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DESPUES DE LA OPEP

Semana
21 de marzo de 1983

Cada uno de los grandes movimientos de precios del petróleo ha ocasionado considerables traumatismos en la economía mundial. En 1973, cuando se triplicaron los precios, se produjeron graves desajustes monetarios y comerciales. En 1979, cuando comenzó la guerra entre Irán e Irak, los precios saltaron de US$ 13 por barril a cerca de US$ 30, en unas pocas semanas, para llegar a US$ 34 en 1981. Esta segunda alza brusca generó la gran recesión mundial actual.
La crisis de la OPEP es consecuencia de diversos fenómenos económicos: su pérdida de participación en la producción mundial de petróleo de 68% en 1976 a sólo 46% en la actualidad; las crecientes necesidades de recursos de países que se comprometieron en programas demasiado ambiciosos, pensando que la "bonanza petrolera" sería permanente; el endeudamiento excesivo de otros países que llevaron sus aspiraciones y sus compromisos más allá de sus capacidades, estimulados por la banca internacional que necesitaba "reciclar los petrodólares"; las políticas de conservación de energía, de exploración de petróleo y de desarrollo de nuevos energéticos que, junto con la actual recesión mundial, son consecuencia de los altos precios del crudo y han generado una reducción del consumo de 52.4 millones de barriles diarios en 1979, a 45.5 en la actualidad. El origen de la crisis es, pues, de carácter económico, y sus consecuencias en el mercado mundial deben reflejarse casi de inmediato en las cotizaciones.
Después del fracaso de la OPEP en Ginebra, durante la última semana de enero, decía un banquero londinense que lo único peor que el manejo de los precios por esa Organización sería una anarquía de precios. En efecto, en las circunstancias de alto endeudamiento de varios países exportadores de petróleo, una caída descontrolada de precios podría precipitar una declaración unilateral de moratoria por parte de algunos de ellos. Tal fenómeno podría anticiparse si los países petroleros que aún conservan superávits en sus balanzas de pagos, se vieran forzados a comenzar a recoger sus depósitos en la banca internacional, para poder mantener sus ambiciosos planes de inversión económica y social. Así pues, una incapacidad de pago por parte de los grandes deudores, junto con una reducción de depósitos por parte de los grandes exportadores, generaría una emergencia en el sistema financiero de proporciones incalculables.
Para formarse una idea de los órdenes de magnitud del fenómeno mencionado, vale la pena recordar que el conjunto de los países de la OPEP tuvo un superávit de US$ 109 mil millones en 1980, los cuales se habían convertido en un déficit de balanza de pagos de US$ 18 mil millones en 1982, antes de la caída de precios que ahora se prevé. El efecto inmediato puede ser, en consecuencia, muy complejo y puede obligar a los gobiernos de los países desarrollados a adoptar políticas monetarias heterodoxas, para salvar al sistema financiero internacional.
En el mediano plazo, la reducción de la cuenta de petróleo debe tener efecto favorable sobre la actividad económica mundial. Así como el último salto en los precios del petróleo es el responsable inmediato de la recesión actual, la baja debe estimular la reactivación. Conforme a cálculos recientes, una baja del precio a US$ 25 por barril generaría un aumento de 1% en la tasa de crecimiento de los países de la OECD.
En síntesis, una vez superada la crisis financiera inmediata, el resultado de la reducción de precios del petróleo sería bastante favorable para los países desarrollados y subdesarrollados, importadores de energéticos.
¿Qué podemos esperar para Colombia en las circunstancias descritas? Veamos en forma muy esquemática las consecuencias para el país a corto y largo plazo de la terminación de la OPEP.
1 Una agudización de la crisis financiera internacional, cuando el país registra (según recientes revelaciones) un nivel de endeudamiento del orden de los US$ 10 mil millones, dificultará probablemente el acceso al crédito externo, aun para proyectos urgentes y prioritarios, dentro de los planes del actual gobierno.
2 La reducción de los precios del petróleo tendrá, muy probablemente, un efecto negativo sobre los precios del carbón combustible que constituye la esperanza más inmediata de una fuente de divisas para el país, que complemente al café, durante los últimos lustros del siglo XX. Este efecto indirecto de la crisis de la OPEP obligará a revisar los cálculos de rentabilidad y de recuperación de la inversión de Cerrejón Norte y forzará a Carbocol a reexaminar sus restrictivas políticas de exploración y explotación de carbón con un lente más audaz y menos intervencionista.
3 Un aspecto muy preocupante para Colombia de la crisis de la OPEP es el efecto que una baja en el precio del petróleo tendrá sobre las economías de nuestros dos vecinos y socios comerciales más cercanos. Es bien sabido que Venezuela y Ecuador adoptaron políticas proteccionistas, en contra de sus socios del Grupo Andino, antes de que se iniciara el descenso de los precios del petróleo. ¿Qué sucederá si las crisis de la OPEP resulta en una caida de cinco o más dólares por barril? Nuestras autoridades tienen que comenzar a pensar lo impensable en el contexto de este riesgo que parece inminente.
4 La reactivación de la economia mundial permitirá el restablecimiento de las corrientes tradicionales de comercio internacional y ofrecerá a los países en desarrollo, que estén preparados con políticas agresivas de promoción de exportaciones, la oportunidad de beneficiarse de ese nuevo impulso del comercio.
Parece claro, al observar las consecuencias de la crisis de la OPEP, que el mayor margen de libertad obtenido por el gobierno con la adopción de la Reforma Tributaria será de gran utilidad para que podamos amortiguar los efectos negativos y beneficiarnos de las oportunidades que se deben presentar en el mediano plazo. Pero debe reiterarse que esas oportunidades no podrán aprovecharse si la economía colombiana no inicia su propio proceso interno de reactivación en el inmediato futuro.

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