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Mensajes sorpresivos

En su primera semana, Uribe le tendió la mano a la guerrilla y les jaló las orejas a la banca multilateral y al Banco de la República. ¿Qué alcance tiene todo esto?, 50968

2 de junio de 2002

En la noche del domingo, en su discurso de triunfo, Alvaro Uribe Vélez sorprendió con algunos anuncios. El primero, que intentaría buscar una mediación internacional para iniciar un nuevo diálogo con los grupos armados ilegales. El segundo, que los organismos multilaterales de crédito tenían que reorientar su política y revisar sus doctrinas y que el Banco de la República "revisará su cartilla" en vista de la gran pobreza y desempleo en Colombia.

Sonó contradictorio que el candidato de ?mano dura? enviara al país tan rápidamente un mensaje de diálogo con la guerrilla. En la superficie parecía un gesto de reconciliación con los alzados en armas. No obstante, ni el mensaje era tan nuevo ni significa que este Presidente estará pronto en la mesa de diálogo.

Siendo candidato Uribe ya había hablado de mediación internacional. En un desayuno organizado por el proyecto Votebien.com, a principios de mayo, había dicho que de resultar elegido buscaría a las Naciones Unidas y a los países amigos para que actuaran de mediadores con "un mandato específico limitado a reanudar el diálogo con las siguientes condiciones: que se abandone el terrorismo y se facilite el cese de hostilidades". Y luego explicó que la contrapartida sería darle seguridad a la guerrilla "para que no los maten".

Ahora bien, pedirle a la guerrilla que cese el terrorismo ?los sabotajes, la voladura de puentes y torres y los cilindrazos a los pueblos? y las hostilidades ?es decir, el secuestro y la extorsión? no es otra cosa que pedirle que, sin haber recibido ninguna concesión del Estado ni haber negociado ningún cambio de política económica o social, abandonen su única capacidad de presión, la violencia, y sacrifiquen sus fuentes de financiación. A cambio el Estado sólo se compromete a garantizarles sus vidas.

"Eso suena a petición de rendición, no a propuesta de diálogo, dijo un analista. Nunca la aceptará la guerrilla".

La propuesta de Uribe es más compleja porque incluye buscar también esta mediación de la ONU con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC): "Si quieren una negociación con el Estado colombiano demuestren que la quieren y comprométanse al cese de hostilidades, al abandono del terrorismo, a no asesinar a un colombiano más". Las AUC ya respondieron, con bastante ambigüedad, que los tranquiliza saber que "se nos ofrece una salida civilizada y digna después de que hayamos cumplido nuestro compromiso con Colombia".

Lo que Uribe está planteando, entonces, no es más que la posición radical del Estado y la sociedad democrática colombiana: no dialogar si los grupos ilegales no paran su guerra degradada y cruel. Luego del desprestigio en que dejaron las Farc y el gobierno de Pastrana a la salida negociada, proponer un diálogo sin exigir a las guerrillas que frenen su terror de inmediato sería un imposible político.

Las Farc, por su parte, habían pedido durante la campaña algo igualmente extremo: el despeje de dos departamentos, Putumayo y Caquetá, para comenzar a dialogar, sin ceder ni un ápice en su violencia.

En resumen, el futuro gobierno y la guerrilla han planteado de frente lo que cada uno quiere y, por supuesto, están en extremos opuestos. Así que la mediación, si prosperara en la difícil misión que le pondrá el nuevo Presidente, sería en el mediano plazo el mejor de los casos. Lo que podrán esperar mientras tanto los ciudadanos será que el Presidente de mano dura que eligieron continúe la guerra en defensa del resquebrajado Estado colombiano. Y guerrilla y paramilitares buscarán seguir en lo suyo: aterrorizar a la población para dominar más territorio y controlar el rentable negocio del narcotráfico.

Cambio de cartilla

Los mensajes del Presidente electo en materia económica sí que fueron más sorpresivos y dejaron muchos interrogantes en los medios financieros y entre el público en general.

Parte de la sorpresa se debió a que durante su campaña Uribe no había hecho énfasis en estos temas. Antes, por el contrario, había sido Serpa quien había planteado cambios de fondo en la política del Banco de la República y le había lanzado dardos al FMI.

Pero hay una diferencia muy grande entre lo que promete un candidato en plena campaña y lo que dice un Presidente electo. Por eso todo el mundo tomó muy en serio lo que dijo Uribe en materia económica. Y sus anuncios en este frente fueron muy respetuosos y prudentes, pero también ambiguos.

¿Qué quiso decir el Presidente electo cuando dijo que los organismos multilaterales tenían que hacer un alto en el camino y que muchas de las doctrinas que hoy prevalecen en el manejo de la economía mundial tenían que revisarse? ¿O cuando hizo un llamado al Banco de la República para "que comprendamos que hay que revisar muchos aspectos de la cartilla porque tenemos hoy nueve millones de ciudadanos en la pobreza?".

En el transcurso de la semana estas cosas empezaron a aclararse. En su discurso del domingo 26 de mayo Uribe se refirió "a la muy difícil situación de endeudamiento con el pronóstico de que durante los próximos dos años el flujo previsible con los organismos multilaterales será negativo". Se refería a que el gobierno deberá amortizar préstamos por 3.200 millones de dólares en 2003 y 2.300 millones en 2004. De éstos, casi la mitad corresponden a créditos contraídos en el pasado con entidades multilaterales (sobre todo el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo).

Ante esta situación lo que haría el nuevo gobierno sería pagar los préstamos que están por vencerse y solicitar más créditos, de manera que los desembolsos nuevos logren compensar las amortizaciones. Así lo explicó Rudolf Hommes, asesor de Uribe y coordinador del empalme, en una presentación que hizo en el seminario de Anif y Fedesarrollo el miércoles pasado. El mensaje fue suficientemente claro. No habría renegociaciones ni reestructuraciones de deudas con entidades multilaterales ni con acreedores privados.

El problema es que para lograr que le den suficientes créditos nuevos el gobierno tiene que generar la confianza de que va a ser capaz de pagarlos. Para esto tiene que dar señales claras de que va a continuar con el ajuste. Pero, por otro lado, el nuevo gobierno tiene claro que hay que aumentar el gasto en defensa. ¿Qué hacer entonces?

La respuesta no puede ser otra que un esfuerzo heroico para rediseñar el Estado, recortar y reorientar sus gastos. Todo esto acompañado de proyectos ambiciosos de inversión social para los cuales, en palabras de Hommes, habría que "hacer una lista de mercado y sacarles por lo menos 2.000 millones de dólares adicionales a los organismos multilaterales".

Las declaraciones de Uribe sobre el Banco de la República son más difíciles de interpretar. Esta entidad ha sido muy criticada por el papel que desempeñó hace cuatro años cuando se precipitó la devaluación y se obstinó en mantener la banda cambiaria. Pero desde hace tres años el Banco no ha hecho más que inyectarle recursos a la economía y bajar las tasas de interés. La emisión de dinero ha estado muy por encima de lo que indicaría el crecimiento de la economía.

Lo que está pensando el nuevo gobierno en este frente no es nada estrambótico. Según se desprende de las declaraciones de sus asesores el propósito no es otro que lograr una mejor coordinación entre el gobierno y el Emisor para articular un programa económico coherente sin necesidad de cambiar las normas que definen el papel del Banco de la República. En su conferencia del miércoles Hommes recordó jocosamente que "cuando Samper llegó al poder quiso cambiar la Consititución para poner el Banco a órdenes del gobierno. Y ahí fue Troya. Después se dio cuenta de que era más fácil invitar a los directivos del Emisor a Palacio a tomar té? con los mismos resultados".