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Toreo al alimón

En sus orígenes tanto la carrera de Uribe como la de Pastrana se remontan a los mismos dos hombres: el cabecilla guerrillero Manuel Marulanda y el capo del narcotráfico Pablo Escobar.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
31 de marzo de 2018

Al alimón se llama una suerte del toreo de capa en la que dos toreros, o más bien, en un tentadero de vaquillas, un torero y un aficionado, cogiendo cada uno un extremo de un mismo capote, le dan tres o cuatro lances al toro o a la vaca, que pasa entre los dos. Torear al alimón es lo que han decidido hacer en la política dos de nuestros expresidentes, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, tal vez los dos peores (y no es fácil) que hayamos tenido aquí. Y si ya es raro que una persona tan dañina como Uribe haya guardado popularidad bastante para seguir siendo el jefe de medio país político ocho años después de haber perdido el poder, es absolutamente incomprensible que alguien tan insignificantemente anodino como Pastrana tenga todavía una cauda de seguidores dieciséis años después de haber salido del palacio presidencial para su casa.

Pero no tan buen torero como dicen será Uribe, ya que escoge como compañero de cartel a semejante zoquete.

Y hablando de zoquete: “Cargo público”, le da el Diccionario de la Academia su séptima acepción, después de la de “tardo en comprender”, que es la referida a Andrés Pastrana. Y tal vez así se explica su carrera en apariencia incomprensible. ¿Cómo diablos llegó a ocupar el cargo público de presidente de la república? Porque antes había ocupado otro cargo público, otro zoquete, el de alcalde de Bogotá. ¿Y cómo llegó allá? Porque lo había secuestrado Pablo Escobar. ¿Y por qué lo secuestró Escobar? Porque era hijo del expresidente Misael Pastrana. ¿Y ese otro zoquete cómo pudo llegar también él a ser presidente? Muy sencillo: gracias a un fraude electoral.

En cuanto a Uribe, también su trayectoria es sorprendente. ¿Cómo llegó él a la presidencia? Por oponerse a la política de apaciguamiento de la guerrilla adelantada por Pastrana, que había sido un estruendoso fracaso. ¿Y cómo había llegado a la candidatura? Por haber encarnado mejor que nadie la alianza de la política y el paramilitarismo como gobernador de Antioquia. ¿Y a la Gobernación? Por la Alcaldía de Medellín. Y a la Alcaldía, por la Aerocivil, que había puesto al servicio de los narcos cuando empezaba su ascenso burocrático y político. Como consecuencia de esas peripecias de su vida pública tiene hoy 28 procesos en la Corte Suprema y 186 en la Comisión de Acusación de la Cámara. Todos parados.

Es decir, que en sus orígenes tanto la carrera de Uribe como la de Pastrana se remontan a los mismos dos hombres: el cabecilla guerrillero Manuel Marulanda y el capo del narcotráfico Pablo Escobar, que a través del terror han sido los personajes más influyentes del último medio siglo en Colombia.
Pero, paradójicamente, lo primero que hicieron al salir juntos al ruedo fue ganarse, al alimón, un premio que resulta contradictorio con esos dos padrinos. Un premio contra el terror. El que concede a quienes luchan contra el terrorismo la fundación española Villacisneros (así llamada por la nostalgia imperial de la ultraderecha española: lleva el nombre del último enclave colonial que tuvo España en el Sahara africano, y hoy marroquí, o mauritano, o saharaui. Una fundación que tiene entre sus objetivos “la promoción del conocimiento de la historia de España”).

Dice esta fundación que Pastrana y Uribe merecieron su premio “por su extraordinaria rectitud moral, mérito, valentía y compromiso ante la política llevada a cabo por el gobierno de Colombia en las negociaciones de paz con los terroristas de las Farc”. Es decir, por oponerse con patas y manos a que se pudiera poner fin a un conflicto armado que según Uribe no existía y según Pastrana él resolvió. ¿Rectitud moral? Se ve que no los conocen. Se ve que, sumergidos hasta las orejas en su embeleso por la historia de España, los de la fFundación Villacisneros (cuyo presidente recibió la nacionalidad colombiana de manos del presidente Juan Manuel Santos) no han tenido tiempo para mirar la historia reciente de Colombia. Y por eso no conocen a sus dos premiados.

Los cuales, por su parte, siguen toreando al alimón. En el tentadero electoral del 11 de marzo ya escogieron un novillote y una vaquilla para la corrida seria, que son Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, sus candidatos a la presidencia y la vicepresidencia. A ver cómo les va.