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Rodrigo Uprinmy. | Foto: Archivo SEMANA

ENTREVISTA

“Los jóvenes nos exigen respuestas inmediatas”: Rodrigo Uprimny

El reconocido jurista habla sobre el significado de las multitudinarias marchas estudiantiles. Explica cuáles pueden ser las salidas a la crisis desatada por el plebiscito.

6 de octubre de 2016

Semana.com: ¿Qué sintió cuando anunciaron los resultados definitivos del plebiscito?

Rodrigo Uprinmy: Una profunda tristeza y desencanto porque realmente temo que podemos estar perdiendo la oportunidad de lograr un acuerdo razonable con las FARC, que abriera el camino a la construcción de una paz genuina en Colombia.

Semana.com: ¿Qué ha podido pensar en estos dos días?

R.U.: Defendí el Sí porque estoy convencido de que la paz negociada es fundamental para Colombia y que el acuerdo es bueno para Colombia, por ejemplo, para su desarrollo rural, y además digno con las víctimas y la justicia. Y también estaba convencido de que el triunfo del No nos sumiría en una peligrosa incertidumbre, en la cual hoy estamos. Y por ello en estos días me he preguntado en qué pudimos haber fallado quienes promovimos el Sí, qué no explicamos adecuadamente para no haber logrado un apoyo claro a este acuerdo de paz.

Semana.com: ¿Qué expresan para usted los resultados de esta refrendación teniendo en cuenta que los votantes estén divididos, que 20 millones de colombianos no votaron y que en zonas donde se ha concentrado el conflicto dijeron Sí?

R.U.: Jurídicamente el No triunfó. Pero políticamente la situación es más compleja. Entre los votantes hay polarización, hubo un empate técnico (pues la diferencia a favor del No fue mínima) y hubo también una gran abstención y una diversidad geográfica y social enorme en la votación. Nadie puede entonces reclamar un triunfo político claro, sino que tenemos un país fracturado por la polarización existente entre los ciudadanos más activos, frente a una gran mayoría de ciudadanos silenciosos, que son apáticos o están desconcertados. No lo sabemos.

Semana.com: Ante los sorpresivos resultados, todos se preguntan: “¿Ahora qué?”. Ante esa zozobra, ¿usted qué diría? ¿Qué salida queda?

R.U.: El tema es tanto jurídico como político. La consecuencia jurídica es que el acuerdo, como tal, no puede ser implementado por el presidente. Y la consecuencia política es que debe haber una negociación para lograr un pacto político y social que haga viable la paz. Creo que sin ese pacto, será muy difícil salvar la paz.

Semana.com: ¿Jurídicamente es posible renegociar? ¿Políticamente es plausible?

R.U.: Una renegociación es jurídicamente posible pues no hubo rechazo de la búsqueda de una solución negociada sino del acuerdo. Políticamente es muy difícil por muchos factores, que expliqué en mis columnas como una de las razones para votar Sí, y es que el No nos ponía en una situación muy riesgosa, que es en la que estamos. Por ejemplo, que los promotores del No están en la oposición, por lo cual no es claro cómo pueden participar en la renegociación; que no son claras ni iguales las razones por las que distintas personas votaron No, por lo que no se sabe qué renegociar, etc. El margen de renegociación es reducido pero tenemos que hacer todos los esfuerzos por lograr una salida a esta crisis, porque al mismo tiempo que vivimos una situación muy riesgosa, en realidad también estamos muy cerca de lograr la paz con las FARC.

Semana.com: ¿Cómo es eso de que la paz está muy cerca?

R.U.: Mire, desde otro punto de vista, hay enormes avances: hay un consenso casi total de Colombia a favor de la paz negociada, hay un cese del fuego que ha ahorrado muchas vidas, hay un acuerdo ya firmado que fue respaldado por la mitad de los votantes, y si ustedes miran con cuidado las objeciones al acuerdo de quienes promovieron el No, estas no se refieren a todo el acuerdo sino a puntos específicos. La mayor parte del acuerdo no recibió rechazo, por lo que esas partes no objetadas, como toda la parte de desarrollo rural o de comisión de la verdad o de política de drogas, se podrían entender aprobadas, pues fueron acordadas entre las FARC y el Gobierno, recibieron apoyo de la mitad de los votantes y la otra mitad no se opuso a ellas. Y podríamos concéntranos en los puntos divisivos. E incluso aquí, como en el tema de justicia, las posiciones no están tan alejadas. Por ejemplo, nadie está hablando de amnistiar crímenes atroces ni tampoco nadie está defendiendo que frente a esos crímenes se apliquen las penas ordinarias de largos años de cárcel, pues todos hemos admitido que debe haber justicia pero que, en nombre de la paz, se pueden poner penas alternativas mucho menos severas que las penas ordinarias.

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Semana.com: ¿Cuál es, para usted, el escenario o la salida más optimista?

R.U.: Que se logre un rápido acuerdo político y social que tome el acuerdo ya firmado como la base de cualquier salida, pues no podemos ponernos a renegociar todo. Y creo además que muchas de las objeciones derivan de ambigüedades del acuerdo que recibieron interpretaciones opuestas: los promotores del No buscaron siempre la peor interpretación, mientras quienes promovimos el Sí defendimos la mejor interpretación. Un ejemplo significativo: la sanción de restricción de la libertad con penas restaurativas no está totalmente concretada en el acuerdo, por lo cual los promotores del No la presentaron en su peor forma, como un chiste.

Quienes defendimos el Sí argumentamos que el tribunal las iba a implementar con rigor y seriedad, con lo cual se tornaban sanciones rigurosas que podían incluso ser más severas que la cárcel. Se puede entonces pensar que muchos puntos no requieren modificar el acuerdo sino introducirle al acuerdo existente un anexo con las clarificaciones necesarias. Y que eso fuera la base para proceder a un nuevo plebiscito pero apoyado en ese pacto político y social que permitiría una legitimación popular robusta, que permitiría la implementación del acuerdo. O que se entendiera que como la mitad de los votantes apoyó el acuerdo y los promotores del No apoyan ahora el acuerdo con esos anexos o clarificaciones, que el acuerdo se entendiera refrendado popularmente y pudiera ser implementado.

Semana.com: ¿Y el camino que menos querría que se tomara?

R.U.: La ruptura y el retorno de la guerra. Por eso todos debemos rechazar la alternativa del retorno de la guerra y el cese del fuego bilateral debe ser mantenido. Nuestro lema debe ser: “Ni una víctima más por esta guerra”.

Semana.com: ¿Usted cree en la tesis de las FARC de que la refrendación era política y no jurídica?

R.U.: El plebiscito tenía una dimensión esencialmente política, pero también efectos jurídicos. Por ejemplo, el presidente está vinculado por ese pronunciamiento popular y sin refrendación no es posible poner en marcha mecanismos especiales de implementación, como los previstos en el procedimiento especial legislativo consagrado en el acto legislativo No 1 de 2016.

Semana.com: Si se renegociara el acuerdo, ¿habría que refrendarlo de nuevo?

R.U.: Jurídicamente no es necesario, pero el interrogante es si será o no políticamente necesario para lograr una paz sostenible. Es una discusión abierta.

Semana.com: ¿Qué pasa si la Corte acepta la tesis de la demanda de Montealegre de que el acuerdo es un acuerdo especial del DIH? ¿Se salvaría el proceso?

R.U.: Nunca he estado de acuerdo con la tesis de Montealegre. Yo acepto que un acuerdo de paz puede ser considerado un acuerdo especial del DIH, pero nunca he creído que por ese hecho entre automáticamente al bloque de constitucionalidad, que es la tesis de Montealegre, pues eso habría hecho de la mesa de la Habana una asamblea constituyente, lo cual es inaceptable. Es necesario un mecanismo democrático de incorporación del acuerdo al orden jurídico. Lo que estaba previsto hasta el domingo era la combinación del plebiscito y la aprobación por el Congreso, que era un mecanismo democráticamente robusto que no se logró. Pero fuera de ese debate jurídico, yo creo que el problema esencial ahora es político, y es que estamos divididos y necesitamos un pacto político y social para poder implementar la paz. Yo soy abogado y creo en el derecho, pero este impasse político no se puede ni debe resolver con astucias jurídicas. Debemos tener creatividad jurídica para facilitar el pacto social y político por la paz, pero sin ese pacto, veo la cosa muy difícil. Por ahora la democracia le dio un golpe duro a la paz con el triunfo del No en el plebiscito, pero debe ser con más democracia que solucionemos este impasse. Y ahí es donde son esperanzadoras las marchas ciudadanas, y especialmente juveniles, del miércoles

Semana.com: ¿Por qué esa importancia de esas marchas?

R.U.: Esas marchas fueron impresionantes por su tamaño y por su espíritu. Muestran a la ciudadanía, y especialmente a los jóvenes, movilizados en la defensa de la paz ya, y exigiendo a los líderes respuestas inmediatas. Esa presión ciudadana es importantísima para destrabar el proceso porque es una expresión democrática a favor de la paz que no puede ser ignorada. Y en realidad algunos líderes han tomado nota y han respondido positivamente. Pacho Santos dijo que frente a ese clamor ciudadano, la clase dirigente en la cual se incluía, tenía que “sacar esta paz adelante”. Por su parte, Iván Márquez dijo que ante ese respaldo multitudinario a la paz, las FARC juraban “no dar marcha atrás”.

Semana.com: ¿Qué piensa de la oposición uribista en este momento?

R.U.: Tiene una responsabilidad enorme. Llamaron a votar No diciendo que una renegociación era posible para lograr una paz de verdad. Deben honrar su palabra y asumir su responsabilidad haciendo posible esa renegociación, con propuestas razonables y muy específicas que nos permitan salir de este impasse.

Semana.com: ¿Qué podría pasar si no se llega a algo concreto pronto?

R.U.: El riesgo de retorno a la guerra es real. Las declaraciones de las FARC de su compromiso con la paz han sido muy importantes, pero no es tan fácil mantener un cese al fuego por mucho tiempo en un conflicto armado interno.

Semana.com: Usted ha movido en Twitter el hashtag #pacificarlapaz. ¿A qué se refiere esa propuesta o esa postura?

R.U.: La expresión está basada en un excelente informe con ese nombre publicado en 1992 por parte de la llamada “Comisión de superación de la violencia”, que fue creada como consecuencia del acuerdo con el EPL dos años antes. Y creo que es una expresión profunda, pues da la idea de que más allá de un acuerdo de paz, uno debe construir la paz. Me parece una expresión poderosa y tenía pensada una columna con ese título para el próximo domingo, suponiendo que el Sí ganaba ampliamente, como lo decían las encuestas, pero entendiendo que el debate del plebiscito había generado una polarización que era necesario superar a fin de traer a quienes habían votado el No a la paz. Eso no sucedió, pues el Sí no ganó. Pero viendo la polarización que expresó el resultado del plebiscito, creo que la expresión es útil para insistir en la necesidad de tender puentes e intentar superar, o al menos reducir, esta polarización.