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Dilemas morales sobre el final del embarazo

En las últimas semanas, a propósito del debate de la constitucionalidad del delito de aborto, se ha puesto sobre la mesa la cuestión de los embarazos de edad gestacional avanzada: “es un niño”, “hay vida”, “es un procedimiento terrible”, dicen muchas personas que prefieren que por estas razones siga siendo un delito el aborto consentido en cualquier momento de la gestación.

Isabel Cristina Jaramillo, Isabel Cristina Jaramillo
7 de febrero de 2020

Me ha impactado mucho que la gente crea que hay mujeres o médicos que tomarían la decisión de terminar un embarazo muy avanzado a la ligera. Estoy convencida de que no ganamos con el castigo penal de esta conducta, precisamente por que sé que es una situación extrema y que crear una sombra de amenaza penal no le ayuda a nadie. 

Creo que lo primero que hay que tener en mente es que en el caso colombiano los embarazos que se terminan con avanzadas edades gestacionales hoy en día son embarazos en los que la mujer se encuentra en alguna de las tres causales despenalizadas por la Corte Constitucional. Esto quiere decir que, o bien hay un peligro para la salud de la mujer, o bien el feto presenta una malformación que lo hace inviable, o bien el embarazo es el resultado de una violación. Ninguna de estas causales desparece con el paso del tiempo, de hecho muchas empeoran si la mujer espera. ¿Por qué entonces llegamos a esta situación de tener que terminar embarazos después de que el feto es viable? 

No sabemos todo lo que quisiéramos sobre las mujeres que abortan y las razones para hacerlo. Pero hay por lo menos tres hipótesis muy creíbles para explicar cómo puede llegarse en el caso colombiano a esta situación de querer terminar un embarazo después de la semana que técnicamente supone viabilidad del feto. La primera, ampliamente documentada por la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres (www.despenalizacionaborto.com), es que las barreras del sistema de salud dificultan el acceso de las mujeres a los procedimientos. Los médicos rehúsan hacer diagnósticos, rehúsan hacer exámenes médicos indispensables para verificar la salud fetal, convocan juntas médicas, cuestionan denuncias en casos de violación sexual y presentan objeción de conciencia sin garantizar que la mujer ha sido referida a un profesional que sí estaría dispuesto a hacer el procedimiento.

Como muchas veces la demora ha sido incluso en atender a la mujer, los médicos simplemente no las entrevistan, no puede decirse que la objeción sea estrictamente porque la mujer no se encuentra en alguna de las causales. Sin conocer el caso, niegan atención médica que se necesita con urgencia. Así, una decisión que la mujer tomó a sus catorce o dieciséis semanas de embarazo, puede volverse un aborto en la semana veinticinco o veintiséis, en la que técnicamente el feto podría sobrevivir por fuera del vientre materno. 

La segunda hipótesis, es que muchos diagnósticos sobre la salud de la mujer y la viabilidad del feto solamente pueden hacerse después de la semana veinte o veintidós, que está demasiado cerca de la semana de viabilidad, que según algunos es tan temprano como la semana veinticuatro. A eso habría que sumarle que no todas las mujeres en Colombia tienen acceso a servicios de salud materna que les permitan tener diagnósticos a tiempo.

Si bien los datos de atención prenatal se acercan al 95%, lo que muestra que las mujeres buscan ayuda y supervisión médica, los datos de mortalidad materna siguen indicando que el sistema se salud no se hace suficiente cargo de los riesgos de la maternidad. La jurisprudencia del Consejo de Estado, de hecho, ha sido estricta con el sistema de salud por las falencias que presenta en la atención a las mujeres. También lo han sido los Tribunales Administrativos ante la recurrente indolencia de médicos y centros de salud por la vida de las mujeres. 

La tercera hipótesis es que a las mujeres les cuesta mucho trabajo hacer el duelo de un embarazo deseado para enfrentarse a la realidad de que lo mejor para ellas y para sus fetos es que el embarazo termine. Como lo ha mostrado el trabajo de Laura Parra, las mujeres que terminan sus embarazos no siempre están en conflicto con su embarazo desde el comienzo. Cuando llega la noticia de un embarazo fallido, el dolor es muy grande y aún existiendo recomendaciones médicas muy claras sobre el camino a seguir, puede ser que las mujeres necesiten un tiempo para seguir adelante. 

Es en este contexto que se toman las decisiones de aborto en edad gestacional avanzada, es decir, que los casos se explican por la suma de estas tres situaciones o hipótesis, según lo que sé. Alguien me dijo: “pero es que si el “niño” puede sobrevivir, podrían sacarlo de la madre y que siga su vida”. Esa sería una opción interesante, sobre todo mejor que la de los embarazos forzados que a algunos les parece la única alternativa. Pero, ¿cómo funcionaría esto exactamente? Me parece que lo primero que tendría que pasar es que se presuma que esta mujer que dio a luz no es la madre.

No podemos pasar de un escenario de embarazo forzado a uno de maternidad forzada de niños prematuros. Y, entonces, ¿quién criaría a estos hijos? Una porción muy importante de los niños que nacen en Colombia lo hacen fuera del matrimonio o la unión marital de sus padres, así que solamente tienen papá cuando éste los reconoce. Entonces muchos de estos niños nacerían sin papá. Serían en el momento mismo de nacer “expositos” o abandonados. Me parece que es una opción dolorosa y difícil. Se intentó en Francia en el siglo dieciocho al darle a las mujeres la opción de abandonar sus hijos en ciertos lugares en completo anonimato.

La situación fue tan grave, por el desajuste social de los niños y los altísimos costos para el Estado, que se decidió mejor invertir mucho dinero en que las madres tuvieran las condiciones (de conocimientos, de salud propia y de recursos económicos) para quererse quedar con los niños (sobre esto, ver el trabajo de J. Donzelot, La policía de las familias). En los casos en los que hay esposo o compañero permanente, no me parece tan obvio que todos quieran esa paternidad solitaria. Para ser justos, sin embargo, no podríamos darles a ellos si la opción de criar o no criar a sus hijos. Habría que ponerlos en igualdad de condiciones a las mujeres que dan a luz y luego deciden sobre la adopción de sus hijos.

Los datos que tenemos, el agregado, el promedio, el de la norma, es que los hombres abandonan sus hijos con mucha frecuencia. Por algo la inasistencia alimentaria sigue siendo un delito importante en nuestro sistema. Creo que si esta es una oportunidad para que los hombres masivamente asuman paternidades solas, pueda ser una razón para hacerlo. Me cuesta trabajo pensar que vamos a dar ese cambio cultural de manera repentina. Tal vez necesitamos unos veinte o treinta años de campañas para que podamos volver a pensar este dilema moral y llegar a conclusiones distintas.

Por ahora, no parece razonable que toda la carga de la maternidad, en cualquier circunstancia, la estén asumiendo las mujeres. Por eso algunos insistimos en que debe hacerse una ponderación entre la vida de una persona que ya existe y una posibilidad de vida independiente que todavía no se ha materializado. En todo caso, esta situación extrema y excepcional, no puede ser la que domine la discusión completa del aborto. Por veinticuatro semanas, el feto no puede existir fuera de la madre, y exigirle a la madre hacer de incubadora es cruel e injusto.