Alcaldesas y alcaldes: ¡Ojo niñas y niños encerrados y sin colegio!

Hay un asunto que me da vueltas como papá de dos hijos pequeños. Cuidar a los niños es fundamental en esta crisis por el coronavirus. Que se queden en casa, es un gran paso. Sin embargo, el encierro prolongado de los niños puede generarles dificultades. Desafortunadamente, en varias decisiones que han tomado los gobiernos nacional, departamental y local se garantizan más los derechos de las mascotas que los de las niñas y niños.  

Aunque aun no son claros los efectos psicológicos de la cuarentena en los menores, varios de los psiquiatras y psicólogos de países que están guardados antes que nosotros llaman la atención sobre dos temas centrales: Uno. Las condiciones del hogar son determinantes para sobrellevar el encierro. Dos. ¿Está el sistema educativo preparado para enfrentar la educación en casa?

Uno. Para familias, cuyos papás y mamás tienen empleo formal y puede hacer teletrabajo, que viven en grandes apartamentos, casas y fincas, con todo tipo de conectividad y de elementos electrónicos; la prohibición de salir a la calle es una cosa. Pero para los niños que viven en inquilinatos o en viviendas que no llegan a los 40 metros cuadrados, sin conexión a internet ni plan de datos en el celular, sin computador, con mamás y papás que deben salir al rebusque para sobrevivir, y muchas veces con mala alimentación, la historia es otra.

Dos. Los de mayores ingresos y quienes estudian en colegios privados, nuevamente, están en mejores condiciones que otros menores. Muchos de quienes están en colegios públicos saltan matones para acceder a internet, comer y, como me contaron unas amigas que viven en Suba, para conseguir la plata e imprimir los materiales de trabajo que envían los profesores por correo o whatsapp. 

A esto se suma, por un lado, que muchas mamás y papás no están en condiciones de acompañar la realización de los trabajos. Por el otro, que las instituciones no tienen la capacidad técnica para garantizar un proceso de calidad. Esto nos lleva a un riesgo elevado de desescolarización en un país en el que, según la UNICEF, alrededor de 1.5 millones de niños, niñas y adolescentes, entre los 5 y 16 años, no van al colegio. 

Una cosa es el esfuerzo que hacen los gobiernos para entregar ayudas básicas. Bienvenido sea. Otra cosa es cómo ayudamos a los niños y niñas, principalmente de menores ingresos, que viven en condiciones espaciales y sociales difíciles a sobrellevar esta situación y a que su proceso educativo no se vea afectado gravemente. 

Claro, estamos aprendiendo en medio de una crisis. Ese es un gran desafío. Pero la urgencia no puede ocultar los desafíos que vienen. 

En Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, por ejemplo, permiten a los niños y niñas salir de forma controlada cerca de casa, manteniendo el distanciamiento social y evitando los encuentros (ver)

¿Por qué no preparar programas y materiales que ayuden a reforzar el trabajo académico de los menores y transmitirlos por los canales regionales? ¿Por qué no invitar a los canales privados a que se sumen a esta importante labor social? Colombia ha tenido antecedentes valiosos de educación a distancia que hoy, en medio de una crisis sin presentes, pueden ser de gran ayuda para las familias.

Como lo planteé en mi columna anterior  “¿saldremos de esta pandemia más desiguales o será una oportunidad para generar un cambio profundo?” 

Yo confío en que salgamos fortalecidos y como una mejor sociedad. Pero para eso, es fundamental ofrecer válvulas de escape a los casi 10 millones de niñas, niños y adolescentes, que están en nuestro sistema educativo, para hacer más llevadera una crisis que ya es agobiante hasta para los adultos.