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REMEMBER COLOMBIA

Los colombianos ven con asombro cómo el escándalo de Clinton se parece cada vez más al del presidente Samper.

19 de octubre de 1998

La semana pasada los editoriales del New York Times y del Washington Post pidieron la renuncia del presidente de Estados Unidos. En ese país no se habla de otra cosa y buena parte de la clase dirigente norteamericana hace eco del sentimiento de la gran prensa. En la mayor parte del planeta se piensa que los días de Clinton en la presidencia pueden estar contados. La excepción parece ser Colombia. Los colombianos se acaban de graduar en el curso de 'escándalo presidencial con posibilidad de renuncia' y se consideran más duchos en este tema que el resto del mundo. Si algo quedó claro en el cuatrienio pasado es que los editoriales no tumban presidentes. Y no menos claro quedó que la última palabra la tiene el Congreso, cuya decisión es política y no jurídica. Pero más que sentirse expertos en el tema, los colombianos están asombrados de los paralelos que hay entre las dos situaciones. Tanto Samper como Clinton consideran que no hicieron nada que sus antecesores no hubieran hecho y que la única diferencia fue que los cogieron. Para Samper lo que pasó en su campaña con el narcotráfico no era más que la continuidad de una práctica de vieja data que la sociedad había tolerado. Eso mismo pensaba Clinton del adulterio, puesto que prácticamente a todos los presidentes gringos, con excepción de Carter, los historiadores les han encontrado amantes. Los dos consideran que fueron objeto de una conspiración política de la cual fue instrumento el fiscal. El odio al fiscal por parte de sus familiares y allegados logró generar una fuerza política y una energía interna personal en ellos que les ha dado la motivación y la garra para sobrevivir. Los dos fueron objeto de una delación por parte de un cómplice que contó absolutamente todo, con pelos y señales. En Colombia fue Santiago Medina y en Estados Unidos Monica Lewinsky. Pocas veces se habían visto confesiones tan completas como las de ellos. Para refutarlas, los dos presidentes mintieron y fueron cogidos en las mentiras. Aun en detalles marginales hay similitudes. El escándalo de Bill Clinton explotó porque Monica Lewinsky le contó toda su historia a su amiga Linda Tripp, quien corrió a denunciarlo ante la Fiscalía. El de Samper comenzó porque Santiago Medina le contó todo su 'rollo' a su amigo Andrés Talero, quien de inmediato denunció todo ante Alfonso Valdivieso. Otro detalle marginal es que en ambos casos las primeras damas odiaban más a los fiscales que sus propios maridos. Este instinto de conservación femenino fue determinante en el curso de los acontecimientos. Otro elemento en común es el papel que desempeñaron los presidentes de las comisiones de acusaciones. El Heine Mogollón de Estados Unidos se llama Henry Hyde. Ambos eran relativamente anónimos hasta que la ruleta de la política los dejó con la suerte del país entre sus manos. A cada uno le sacaron un escándalo parecido al del presidente. A Hyde le acaban de demostrar que tuvo una amante hace 25 años. La coincidencia que más impresiona, sin embargo, es el divorcio que se presentó en los dos escándalos entre la opinión de la clase dirigente y la opinión del pueblo. Aun en la mitad de la crisis Samper logró contar con el respaldo de casi la mitad de los colombianos. A pesar de que lo peor de Clinton está por venir en esta materia le ha ganado al presidente colombiano. Aunque los periódicos y la televisión no paran de despotricar contra él, todavía mantiene un apoyo cercano al 60 por ciento. Cuando Nixon renunció tenía 23, por lo tanto todavía tiene mucho colchón. Y tanto al uno como al otro los ayudó a su debido tiempo la economía. Surge entonces la pregunta, si todo ha sido tan parecido, ¿cuáles eran las diferencias? Básicamente tres: la primera es que en Colombia el vicepresidente, Humberto de la Calle, era considerado parte de la conspiración, lo cual hacía un imposible político que el presidente renunciara. En Estados Unidos Clinton y Al Gore están del mismo lado. La segunda diferencia es que Clinton decidió salvarse reconociendo la culpa y pidiendo perdón a diestra y siniestra. Samper a eso no le jaló. Para Samper la culpa era de otros y él era la víctima. Y por último la prueba reina. En este frente el presidente colombiano tuvo mucha más suerte. Le encontraron mucha cosa pero nunca algo tan definitivo como lo que representó para Clinton la mancha de semen en el vestido.