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Santos y Colombia merecen aplausos no bombazos

Estamos ante unos sectores que prefieren la violencia eterna al reto de compartir con otros, que no entienden de acuerdos sino de sometimientos, que no comprenden de justicia sino de venganza que no advierten de democracia sino de privilegios para si mismos.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
19 de junio de 2017

Santos desarmó a las FARC, las que a su vez están transformándose en organización política y ponen fin a su guerra de 53 años. El Presidente Santos merece aplausos, reconocimientos y no un bombazo.

Sin embargo cabalgando sobre el odio a las FARC y al propio Santos, hay quienes se alegran de que el bombazo exista.

Según la retorcida teoría de algunos, la bomba ocurre porque el proceso de paz está mal hecho y la solución es reinstalar al Uribismo en el poder para que lo vuelva trizas.

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El bombazo existe porque esta sociedad tiene aún sectores apresados en la barbarie y porque desde 1819 cuando las tropas libertadoras llegaron a Santafé de Bogotá hasta hoy, no hemos logrado convertirnos en una nación.

La mayor tradición de Colombia son las violencias a pesar de que estamos repletos de valores y potencialidades.

Nuestros elementos de cohesión más fuertes siguen siendo el odio entre nosotros mismos y los relatos de las rencillas políticas.

Los liderazgos nacionales dominantes han sido y son así: precarios, corruptos, envilecidos, minúsculos, se acostumbraron a matar lo que les era contrario, sin autonomía, siempre dependientes, aprendieron de los Estados Unidos que se justificaba matar a los comunistas y encontraron la manera perfecta para atornillarse al poder: convirtieron en comunista todo lo que significara reformas, transformación, modernización, justicia, equidad, inclusión.

Adobaron su anticomunismo con la visión moralista recibida de una iglesia retrograda pegada al poder económico que les impide ver el mundo en su diversidad y los ha conducido a la exclusión, y a la barbarie de los debates sobre matrimonio gay o a impedir la adopción de menores con argumentos deshumanizadas.

La discusión es eterna y es la misma: Bomba o acuerdos, odio a las FARC y a Santos o construir una nación donde podamos existir y ser en condiciones de democracia.

Estamos ante unos sectores que prefieren la violencia eterna al reto de compartir con otros, que no entienden de acuerdos sino de sometimientos, que no comprenden de justicia sino de venganza que no advierten de democracia sino de privilegios para si mismos.

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Esos sectores son los que quieren devolver los avances que significa el imperfecto pero salvador de vidas proceso de paz que se ha construido con las FARC.

A esos sectores les van bien las bombas, les van bien las disidencias, les van bien los narcos y su violencia, les va bien el desorden y todos los hechos que debiliten al gobierno y su gestión.

Esos sectores tienen nombre, son los que lideran el centro democrático, Uribe y sus acompañantes. Esos que anunciaron su decisión de destruir el proceso de paz, los aliados de ellos en otros partidos que han decidido que les irá mejor en esa alianza. Se trata de cómo les va a ellos, no que pasa con el país.

El miserable bombazo del Centro Comercial Andino hizo del feminicidio su divisa y condensó todo el espanto que han vivido las mujeres principales víctimas de esta violencia extendida por 53 años.

No sabemos aún quienes son los responsables pero lograron su cometido.
Polarizar aún más la sociedad, amedrentar a algunos y debilitar en el imaginario de muchos lo conseguido con el proceso de paz.

ajimillan@gmail.com
@alvarojimenezmi

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