado entre Nicaragua y Colombia, no está aprobado por ninguno de los dos gobiernos.

M.I.R.: Pero ¿cómo se concretó la devolución del Canal?

C.P.N.: Viéndolo retroactivamente, fue una hazaña. Tuvimos que poner de acuerdo a Carlos Andrés, a Alfonso López, a Daniel Odúber, a Fidel Castro, a Felipe González. Imagínese las horas interminables que hubo que dedicarle a eso. Y yo hasta terminé hablando con el Sha de Persia y con el jeque Jamani. En todo caso, logramos armar una coalición con todos esos personajes. Recuerdo que cuando se hizo la ceremonia de entrega del Canal, estaba en Panamá la periodista Barbara Walters y le dijo a Torrijos: “General, lo felicito porque ha entrado usted a la historia”. Y Torrijos le contestó: “A mí lo que me interesa no es entrar a la historia, sino al Canal”.

M.I.R.: ¿Es verdad que también es usted muy amigo de Fidel Castro?

C.P.N.: No ideológicamente, pero sí de manera personal somos muy amigos. Siempre me ha impactado que es un hombre muy bien educado, y que habla con una voz muy suave que va en contravía de la imagen de ese gigante que ha tenido a Estados Unidos a raya durante los últimos 50 años. Lo educaron los jesuitas en el colegio Belén. Pero él hoy está retirado, organizando su sucesión. Tengo amigos en Cuba que me cuentan cosas… Castro sabe que su sucesión va a ser una cosa muy complicada, porque la gente no aceptará jamás a su hermano Raúl, quien fue el que metió a Fidel en el Partido Comunista. La verdad es que Fidel es irreemplazable, y nadie sabe qué pasará después de su muerte.

M.IR.:¿ Todavía puede Castro darnos una manita para resolver el problema con la guerrilla?

C.P.N.: No creo que eso le interese ya.

M.I.R.: ¿Es verdad que usted ha sido amigo íntimo de todos los presidentes de Colombia, desde López Pumarejo?

C.P.N.: He tenido buenas relaciones casi con todos. Con unos más que con otros.

M.I.R.: ¿Con cuáles más?

C.P.N.: Yo diría que con Alberto Lleras y los dos López.

M.I.R.: Dicen que usted fue el artífice del asilo de López Pumarejo y de Carlos Lleras en la embajada de Venezuela cuando les quemaron las casas en 1952…

C.P.N.: Yo conocía al entonces presidente Pérez Jiménez porque formó parte de la junta provisional de gobierno que tumbó al general Medina. Cuando les quemaron las casas, me fui inmediatamente donde el ‘Catire’ Pietri, en ese momento embajador de Venezuela en Colombia, y él me dijo: “Tráetelos ya”. Así lo hice. Me llevé a López y a Lleras en mi propio carro a la embajada. En ese momento llegó Luis Ignacio Andrade, que era ministro de Gobierno, y Pietri me escondió detrás de un biombo. Desde ahí oí a Andrade decir: “No son más que cosas de unos policías borrachos”. Pero Pietri le replicó que el asunto era muy grave, porque se trataba de un ex presidente de la República. Cogió el teléfono, le pasó a Pérez Jiménez, y éste le dijo a Andrade: “No sólo le doy la orden a Pietri de que conceda el asilo, sino que le notifico al presidente Urdaneta que una cercanía de más de 200 metros a la sede de esta embajada por parte de la Policía y del Ejército, lo consideraría un acto de guerra”.

M.I.R.: Ahora que se celebra el centenario de su nacimiento, ¿cómo podría describirme a Alberto Lleras Camargo?

C.P.N.: Era un hombre muy hábil, sumamente inteligente y con el don extraordinario de la palabra escrita. El famoso discurso cuando la muerte del presidente López Pumarejo lo escribió en dos horas. Él pensaba sobre la máquina de escribir. Estoy de acuerdo con la apreciación de García Márquez de que él era un gran periodista perdido en la política…

M.I.R.: El ex presidente López Michelsen dijo que el biógrafo de Lleras Camargo debió haber sido usted…

C.P.N.: Pues yo sí que tengo anécdotas para contar sobre su pulcritud personal y sobre su pobreza. Jamás le interesó el dinero. Aún recuerdo cuando tuve que ir a la Caja de Previsión Social, a jurarle a un empleado que Berta Puga era la legítima esposa de Alberto Lleras. Apenas firmé el documento, le pegué una vaciada…

M.I.R.: ¿Es cierto el cuento de que usted declinó la Cruz de Boyacá?

C.P.N.: El presidente Turbay pensó que la merecía por mis gestiones ante el gobierno de Panamá. Por solicitud presidencial acudí ante el general Torrijos para que se ratificara el Tratado con Colombia de áreas marinas y submarinas. Pero con recelo e insidia, quienes no participaron en el proceso quisieron acusar a López ante el Congreso por traición a la patria. Carlos Lleras Restrepo, en uno de sus comentarios semanales, creó una imaginaria pérdida de los derechos de Colombia en el Canal, y puso en duda hasta la pureza republicana de la decisión panameña. Por ese motivo decliné aceptar la Cruz de Boyacá. Finalmente, Colombia y Panamá ratificaron sus compromisos y quedó a salvo de suspicacias la palabra de López y Torrijos.

M.I.R.: ¿Qué opina del presidente Uribe?

C.P.N.: A él lo conocí en Londres, cuando estudiaba en Oxford, por sugerencia de López Michelsen, quien me comentó que era un joven muy interesante. En esa reunión lo recuerdo muy callado. No se quitó la gabardina en toda la tarde, y parecía un seminarista. ¡Qué diferencia con la personalidad que ha mostrado como Presidente! Está haciendo muchas cosas bien. No se parece a ninguno de sus antecesores. El país va para adelante con optimismo. Sin embargo, tengo reservas. Pienso que con la reelección inmediata, se rompió una tradición de casi dos siglos en Colombia. Es bueno que el gobernante sea fuerte, pero es peligroso que incurra en excesos, y la reelección inmediata propicia esa tentación. Afortunadamente, hasta ahora Uribe ha mostrado equilibrio en ese frente.

M.I.R.: Son 60 años de haber sido el hombre detrás del trono. De todas estas experiencias, ¿cuáles son las impresiones que le quedan sobre el poder?

C.P.N.: En lo que a mí se refiere, veo el poder como una combinación entre como lo veía Darío Echandía hace 50 años y como lo ve hoy el caricaturista Vladdo. ¿No le parece paradójico? Echandía decía: ¿El poder para qué? Y Vladdo es un obsesionado de los excesos del mismo. Estoy como de acuerdo con ambos.