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El gas sí, pero no así

Aunque pareciera la regla, no nos resignemos a que los países con abundantes recursos naturales estén condenados al subdesarrollo, Chile y Canadá son ejemplo de ello.

Ramsés Vargas Lamadrid, Ramsés Vargas Lamadrid
10 de mayo de 2017

La semana pasada Ecopetrol anunció el mayor hallazgo de gas en aguas del Caribe colombiano en por lo menos tres décadas. Si bien la noticia es muy positiva para un país como el nuestro, que tiene una autosuficiencia de gas hasta el 2025 y reservas petroleras para 5,5 años, debemos recibirla con ponderación y no salir desde ya a celebrar en carro de bomberos.

Aunque el gas natural es la principal fuente de energía del siglo 21, siendo realistas, hay que decir, primero, que no veremos ese gas en menos de diez años por la complejidad de la extracción, ya que el gas de Gorgon, como denominaron el pozo de exploración, se encuentra en aguas ultraprofundas y los yacimientos están todavía 2 kilómetros más abajo del lecho marino. Pero además, y más importante aún, tenemos que aceptar que Colombia es un país que no ha logrado el desarrollo industrial que se hubiera esperado con ocasión de la explotación de los recursos naturales no renovables, y que las rentas de los mismos no han generado un cambio contundente en la calidad de vida de los colombianos y, en muchos casos, incluso, la ha desmejorado.

Colombia, como casi la mayoría de los países ricos en recursos naturales, es un país subdesarrollado, que no ha podido proyectar una cadena de agregación de valor local a partir del petróleo, del carbón, del níquel, ni del gas natural. Tampoco ha sabido invertir los dineros generados por las exportaciones de esos recursos debido a que, en ausencia de una institucionalidad consecuente, las regalías recibidas por la Nación y las entidades territoriales se dilapidan muchas veces en obras sin importancia, que no generan ninguna trasformación del aparato productivo de la región, ni cambios trascendentales en los indicadores sociales. Esto sin mencionar la corrupción rampante desde las máximas instancias del poder público y el sector privado, hasta las más humildes alcaldías municipales.

Hoy las regiones donde se extraen estos recursos siguen igual o en peores condiciones que cuando no se explotaban. Hasta antes de Gorgon, en La Guajira, por ejemplo, se habían encontrado los máximos hallazgos de gas en Colombia, y es un departamento donde el 55 por ciento de la población está en la pobreza y donde ocurren cosas impensables en este siglo, como la muerte de niños por desnutrición, murieron 38 por esa causa en 2015. Similar es el caso de Cartagena, una ciudad con el metro cuadrado más costoso del país en Castillo Grande, pero que al tiempo cohabita con la pobreza y la desigualdad pese a ser una ciudad industrial con la “refinería más grande de América Latina” (que costó unas tres veces lo que presupuestaron y se les acusa de sobrecostos y corrupción). No de gratis el reconocido economista Moisés Naím se refiere al petróleo como el “excremento del diablo”; siendo venezolano, buenas razones tiene para afirmarlo.

Con el gas no podemos cometer el mismo error que cometimos con el petróleo, ese de creernos un país petrolero sin serlo, para el caso del gas hay que poner las cosas en su justa medida: no somos una potencia en sus reservas ni lo vamos a ser en diez años con Gorgon en acción.

Colombia ocupa el puesto 48 en reservas probadas de gas, muy por debajo de Venezuela, que ocupa el puesto siete. Hoy, las mayores reservas probadas de gas del mundo las tiene Rusia, con un potencial de 1.688 billones de TPC. Con esa cantidad, Rusia abastece el 60 por ciento del mercado de gas de Europa, conectado con dos gasoductos, uno a Berlín y el otro en Bulgaria. El segundo con reservas es Irán, con 1.187 billones de TPC y el quinto es Estados Unidos, con 334,1 TPC. No hay que olvidar en este contexto que el conflicto bélico que existe hoy en Siria, es en buena medida producto de la disputa territorial para apropiarse de las mayores reservas de gas del planeta.

Volviendo a nuestro hallazgo, el país necesita generarle valor agregado a esos recursos naturales. Para lograrlo, debe suscitar encadenamientos con las economías locales y regionales que permitan un desarrollo industrial a partir de la explotación de dichos recursos naturales no renovables que implique no solo crecimiento del PIB, sino oportunidades de empleo, sostenibilidad ambiental y una equitativa distribución de las rentas que permita de manera incremental mejorar la calidad de vida de las personas con inversiones sociales eficientes en nutrición, educación, salud e infraestructura.

Aunque pareciera la regla, no nos resignemos a que los países con abundantes recursos naturales estén condenados al subdesarrollo, Chile y Canadá son ejemplo de ello. Pero, para evitar caer en el círculo vicioso de explotación de recursos y aumento o mantenimiento de la pobreza y la desigualdad, es necesario mantener la estabilidad económica, ahorrar para los años de vacas flacas, diversificar la base productiva, controlar el gasto público, evitar que la moneda se aprecie en detrimento de otros sectores e impedir la concentración del ingreso.

Gorgon es una gran oportunidad, pero si se quiere no repetir los errores del pasado, hay que tomar las acciones de política pública en materia fiscal e industrial para que los réditos sean para todos los colombianos, no así para un grupúsculo de rentistas, burócratas y políticos bien conectados los que como siempre, terminen siendo los grandes beneficiarios de una bonanza pasajera.

*Rector de la Universidad Autónoma del Caribe.

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