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Cese humanitario para Colombia y Venezuela

En esta difícil coyuntura, la solidaridad exige acciones impostergables de parte de sectores enfrentados. Existen dos situaciones que reclaman humanidad en medio de la emergencia: la confrontación interna en Colombia y las sanciones impuestas a Venezuela.

Clara López Obregón
25 de marzo de 2020

“La estructura de la sociedad como la conocemos dejó de ser viable desde el punto de vista planetario". Estas palabras de una entrevista del año pasado me las recordó María Fernanda González por su contenido premonitorio de la vulnerabilidad de los distintos gobiernos y poblaciones ante la pandemia del coronavirus. La segregación social de la desigualdad discrimina en materia de acceso a servicios de educación, salud, agua potable y nutrición y, desde luego, ingresos; pero la propagación de la enfermedad toca a todos, hasta los más encumbrados.

Esa circunstancia niveladora explicaría por qué la pandemia del coronavirus, a diferencia del cambio climático o la exacerbación de la desigualdad, podría llevar a repensar el modelo de sociedad. Durante los últimos treinta años, el Estado social o de bienestar quedó a la deriva en medio de la imposición de un modelo globalizado de mercado puro, sin mayores intervenciones del Estado para morigerar sus nocivas consecuencias distributivas y sociales.

Mediante una envolvente estrategia comunicativa hizo carrera la idea de responsabilizar al Estado por el atraso y demás males lo que facilitó la incorporación normativa de la ideología del libre mercado. Así, de manera casi imperceptible, el vicio individual del egoísmo fue avanzando hasta reemplazar la solidaridad como sentido común de la sociedad. La intervención estatal para corregir las fallas del mercado se reemplazó con débiles regulaciones a los monopolios y la carga tributaria de los más poderosos fue reducida mientras se elevaban los impuestos regresivos como el IVA para financiar a un Estado debilitado en sus funciones de arbitraje social. El resultado: una desigualdad inverosímil y la incapacidad del Estado para responder a las demandas sociales.

Como sustrato de la sociedad de mercado se instaló la insolidaridad, no solo de los más pudientes, sino de amplios sectores de la sociedad. Con todo, de manera dialéctica, la solidaridad está resurgiendo en medio de la pandemia. Esa solidaridad, base de la reciprocidad humana es la que debemos cultivar para transformar la sociedad en una que sirva a todos y todas por igual.

En esta difícil coyuntura, la solidaridad exige acciones impostergables de parte de sectores enfrentados. Existen dos situaciones que reclaman humanidad en medio de la emergencia: la confrontación interna en Colombia y las sanciones impuestas a Venezuela. Respecto de la primera, muchas organizaciones sociales y ciudadanas han hecho una exhortación a la insurgencia del ELN, a los grupos armados ilegales como el Clan del Golfo y la Nueva Marquetalia y al Gobierno Nacional para hacer un cese humanitario de las hostilidades. “La situación de emergencia humanitaria amerita distensión y concentrarnos como país y como sociedad en asumir este enorme desafío pues continuar las hostilidades entre actores armados contribuye a la expansión y contagio del virus con enormes pérdidas de vida,” reza la declaración (texto completo: Solicitud ciudadana de Cese Humanitario por Covid 19 ).

De otra parte, el presidente Iván Duque tiene la oportunidad de avanzar la causa de la solidaridad humana propiciando desde el Grupo de Lima un llamado a los Estados Unidos para que levante las sanciones punitivas impuestas a Venezuela. Estas están causando estragos en la población por falta de alimentos e insumos de la salud, y por extensión a Colombia, con sus 2.000 kilómetros de frontera porosa.

El gobierno de Maduro y la oposición de Guaidó, a su vez, deben entablar un diálogo como el que plantea el economista Jeffrey Sachs en entrevista a la BBC en la que denuncia la tragedia humanitaria de las sanciones. En ella afirma: “El mundo necesita una calibración precisa de la situación y entender que no hay una solución en la que el ganador se queda con todo, tiene que haber un compromiso.” Este compromiso negociado constituiría una expresión elevada de la solidaridad. De la solidaridad nacen la confianza y la colaboración necesarias para la nueva sociedad que debemos construir colectivamente.

En el caso de Venezuela como en el del ELN, no hay salida viable distinta a la negociación basada en criterios de solidaridad y humanidad, no de ventajas desmedidas a costa de la contraparte. Mientras tanto, la pandemia hace indispensable el cese humanitario.