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Crisis social y cambio de paradigma

El combate a la pobreza y la promoción de la educación deben volver a ser la prioridad de la política del país. Es allí donde tenemos que concentrar los esfuerzos.

Camilo Granada, Camilo Granada
13 de mayo de 2020

Colombia venía avanzando de manera sostenida a lo largo de los últimos años en dos objetivos fundamentales y estrechamente vinculados entre sí: la reducción de los índices de pobreza y el acceso a la educación. El covid-19 nos hará perder buena parte de lo avanzado, e incluso puede devolvernos treinta años. La crisis social que esto supone nos obliga a repensar nuestro modelo de sociedad.

El impacto de las medidas de confinamiento sobre la actividad económica es innegable. Las proyecciones del Gobierno nacional indican que la producción total del país podría caer un 5,5 por ciento este año. Para algunos esos estimativos son optimistas, y hablan de una reducción hasta del 8 por ciento. Sectores enteros de la economía van a sufrir de una recesión severa, y su recuperación será lenta y dolorosa. Esto significa que millones de empleos formales están en riesgo y que el desempleo podría incluso duplicarse de aquí a finales del año. Los trabajadores informales, con ingresos precarios e inestables, van a ver su situación agravada de manera dramática. Estudios señalan que las mujeres serán las más afectadas, incrementando la brecha de género ya existente.

Todo esto se traducirá en un incremento rápido de la pobreza en el país. Antes de la pandemia, el 27 por ciento de los colombianos vivían en condiciones de pobreza. Eso representa un poco más de 13 millones de personas. La Cepal pronostica que la pobreza en la región aumentará en 35 millones de personas. En el caso colombiano esto se afectaría a más de dos millones y medio de personas.

Las medidas adoptadas por el Gobierno nacional hasta el momento están –como es lógico—enfocadas a reducir el impacto inmediato de la emergencia, a través de acciones como el ingreso solidario. Esta ayuda puntual, que llega a un 1.600.000 familias, deberá seguramente ampliarse en el tiempo y en el número de beneficiarios. Muchas familias que hoy no reciben ese apoyo lo van a necesitar en los meses venideros y las que ya lo hacen seguirán requiriéndolo hacia delante.

De la mano con el incremento de la pobreza, el acceso a la educación se ve amenazado por cuenta de las consecuencias de la pandemia. En este caso, el impacto viene por dos aspectos. Primero, la virtualidad profundiza y agrava las brechas educativas. El acceso a internet y a terminales es muy desigual, y por lo tanto esa es una opción que no está al alcance de millones de estudiantes. Para aquellos que sí la tienen, las consecuencias en materia de calidad del aprendizaje son importantes. las clases desde la casa hacen aún más relevante el papel de los padres en la educación. Y por ello las diferencias de nivel socioeconómico y educativo se agravan. Si los padres tienen educación superior pueden apoyar mejor y brindar opciones adicionales a sus hijos. Segundo, la no asistencia a clase, el atraso en aprendizajes y por supuesto, la agravación de la pobreza, van a verse reflejados en la tasa de deserción escolar de los más pobres. Muchos se van a desinteresar y muchos más se verán obligados a dejar la escuela para ayudar a sus familias. El aumento de la deserción escolar, como es bien sabido, genera a su vez una reducción de las posibilidades de superar la pobreza en el largo plazo, lo cual se convierte en un círculo vicioso nefasto.

El combate a la pobreza y la promoción de la educación deben volver a ser la prioridad de la política del país. Es allí donde tenemos que concentrar los esfuerzos. Y también es necesario empezar a pensar y diseñar nuevas formas de hacerlo.

Una idea que empieza a ser considerada es la de un ingreso básico universal. En Europa y Estados Unidos existen varias propuestas sobre cómo hacerlo. La Cepal está sugiriendo que en América Latina la adoptemos, así sea de manera temporal para responder a la crisis social del covid-19. Se trata de una verdadera transformación de fondo a la manera como concebimos la solidaridad, la función del Estado y la sociedad misma. Es una visión distinta, basada en la búsqueda del bienestar colectivo, desde la perspectiva de los derechos y la equidad. Si la crisis del covid-19 nos sirve para hacer conciencia de la necesidad de cambiar de paradigma de la sociedad, habrá valido la pena.

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