Juan Felipe Camacho tenía dos restaurantes de comida internacional en Cartagena, pero los tuvo que cerrar por falta de turistas. Foto: Tico Angulo. | Foto: Archivo Particular

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"Nosotros no teníamos cómo aguantar", dueño de restaurantes Don Juan y María

Dos meses sin poder abrir arrasaron con más de 11 años de esfuerzos personales y empresariales. Sin turistas y con la ciudad bloqueada, el cierre fue el único camino que le quedó a Juan Felipe Camacho para sus dos negocios en el Centro Histórico de Cartagena.

23 de mayo de 2020

Como empresario y chef, Juan Felipe Camacho invirtió mucho tiempo de los últimos 11 años de su vida a dos proyectos, los restaurantes Don Juan y María. El esfuerzo ya daba buenos resultados, ambos eran, hasta hace unos pocos días, parte del grupo de locales reconocidos por su buena comida en el Centro Histórico de Cartagena.

La crisis del coronavirus, sin embargo, llegó a la ciudad, como a muchos otros destinos turísticos del mundo, y puso los negocios de cabeza. Después de 60 días sin poder abrir, las puertas de Don Juan y María, en la hermosa Calle del Colegio de la ciudad amurallada, fueron cerradas definitivamente.

Los altos costos de los arriendos del edificio republicano en el que funcionaban y la responsabilidad de asumir los compromisos de nómina no le dejaron otra opción a Camacho, quien ahora cree que lo más seguro es que en el momento en que las cosas se normalicen —aunque no sabe cuándo—, tenga que empezar de cero.

Es una situación dura no solo para sus negocios, sino para otros 2.934 bares y restaurantes que funcionan en la ciudad y que también están en riesgo de desaparecer. Camacho reconoce que es una crisis muy dura, pero también está convencido de que debe servir para reacomodar un poco el tema inmobiliario en la ciudad, que a su modo de ver estaba desfasado. Y, sobre todo, para que el gobierno nacional ponga la mirada en los problemas sociales de Cartagena, una ciudad donde hay mucha pobreza y desigualdad, “antes de que esta bomba social explote”.

SEMANA: Lo que empezó como una crisis gradual, terminó asfixiando lentamente a muchos negocios ¿Desde cuándo tuvieron que cerrar?

J.F.C.: El último servicio lo hicimos el sábado 14 de marzo, antes de que decretaran la emergencia, porque ya nos habían restringido la ocupación al 30 por ciento. Solo podíamos estar 50 personas en los locales, incluyéndonos a los empleados. Entonces solo podíamos atender 32 personas en los dos servicios que teníamos. Completamos 60 días cerrados.

SEMANA: ¿Cuál es la situación actual de los restaurantes, hay alguna posibilidad de seguir en el negocio?

J.F.L.: Nosotros ya cerramos los restaurantes. No pudimos aguantar más porque nuestro porcentaje más alto de clientes, cerca del 85 por ciento, eran los extranjeros, debido a esto hacíamos comida internacional y estábamos muy bien ranqueados en el mundo. Mejor dicho, para que podamos entender: el turismo para Cartagena es como el petróleo para Colombia, la dependencia es total.

SEMANA: ¿Estos cierres son definitivos o mientras pasa la emergencia?

J.F.C.: Transitoria fue la espera de dos meses por las ayudas del gobierno, que nos parece llegaron muy tarde. Y esto creo que es porque a Cartagena no la pueden mirar igual que a otras ciudades, esta sí depende realmente del turismo, sobre todo el sector de los restaurantes. Y porque la gente que era nuestra clientela en el Centro Histórico tenía unas características especiales.

SEMANA: ¿Es también el momento para reflexionar si los negocios del sector son muy costosos?

J.F.C.: Sí, pero no por capricho, sino porque los insumos, los servicios y la finca raíz son muy caros. En fin, porque vivir en Cartagena es muy caro. Y lo dice alguien que lleva 15 años aquí.

En los últimos días Camacho se ha dedicado a recoger los elementos de sus restaurantes para hacer entrega de los locales. Foto: Tico Angulo.

SEMANA: ¿Después de todos estos días, usted cree que, si la situación se hubiese manejado de otra manera por parte del gobierno, negocios como los suyos no hubiesen tenido que cerrar?

J.F.C.: Nosotros no teníamos cómo aguantar. Uno entiende que el gobierno está atendiendo las situaciones más necesarias, como los subsidios a los estratos 1 y 2, y el apoyo a los trabajadores informales, pero sí nos parece que demoraron un poco en ayudar a quienes generamos empleos y circulación de dinero.

SEMANA: ¿Hay muchos más amigos empresarios y dueños de restaurantes en su situación?

J.F.C.: Yo sé de otros que también están cerrando y hay otros aguantando. Nosotros no pudimos llegar a un acuerdo con los arrendadores, aunque hemos tratado de mantener hasta donde alcance los compromisos de la nómina con los empleados.

SEMANA: En medio de la crisis, hasta el propio presidente Iván Duque ha hablado de la reinvención del sector. ¿Por qué no acomodarse a la venta de domicilios?

J.F.C.: Para nosotros fue prácticamente imposible. Primero porque el Centro Histórico fue cerrado por completo, no se podía sacar nada desde ahí. Y, segundo, por el tipo de productos que estaba enfocado a un buen servicio y a la comida fresca, la que incluye una red de proveedores locales. Y podríamos haberlos ofrecido, pero la calidad se iba a ver muy afectada. 

SEMANA: ¿Cuáles eran los caminos que le veía como salida a la crisis antes de pensar en cerrar?

J.F.C.: Cuando esta situación empezó pensaba que el pago de los arriendos se debía decretar desde el gobierno de acuerdo a la capacidad de funcionamiento de los negocios. Es decir, si no me dejan abrir que se suspenda el pago, porque no puedo cumplir con mi razón social. Y si iban a permitir trabajar gradualmente, pagar de acuerdo a la capacidad autorizada, no al 100 por ciento del canon. Pero lo que hicieron fue darles uñas y dientes a los arrendadores, porque si el arrendatario no llega a un arreglo se expone a los procesos legales que sigan.

SEMANA: Algunos de los dueños de empresas han manifestado su imposibilidad de responder por los compromisos de nómina. ¿Cómo ha usted este tema?  

J.F.C.: Entiendo, por lo que he leído, que todavía no han girado las ayudas anunciadas de parte del gobierno y ya van dos meses en que nosotros hemos tenido que mantener los pagos. En nuestro caso son 60 empleados entre los dos negocios. Nuestra petición era que nos dejaran quedarnos con los empleados que necesitábamos, para poder adaptarnos e intentar sobrevivir, pero prácticamente lo que hizo el gobierno fue prohibir todo. Afortunadamente, gracias a la relación de confianza de 11 años, hemos llegado a acuerdos mutuos, con el compromiso como empresario de volver a reclutarlos s algún día esto mejora. Al gobierno también le faltó definir de forma oportuna las ayudas en los temas tributarios.

SEMANA: Por lo que nos comentaba antes, puede uno suponer que mantener un negocio en el Centro Histórico es muy costoso.

J.F.C.:  En nuestro caso, metiendo pago de servicios, arriendo, impuestos, proveedores y nóminas estamos hablando de 260 millones de pesos mensuales que necesitamos para que funcionan los dos restaurantes, sin poder vender eso no lo aguanta nadie.

SEMANA: Como empresario y chef, ¿cómo ve la situación, el futuro cercano para el sector?

J.F.C.: La incertidumbre es total, en este momento, 60 días después, no sabemos cuándo se va a abrir. No estamos en los planes de nadie, parece. Y así no hay bolsillo que aguante, ni el que tenga las cuentas de los bancos llenas. Si a mí me dicen que puedo abrir en 15 días con el 30 por ciento de la capacidad no me da para cubrir los gastos.