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Historia de dos países

El “país político”, como diría Gaitán, está desbarajustado. Sin embargo, este grado de pesimismo no parece compadecerse con lo que dicen las cifras sobre la situación objetiva del “país nacional”.

Esteban Piedrahita, Esteban Piedrahita
22 de marzo de 2017

Las encuestas de los últimos meses dan cuenta de un marcado deterioro en la percepción de los colombianos sobre el devenir del país. En tres de los últimos siete sondeos mensuales de Gallup, el porcentaje de personas que consideran que “las cosas están empeorando” ha sido superior al 70 %, nivel similar a los registrados durante la administración Pastrana, cuando Colombia enfrentaba no sólo la resurgente amenaza de las FARC, sino también su peor crisis económica desde los años 1930. Es evidente que el “país político”, para usar el término de Gaitán, está desbarajustado, gracias en parte a escándalos como el de Odebrecht, que minan la confianza de los colombianos y ensombrecen sus expectativas del futuro. Sin embargo, este grado de pesimismo no parece compadecerse con lo que nos dicen las cifras sobre la situación objetiva del “país nacional”.

La mejor noticia económica de los últimos años es que, a pesar de haber sufrido una caída de las exportaciones tan grave como la de la “Gran Depresión” (-49,8 % en 1928-1932 y -49,6 % en 2012-2016) y un deterioro de sus cuenta externas peor que el de fines de los 1990 (déficit promedio de cuenta corriente del 5 % del PIB en 1996-1998 y 5,3 % en 2014-2016), Colombia ha evitado el abismo al que han caído Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina. Tras el desplome de los precios del petróleo en el 2014, el aterrizaje ha sido “suave”: crecimientos de PIB del 3,1 % en el 2015 y 2 % en el 2016, con una leve mejora esperada para el 2017 (en 1999, la producción cayó 4,2 %). En el 2002, el desempleo en Colombia llegaba al 15,5 %; el año pasado subió ligeramente del 8,9 % al 9,2 %.    

La Encuesta de Calidad de Vida (ECV) del DANE, publicada la semana pasada, permite hacer comparaciones históricas muy ilustrativas del bienestar de los hogares. Ante la pregunta de sí se consideraban pobres, en el 2003 el 67,1 % de los colombianos dijo que sí; en el 2016, sólo el 33,7 % (en el 2010 la cifra fue del 44,4 %). Pasando a un plano más objetivo, de pobreza medida por insuficiencia de ingresos, que captura otra encuesta del DANE, el porcentaje de colombianos que son pobres pasó del 49,7 % en el 2002 al 27,8 % en el 2015 (37,2 % en el 2010). También con base en la ECV se calcula la pobreza por carencias en diferentes dimensiones del bienestar como educación, vivienda, salud, empleo, etc. El porcentaje de pobres, según este criterio, bajó del 30,4 % en el 2010 al 20,2 % en el 2015.

Los avances sociales del país desde principios de este siglo a la fecha son notables. Los años de escolaridad promedio para mayores de cinco años pasaron de 6,4 en el 2003 a 7,9 en el 2016. El porcentaje de colombianos afiliados al sistema de seguridad social en salud pasó del 61,8 % en el 2003 al 88,7 % en el 2010 y al 95,4 % en el 2016 (el 5,8 % calificaron el servicio de muy bueno y el 74,4 % de bueno). Las coberturas de servicios públicos siguen en ascenso: al 2016 eran 98,7 % en energía, 89,65 % en acueducto, 77,5 % en alcantarillado y 64,7 % en gas natural; y los crecimientos en la tenencia de bienes durables por los hogares han sido en algunos casos espectaculares entre el 2003 y el 2016: lavadora del 25,1 % al 61,8 %, computador del 11,3 % al 45,2 %, celular del 17,6 % al 96,5 % y moto del 8,3 % al 28,5 %. Finalmente, la tasa de homicidios bajó de 68,3 por 100.000 habitantes en el 2002 a 32,7 en el 2010 y 24,4 en el 2016 (en la ECV 2016, el 82,7 % de los encuestados manifestó sentirse seguro en el lugar donde vive contra el 80,1 % en el 2015).

Es inevitable que la zozobra política contagie el estado de ánimo de la sociedad y es innegable que el fin de la bonanza petrolera ha impactado el crecimiento y el empleo; pero para avanzar y construir un futuro mejor no se puede olvidar de dónde venimos ni el camino recorrido.