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De por qué no creo en las encuestas

Le pedí al encuestador que me mostrara los resultados parciales: cuando me los leyó, eran totalmente contrarios a la información que yo le había dado.

Daniel Samper Ospina
6 de junio de 2009

Parto de una base: no creo en nada de lo que digan las encuestas, sean las que sean y digan lo que digan. De eso estoy seguro después de lo que me pasó esta semana. Estaba tranquilo en mi casa cuando timbró el teléfono. Un tipo que se identificaba como miembro de una firma encuestadora quería hacerme unas preguntas. Como estaba tan desocupado como el jefe de debate de Jaime Araújo, me animé a contestarla.

—Al principio le haré preguntas sobre el nivel de conocimiento de los candidatos -me dijo-. Empecemos por Rafael Pardo: ¿lo reconoce? ¿Votaría por él?

—¿Para que la revista Cambio se quede sin director? Ni de fundas.

—¿Votaría usted por Iván Marulanda? -siguió preguntando.

—¡Cómo se le ocurre que voy a votar por 'Tirofijo'!

—¿Tiene una imagen favorable o desfavorable del senador Petro?

—No tan favorable como la que tiene de él el Procurador.

—Si el presidente Uribe se lanza, ¿usted lo votaría?

—Desde luego que sí.

—¿Y si no se lanza?

—Ahí sí me tocaría escoger al Pinochazo.

Por curiosidad le pedí al encuestador que me mostrara los resultados parciales: cuando me los leyó, eran totalmente contrarios a la información que yo le había dado.

—¿Por qué puso que voy a votar por Uribe por tercera vez? -le reclamé.

—Usted me dijo que si Uribe se lanza, lo votaría.

—Lo botaría con "b" de burro, señor. Lo botaría a la basura, con el temor de que sus hijos lo reciclen por tercera vez, ahora que son recicladores -lo regañé.

—Bueno: fue un pequeño error.

—¿Y de dónde sacó que también votaría por Santos, si dije que escogería al pinochazo? -seguí quejándome.

—¿Y luego 'Pinochazo' no es el apodo del doctor Santos?

—No señor. Lo que pasa es que ustedes son unos manipuladores -lo increpé-. Interpretan los resultados casi siempre a favor de los uribistas que más mojan prensa. La única excepción es José Galat, que hace poco salió en las primeras páginas de todos los diarios del mundo, pero no subió en ningún sondeo.

—No era Galat -me corrigió-: era el fósil del eslabón perdido que descubrieron en Frankfurt. Yo también me confundí.

—De todos modos -le dije, aún airado-: lo que ustedes hacen es un peligro.

Entonces empecé a oír que el encuestador hacía pucheros del otro lado de la línea.

—Bueno, no es para tanto -lo consolé con el remordimiento de haber sido muy duro con él-. No es para que llore.

—Es que me ha tocado una jornada muy dura y estoy agotado -me dijo a punto de explotar-. Como soy el de mayor experiencia, me pusieron a encuestar a algunos precandidatos y tuve que ir a donde Andrés Felipe Arias.

—¿Y eso qué tiene?

—Que en cada pregunta me tocaba esperar a que llamara a Palacio para que le dijeran qué responder. Fue larguísimo. Y eso no es negocio para mí, porque me pagan por encuesta hecha.

—Hombre, no sabía: lo lamento.

—Al menos no me asignaron a la doctora Martha Lucía. Al muchacho que debía encuestarla lo mandaron hace dos semanas y no ha vuelto.

—¿Y no le tocó conocer a alguien chévere? ¿A Mockus, por ejemplo?

—¿Mockus? ¿Chévere? ¿Usted sabe lo que es hacerle una pregunta a él? ¿Sabe lo desesperante que puede llegar a ser tratar de entenderlo? Para todo pone ejemplos lúdicos, dice frases raras, bota vasos de agua. Al final, no sólo tenía el cuestionario sin ninguna respuesta, sino que el mismo Mockus le había agregado varias preguntas y yo estaba empapado.

—Qué vaina, lo lamento de verdad -atiné a decir ya con ganas de colgarle.

—Y eso no es nada -siguió sin oírme-: me tocó entrevistar a Sergio Fajardo. Era un diálogo de tú a tú porque él mismo tiene pinta de encuestador: siempre anda en la calle, sudoroso, apuntando cosas en una planilla y vestido de jeans, como cualquiera de nosotros.

—Bueno: ¿y cómo le fue con él?

—Mal. Se inventaba opciones que no existían en el formato de la encuesta para no comprometerse. ¿Tiene buen concepto del Partido Liberal? "Sí y no". ¿Aprueba la gestión de Álvaro Uribe? "Ni sí ni no". Fue el único que llenó toda la hilera de "No sabe/no responde".

—No sabía que les tocaba tan duro -le dije, tratando de cortar con la llamada.

—Pero no le he contado lo peor: me tocó encuestar al mismísimo presidente Uribe y ahí sí me vi en problemas. Cuando le pregunté si votaría por él para un tercer período, comenzó a decirme "otra pregunta, amigo, otra pregunta: deje a la democracia tranquilita. ¿Usté de dónde es?", con un tono de camorra que me hizo salir corriendo.

—Señor, tengo que irme a dormir -traté de decirle.

—No me cuelgue: me falta la última pregunta. ¿Por quién votaría entre Santos y Uribe?

Lo mandé al diablo. Y no por ser grosero con él. Sino porque si de verdad quiere saber a quién elegir entre ellos dos, es mejor que el diablo escoja. No yo.

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