JORGE HUMBERTO BOTERO

Opinión

Cepeda: ¿presidente?

Iván Cepeda es un candidato presidencial sólido, aunque, para muchos ciudadanos, una mala opción. Hay que enfrentarlo con hidalguía y con argumentos racionales.

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Jorge Humberto Botero
9 de diciembre de 2025

Comienzo reconociendo que su personalidad y trayectoria es diferente a la de Petro. Es hombre sereno, parco en sus expresiones, pulcro en su vida personal; que sea una persona “normal” ya dice mucho. Nunca defendió la violencia como medio para transformar la sociedad; al igual que Álvaro Uribe, su adversario de tantos años, es su víctima: los progenitores de ambos fueron asesinados durante este largo ciclo de turbulencia homicida de origen político que Colombia ha padecido. Y que, a mi juicio, ya concluyó. Lo que ahora tenemos son bandas criminales con las que no tiene sentido discutir ajustes al modelo económico y social. Fracasada la Paz Total, lo que viene es el ejercicio firme y sereno de la autoridad.

Justamente aquí comienzan las preocupaciones. El eje de la vida política de Cepeda ha sido la búsqueda de la paz, concepto ambiguo por excelencia. Apoyando a las Farc de manera abierta y pública, y con el beneplácito del gobierno, fue activo participante en el proceso adelantado por la administración Santos con esa guerrilla. Como fui opositor a ese acuerdo al que ex post apoyé, ningún reproche tengo que hacerle por ese motivo. No obstante, es necesario que nos dé explicaciones minuciosas sobre la fallida estrategia del gobierno actual con la que ha estado comprometido sin fisura alguna. El fracaso de Petro es también suyo. ¿Cuál sería, ya como aspirante a gobernar, su propuesta?

Nadie duda de que el gobierno actual es corrupto y que las cotas de corrupción alcanzadas carecen de antecedentes. Cepeda ha guardado, frente a cada uno de los numerosos escándalos, un silencio absoluto. Nada dijo, por ejemplo, sobre el contundente fallo del Consejo Nacional Electoral sobre los excesos de financiamiento y el eventual ingreso de recursos turbios a la campaña presidencial. Calló con elocuencia sobre el caso “Calarcá” del que derivan pruebas contundentes de complicidad entre delincuentes y altos funcionarios. Le pasó por encima el escándalo de la UNGRD.

Frente a la atosigante corrupción, se ha limitado a proponer la reducción de su propio salario y el de los ministros, lo cual impactaría toda la estructura salarial del Estado, a menos que se acepte que los altos funcionarios ganen menos que los subalternos, una postura absurda. Su propuesta haría más difícil de lo que ya lo es vincular al Estado a personas dotadas de formación adecuada, a las que se respete por sus conocimientos y no por su fidelidad a una causa política. El empleo estatal no es un botín para repartir entre los amigos y clientes, sino una fuente de capacidades gerenciales y técnicas para operar el Estado, el cual tendría que considerarse de nuevo como un bien público esencial. ¡El objetivo es revertir su privatización!

Además, no existe ninguna razón para sostener, como lo hace el candidato, que si se reducen los salarios disminuye la corrupción. Con esa tortuosa lógica todos los empleados públicos deberían ganar el salario mínimo. Otra es la solución: reducir la nómina de funcionarios y contratistas a los niveles que teníamos antes de la pandemia.

También ha dicho que se requiere eliminar privilegios oficiales y gastos suntuarios, una banalidad con la que nadie podría estar en desacuerdo. Y que es necesaria una estricta supervisión de las compras estatales. No se sabe, y es indispensable saberlo, si esta es una velada crítica a las compras discrecionales o a dedo, que ha sido uno de los mecanismos más eficientes utilizados por el Petrismo para sus actuaciones corruptas. Su candidato no puede pasar de agache en esta cuestión esencial.

Cada que Petro pierde una justa electoral o teme perderla, la emprende contra la Registraduría, una de las instituciones mejor valoradas por la ciudadanía, tal como lo demuestran encuestas recientes. Fue lo que hizo cuando perdió, con amplio margen, la presidencia en 2018 contra Iván Duque. Y es lo que ha venido haciendo de manera persistente y falaz en el ejercio de la presidencia. Hay motivos para suponer que si los comicios del año entrante le fueren desfavorables convoque a “su pueblo” a las calles para que asuma directamente la soberanía. Es lo que ha dicho muchas veces. Necesitamos saber si Cepeda respalda las instituciones electorales.

La plataforma ideada por Petro para darle un segundo aire a sus anhelos revolucionarios, consiste en la convocatoria de una asamblea constituyente de origen popular, respecto de la cual los ciudadanos se pronunciarían el mismo día de la elección del Congreso. ¿Está de acuerdo el candidato con esa propuesta? ¿Cuáles serían las reformas propuestas a la Constitución? ¿Qué opina sobre la fecha de esa votación?

Éstas son cuestiones fundamentales. Decir que se requiere reformar la Constitución para que ella pueda cumplirse, que es lo que el gobierno ha afirmado, es no decir nada. En cuanto a la fecha de esos eventuales comicios, la ley prohíbe que coincidan con otro evento electoral. ¿Alguna opinión, señor candidato?

El gobierno de Petro, su combo familiar, sus aliados, muchos procesados por la justicia y algunos prófugos, nos dejarán como legado una crisis fiscal sin antecedentes que ya empieza a ser visible con el incremento de la inflación. El crecimiento acelerado del gasto público, la expansión de las economías ilegales, los aumentos excesivos del salario mínimo, explican el auge del consumo que a muchos beneficia y que en parte explican la popularidad del presidente. Como siempre sucede, esa fiesta pronto va a finalizar. ¿O será que el flamante adalid del continuismo tiene la capacidad de convertir la escoria en oro?

Igual habría que saber qué piensa Cepeda sobre el desastre de la salud, la inminente crisis del sistema eléctrico, el desmantelamiento de Ecopetrol, la parálisis en la construcción de infraestructura, la creciente informalidad laboral, la politización de las universidades estatales, el daño causado a las privadas y a sus estudiantes de bajos ingresos. Cepeda, para honrar su prestigio como hombre serio, no podrá “hacerse el loco”, contestar incoherencias, o irse del país a “expandir el virus de la vida por las galaxias”.

Epígrafe. Es pertinente recordar al Libertador: Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos.”

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