JUAN MANUEL CHARRY

Opinión

Cocaína y coca

El macabro negocio crece, la paz y la reducción de la violencia no se logran, la corrupción se extiende y extensiones inmensas del territorio están bajo grupos armados ilegales.

Juan Manuel Charry Urueña
30 de octubre de 2025

La producción de cocaína en Colombia, considerada la más alta del mundo, ha fluctuado significativamente entre 1993 y 2024, influenciada por factores como las políticas de erradicación, la demanda internacional y los conflictos internos.

Aunque no se pueden ofrecer cifras exactas y constantes debido a la naturaleza clandestina del narcotráfico, y las estadísticas varían según las fuentes y los años, algunos estiman que la producción ha oscilado durante más de 30 años entre 500 y 1.800 toneladas anuales.

El panorama sería diferente si se tiene en cuenta el número de hectáreas sembradas de coca: inicialmente de 162.120 (1999), el más bajo 48.189 (2013) y el más alto de 262.000 (2024).

Un cálculo conservador indicaría que se necesitan alrededor de 320 hectáreas para producir una tonelada de cocaína, valorada en 25 millones de dólares, aunque esa cifra podría duplicarse dependiendo de las circunstancias.

Esto significaría que, para la producción más baja (150,59 toneladas en 2013), el valor alcanzaría 3.765 millones de dólares, mientras que la más alta (818,75 toneladas en 2024) representaría 20.469 millones de dólares, equivalentes a cerca de cinco puntos del PIB nacional.

Las negociaciones con grupos insurgentes durante los gobiernos de Pastrana, Santos y Petro muestran crecientes extensiones sembradas de coca: 163.290 (2000), 171.495 (2017) y 262.000 (2024). Ahora bien, durante el gobierno Duque el número de hectáreas llegó a 204.257.

Cocaína y coca
Cocaína y coca | Foto: Montaje Semana
Cocaína y coca
Cocaína y coca | Foto: Montaje Semana

Se podría decir que el verdadero problema del país son las economías ilícitas, especialmente el narcotráfico, con su inmenso poder corruptor de soborno, intimidación y muerte. La siniestra alianza de esas organizaciones del crimen con grupos insurgentes inescrupulosos han producido tenebrosos actores políticos que se aprovechan de la supuesta ingenuidad estatal de negociación y reinserción de guerrilleros a la vida civil.

Lo cierto es que el macabro negocio crece, que la paz y la reducción de la violencia no se logran, que la corrupción se extiende, que extensiones inmensas del territorio están bajo influencia de grupos armados ilegales, y que la política se sigue haciendo con discursos simplistas de cambios sociales, protecciones a débiles y desfavorecidos, bajo promesas de oportunidades y extraordinarios emprendimientos.

Se ha perdido una generación a la sombra de narcotráfico y la insurgencia, creyéndonos personas de bien hemos ignorado la muerte de héroes que denunciaron y enfrentaron a las mafias, permitiendo el deterioro y saqueo del Estado.

Cita de la semana: “La guerra consiguió que la moralidad tradicional resultara inaceptable.” Peter Watson, La edad de la nada (2014).

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