Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN ONLINE

“La gente está mamada de tanta falsa promesa de parte de sus dirigentes”

Kany, fundador de la agrupación de rap bogotana La Etnnia, ha vivido en carne propia el malestar social que ha llevado a muchos ciudadanos a movilizarse estos días. En esta columna ofrece una ruta de lectura del paro nacional como músico desde la entraña de un barrio popular de Bogotá.

Felipe Sánchez Villarreal
26 de noviembre de 2019

Desde que tengo uso de razón, he visto ríos de gente que se vuelca sobre la Séptima y sus calles aledañas en pleno centro de Bogotá para protestar por su inconformismo con el establecimiento. Tuve la oportunidad de vivir a unas cuadras del Palacio de Justicia y ese era, es y tal vez será siempre el pan cada día de esta sociedad que pide a grito entero un cambio. 

La gente está mamada de tanta falsa promesa de parte de sus dirigentes y del alto grado de corrupción que permea al gobierno. Escuchaba en una emisora al alcalde electo de Cartagena hablando de los pícaros y pillos así los describía el locutor que manejan las arcas y el erario público y saquean su ciudad. Por formular este tipo de denuncias lo tienen amenazado de muerte.

En ese instante automáticamente pensé en Bogotá. Pensé: “Si eso es allá, ¿cuál será la cifra y los montos de dinero que se manejan en la capital, que es el eje central y donde se maneja gran parte de ese presupuesto? Debe ser mucho peor”.

Para entender esto, les voy a comentar una anécdota que me sucedió hace años. Estuve en una EPS que durante unas semanas no pude pagar. Me descuidé y me desafiliaron. Desafortunadamente me enfermé y busqué la ayuda de ellos, pero no les importó mi caso. Ahí empezó el viacrucis: llegué a parar al famoso “pasillo de la muerte” en un hospital en Bogotá. No había una cama ni habitación digna para una persona moribunda. Viví en carne propia el trato infrahumano junto a todos y cada uno de los que estábamos en una situación parecida.

No lo olvidaré. Fue cuando Samuel Moreno era alcalde y junto a Emilio Tapia, los Nule y demás desfalcaron y se robaron todo el presupuesto de la ciudad en el famoso “Carrusel de la contratación”, que, entre otras, dejó a los hospitales sin presupuesto. Donde yo estaba no había ni una gasa ni un suero. “¿Dónde está el dinero de los impuestos de los colombianos?”, me preguntaba. Y entendí la respuesta: que todo era un negocio en el que a nadie le interesa la integridad ni el bienestar de sus ciudadanos.

Después de aquella experiencia, quedé con el sinsabor de lo que a diario tiene que vivir un ciudadano del común. Supe a lo que le toca enfrentarse a la gente día a día para pedir una cita, para que le den medicamentos, para la hospitalización. Ese sinsabor crece y se vuelve ira. Y esa ira crece cuando prende uno las noticias y escucha que un rector se roba 12 mil millones de la Universidad Distrital. ¡Dizque el dinero lo destinó a viajes, ropa, autos, apartamentos y demás! Frente a eso, los estudiantes, obviamente armados de esa ira, salen a protestar por lo que ellos sienten que les pertenece. 

También escuché que van a aumentar los años para que una persona se pensione. A más edad, ¿cuándo se va a descansar esa persona? Nunca: va a morir trabajando. Ve uno redes sociales también a líderes sociales e indígenas asesinados por defender sus terrenos, a los niños de La Guajira famélicos y desgalamidos, con sus pupilas dilatadas, clamando justicia por este feroz atropello. Ve uno también gente reinsertada de la voraz guerra amenazada y asesinada por haber sido parte de un conflicto armado. Y, como si fuera poco este sinfín de problemas, dizque bombardearon a unos niños en un campamento.

Tremenda radiografía de nuestra Colombia en llamas.

Todo esto ha llevado a que la gente proteste y manifieste su grado de inconformismo, a que los ciudadanos pidan un cambio: que el dinero de los impuestos que genera la nación sea mejor distribuido, que se acabe esa gran brecha social. ¿De dónde viene pensar que exigir justicia social se volvió comunismo, antigobierno o “castrochavismo”? Lo que hay es una sociedad abismalmente dividida entre estratos sociales y una gran mayoría que vive en cordones de miseria, que de seguro nace en una descomposición social. La juventud se pierde en las calles, en muchos casos no hay acceso a la educación y a la gente le toca enfrentar la vida desde otra óptica, muchas veces cayendo en la delincuencia y el crimen o en grupos al margen de la ley.

Ahí empieza parte de la descomposición social. La no presencia del Estado y el olvido hacia estas nuevas generaciones en cierto modo impactará en un futuro. Creo que sería ideal que el gobierno se centrara y se enfocara en sus jóvenes, para que no sean futuras víctimas, hijos de la guerra en todos sus frentes. Como ciudadano, uno observa y las calles lo dicen todo: algo anda mal. Se habla de izquierda, de derecha, de centro, de ultraderecha, uno ve a los políticos alzar banderas de todos los colores, pero todos arrancan en un bando y terminan traicionando sus ideales. Esto no ha cambiado mucho: antes eran solo dos colores. Ahora también. Y los escucha uno decir que la política es dinámica.

De unos años para acá veo a la gente más inconforme, marchando, exigiendo sus derechos y pidiéndole al sistema no que todos tengan lo mismo, sino que se acabe ese gran abismo que dividen los estratos. Los ciudadanos quieren que todo mundo tenga una mejor calidad de vida. El hip hop, el metal y el punk siempre han tenido su tinte político y la música seguirá siendo parte de la cultura e idiosincrasia cada país. Por medio de sus letras y acordes musicales, muchas bandas de estos géneros han narrado esa cruel realidad.  

Sin embargo, debo reconocer que desde que lanzamos La vida en el ghetto (1994) con La Etnnia hace veinticinco años, las cosas sí han cambiado un poco. Antes la cantidad de muertos era mayor, producto del conflicto armado. Igualmente, en las grandes ciudades también se registraban más muertos, según estadísticas y Medicina Legal. Pero hasta que no haya cero muertes violentas, se seguirá viviendo ese ambiente de miedo y zozobra en cada uno de los colombianos.

A pesar de eso, yo no comparto romper ni destruir lo poco que tenemos. No somos París ni Hong Kong, que son países “primermundistas”. ¿Cómo es posible acabar con el transporte masivo de los bogotanos y de diferentes ciudades del país? ¿Es que acaso nuestros dirigentes usan ese sistema? Los más afectados son los ciudadanos de a pie. Escuché al político líder decir que los destrozos “los vamos a pagar los bogotanos con impuestos”. ¿Por qué, si yo no he roto nada de eso y de seguro miles de colombianos tampoco? De mi parte, rechazo toda forma de violencia en estas marchas. La violencia genera más violencia y caos.

Lo mejor sería que los dirigentes se sienten a concertar con los gremios que están en desacuerdo con todo lo que sucede, que busquen soluciones lo más pronto posible para seguir avanzando como sociedad, para que los niños se encuentren con un mejor mañana y una Colombia que los represente, y que los líderes que gobiernan este país piensen que en la mitad de toda esta crisis está el pueblo colombiano.

*Fundador del grupo de rap bogotano La Etnnia.