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Juro que no morí

Jaime Garzón entendía muy bien las razones de la inconformidad popular, pero condenaba con energía la violencia

Daniel Coronell, Daniel Coronell
3 de octubre de 2016

Quizás si Jaime Garzón estuviera aquí tampoco podría creerlo. Nunca habíamos visto tan cerca la oportunidad de acabar esta guerra y me temo que pasarán muchos años antes de que la volvamos a ver. Lo que decidan las mayorías es lo que debe hacerse en las democracias. Punto. Aunque no siempre tengan la razón como, por ejemplo, cuando las mayorías juraban que la tierra era plana. Quizás Jaime Garzón habría sido capaz de burlarse de sí mismo y de las ilusiones que alcanzamos a hacernos. Prevaleció el miedo sobre la esperanza.

Jaime sabía que después de cada frustración viene un período de mayor violencia. Si estuviera vivo lo estaría advirtiendo en todos los tonos, en serio y en broma, susurrando y gritando.

Tal vez habría caminado por la quinta hacia el sur, como acostumbraba a hacerlo cuando necesitaba madurar una idea, bordeando la Perseverancia y saludando a los muchachos de barrio que hablaban con el mismo acento de algunos de sus personajes. Allí estaba la semilla de su humor. Había crecido en el corazón de ese centro capitalino que siguió siendo gaitanista, muchos años después del asesinato de “forfeliécer”.

De esos gamines bogotanos, de esos celadores y lustrabotas, que fueron sus vecinos, aprendió su gracejo rápido, su desconfianza, su impertinencia, su “sí como no”.

Ellos eran él y él era todos ellos porque además -de manera genuina- sufría con las privaciones de los más pobres, de los eternos perdedores. Ellos lo acompañaron del primero al último día de los 39 años que lo dejaron vivir.

Entendía muy bien las razones de la inconformidad popular pero condenaba con energía la violencia. En 1991, unos meses después de su cumpleaños número 30, cuando apenas empezaba en la televisión, lo entrevisté largamente y me habló –entre otras cosas-de la irracionalidad de la llamada “lucha armada”.

“Ahí hubo gente muy valiosa, dentro de eso, que se dio cuenta que el proceso guerrillero no tenía sentido. Que armarse allá a matar soldados y a matar moscos, no tenía sentido. Era un proceso embrionario que fue alimentado más por la fuerza de la revolución cubana que por una razón nacional. Eso no tenía razón de ser”. (Ver video Jaime Garzón 1)

 La grabación tiene 25 años y el moho ha empezado a dañar la vieja cinta que muestra también que desde esa época, nueve años antes de que lo mataran, tenía la premonición de que no llegaría a viejo.

“Me gustaría que lo que digo ahora, valga no solo para hoy sino que valga para mañana, para un año, dos años, cinco años, diez años. No repetirlo sino que lo que he dicho hoy valga para muchos años. Paul McCartney dijo alguna vez “Juro que no morí”. A mí me gustaría no morir. No morir en la historia”. (Ver video Jaime Garzón 2)

Ese deseo, por lo menos, se le está cumpliendo a Jaime Garzón porque un cuarto de siglo después de pronunciar estas palabras fue rescatada otra grabación que resulta luminosa para la insospechada coyuntura que tiene hoy a Colombia sumida en la incertidumbre. Se trata de una entrevista con el periodista peruano Álamo Pérez Luna, realizada un día antes del asesinato.

El video estuvo guardado 17 años hasta que fue redescubierto por el señor Luis David Ledesma. Jaime tiene puesto el mismo saco que llevaba la terrible madrugada del 13 de agosto de 1999, cuando iba a su trabajo en Radionet.

“Ya más muertos no se necesitan en este país. Más miedo no se necesita. Se necesita que se sienten a hablar”.

Cuando el reportero le insiste en la utilidad real de la conversación entre guerrilla y gobierno, Jaime contesta “Hay que conservarla. Cuando se distancien otra vez hay que volverlos a sentar. Cuando se pongan bravos otra vez hay que volverlos a sentar. Que no se levanten hasta que lleguen a un acuerdo porque todas las veces que se ha interrumpido ha sido peor. Más muertos, más tragedia, más agresión de lado y lado”.

Jaime concluyó de manera rotunda la que sería la última entrevista de su vida: “Hay que darse la pela por la paz”. (Ver video)

Fue la última vez que lo dijo pero llevaba años repitiéndolo. Sus palabras, como él quería, valdrán por mucho tiempo.

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