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¡Ah! La Fiscalía

Que el Ejército tenga funciones de policía judicial viola el principio de imparcialidad

Semana
16 de diciembre de 2002

Sabía usted que en Colombia ni siquiera se investigan dos de cada tres homicidios? ¿Que la gente no denuncia sino uno de cada tres o cuatro delitos y que lo hace menos por confianza en la justicia que por cobrar el seguro o hacer otra diligencia? ¿Que de cada 100 crímenes denunciados se investigan 30, se juzgan 10 y se castigan cuatro?

La incapacidad patética de probar quién cometió el crimen es pues, de lejos, el gran defecto de nuestra justicia. Y por eso tiene tanto sentido la idea de que los fiscales se dediquen exclusivamente a la investigación, dejando a los jueces la tarea de juzgar.

Es la idea que acaba de adoptar el Congreso y donde coinciden, curiosamente, los "efectistas" y los "garantistas", la línea dura y la línea blanda. Los duros, porque con pruebas habrá más bandidos en la cárcel. Los blandos, porque hoy el fiscal es juez y parte ¡tanto así que el 41 por ciento de los presos están por cuenta de un fiscal y no de un juez!

El detalle que mis colegas garantistas o efectistas no han pillado es la distancia que va de un sabueso a un abogado. Pensar que de hoy en adelante los 18.000 funcionarios de la Fiscalía van a hacer lo que hacen Sherlock Holmes, Perry Mason, Scooby Doo o el coronel Naranjo -escoja usted según canal y edad- es pensar que los curas pueden hacer angioplastias o que los escobitas pueden apagar incendios.

La investigación judicial necesita grafólogos, genetistas, buscapersonas, contadores, ingenieros de sistemas, siquiatras, antropólogos, forenses y hasta de pronto adivinos, pero sólo de tarde en tarde pide el concurso de alguna dactilógrafa o algún experto en Mezger y Lombroso. También necesita laboratorios, micrófonos supersónicos, carros de alta velocidad y hasta partidas secretas, pero no requiere tantos escritorios ni máquinas de escribir como emplean los fiscales.

Y es que la clave del sistema acusatorio, del que vemos en el cine gringo, del que supuestamente acaba de adoptar Colombia, no es ni mucho menos el Fiscal con más poderes y recursos. Las claves son la separación y el balance entre las partes que concurren al proceso: el acusador (fiscal), la víctima ("parte civil"), el sindicado, su defensor, los que deciden (el jurado) y el que vigila la legalidad de los actos (juez).

No basta pues con quitarle a la Fiscalía unas funciones que más o menos cumple y especializarla en otras que no puede cumplir bien.

Tomo, para entendernos, el argumento estrella del propio doctor Osorio: "Es absurdo que un fiscal dedique el 20 por ciento de su tiempo a investigar un crimen y el 80 por ciento a pulir su calificación? Si sale del escritorio y hace trabajo de campo, pasaremos de tres años a seis meses de duración promedio del proceso". O sea, en sana lógica, que a partir de ahora necesitaremos la bobada de 72.000 funcionarios y de 2,4 billones de pesos anuales -cuatro veces la Fiscalía- para "calificar" los delitos que investiguen los fiscales. (O quizás, en sana lógica, que sobra un 80 por ciento del personal y 480.000 millones del presupuesto de la Fiscalía).

Además de reforzar la investigación criminal, para llegar a un sistema acusatorio necesitaríamos otros tres insumos escasos en nuestro medio. Primero y más escaso, los detectives privados y la plata para que el acusado pueda contratarlos (o sea que la injusticia será para los de ruana). Segundo y más escaso, los jurados que le pongan la cara y el pecho a gentecitas como 'El Boliqueso'. Tercero y más escaso, los abogados que no lo pidan todo por escrito (el juicio oral existe desde 1948 en materia de laboral, pero es pura? letra muerta).

Y aquí debo colar un mico a propósito del mico que dio a luz Rafael Pardo. Eso de que el Ejército tenga funciones de policía judicial no sólo viola el principio de imparcialidad que consagran los tratados, sino que contradice el sistema acusatorio cuya base es separar las funciones.

Pero volvamos al hilo. Gran idea es esta de que alguien se dedique a establecer y a probar quién comete los delitos. Sólo que el cínico de Oscar Wilde dejó por ahí escrito que una idea incompleta no es más que una mala idea.

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