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Los magistrados María del Rosario González y Jesús Vall de Rutten. A la derecha, la carta que enviaron. | Foto: Cortesía El Espectador / Archivo SEMANA

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Las cartas de renuncia de los magistrados de la Corte Suprema

María del Rosario González y Jesús Vall de Ruten renuncian como protesta a los recientes acontecimientos de la rama judicial en Colombia. A pesar de algunas críticas se trata de un gesto digno y valiente.

26 de marzo de 2015

El último capítulo en la telenovela de la crisis de la justicia son las cartas de renuncia que los magistrados María del Rosario González y Jesús Vall de Ruten presentaron, las cuales denotan una decepción por lo que ocurre en las altas cortes.

"Los acontecimientos que conmueven al país, relacionados con la rama judicial del poder público, me inducen a presentar mi renuncia como magistrado de la Corte Suprema de Justicia", dice González. Y agrega, "en mi desempeño profesional y académico siempre he sido coherente en honrar el inmenso honor del que he sido objeto por parte de la corporación judicial, correspondiendo hasta el límite de mis capacidades con el encargo que por conducto de la misma entiendo recibí de la sociedad".

A su turno, Vall de Ruten anota en su carta: "Los actuales momentos en las altas cortes han generalizado un clima de suspicacia que nos enfrenta a todos -independientemente de cuál hubiera sido nuestro desempeño particular- a convivir con una especie de presunción de culpabilidad".

El magistrado va más allá y anota que “si el país no confía en sus más altos jueces, debería adoptar las medidas que resulten necesarias para restablecer la confianza perdida, pero no degradar los órganos de justicia, obligando a sus integrantes a vivir bajo sospecha".

Vall de Ruten concluye que la justicia sin majestad no es nada y dice que: “la justicia de los hombres funciona por cuanto la sociedad acata y no por cuanto quienes la operan revelen en sus decisiones el don de la infalibilidad".

Las denuncias de los dos magistrados han producido reacciones mixtas. Por un lado son considerados dos de los exponentes más respetados que tiene hoy la cuestionada justicia colombiana. Dada su trayectoria profesional y reputación es evidente que se trataba de una decisión tomada por principios y no por cualquier otra consideración. Sin embargo, el gesto no ha sido interpretado en esa dimensión por algunos de sus colegas de la Corte Suprema de Justicia, quienes no han ocultado su desagrado por esas dimisiones.

Un magistrado que habló con Semana.com afirmó que: "Deja muchas dudas que los magistrados no hayan presentado su renuncia de manera inmediata, sino que le hayan puesto fecha. Si están tan indignados con la crisis de la justicia, que se aparten de una vez, pero es muy extraño que se queden casi tres meses en sus cargos", dijo, en referencia a que la magistrada González solicitó su retiro a partir del primero de junio, cuando su periodo en la corte terminaocho días después. Esa crítica no se le puede hacer a Vall de Ruten quien se irá el 4 de junio, cuando le falta todavía la mitad de su periodo de cuatro años.

En medio de una crisis tan profunda como la de la justicia colombiana en la actualidad es muy difícil que haya unanimidad alrededor de cualquier medida o decisión que se tome. En ese sentido las suspicacias que han generado las renuncias de los magistrados María del Rosario González y Jesús Vall de Ruten son comprensibles. Pero esto no puede opacar el valor y la dignidad de su acto.