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EL CANDIDATO OFICIAL

Semana
4 de agosto de 1997

Me parece que en las denuncias sobre parcialidad política del gobierno se está avanzando por el camino equivocado: el de suponer que es realista pedirle a este gobierno que no tenga candidato, y que no le ayude.La forma apropiada de mirar las cosas es así: el gobierno del presidente Ernesto Samper sí tiene candidato, y como sí lo tiene, lo lógico es que le ayude en lo que más pueda a ganar las elecciones. No puede pretenderse, a esta horas de la vida, que Horacio Serpa no sea el candidato oficial, cuando fue el ministro estrella del régimen y cuando representa para Samper todas las garantías políticas que requerirá como ex presidente, en medio de sus circunstancias.Por eso es mejor llamar las cosas como son: pan al pan, vino al vino, y a Horacio Serpa, el candidato oficial.Así las cosas, a un gobierno con candidato oficial lo único que no puede exigírsele es neutralidad. Veamos un ejemplo de la ridiculez que representaría, por ejemplo, exigirle a Samper la garantía de congelar la nómina. Si Serpa duró tres años nombrando samperistas y serpistas en la administración, la nómina quedaría congelada con este desbalance a bordo, y lejos de convertirse en garantía de nada, la nómina quedaría más bien protegida por la inamovilidad. Es decir, que lo que quedaría congelado sería la maquinaria serpista que ya está en funcionamiento. ¿Qué sentido tiene pedirle entonces al gobierno la garantía de que no utilizará los puestos del Estado para entregarlos a favor del candidato oficial, cuando lleva tres años repartiéndolos como quiso el candidato oficial cuando era ministro de Gobierno?
Pero la nómina no es la única que es de Serpa. Los dineros del Estado también llevan tres años repartiéndose a antojo del gobierno. Es de suponer que estos dineros no han llegado a donde los enemigos políticos del ministro Serpa. Cuando se le pide a un diputado que recomiende a un contratista para construir una carretera o que distribuya los dineros de la Red de Solidaridad Social, ese diputado es amigo del gobierno, amigo del Presidente, amigo del ex ministro y actual candidato Serpa, porque así funcionan los gobiernos y a eso se le llama ganar las elecciones: cuando un partido político se gana el derecho de administrar el poder, los puestos y la plata del Estado.Todo ese andamiaje está al servicio del candidato oficial, y es ingenuo que este debate de la supuestamente garantizable neutralidad oficial parta de exigirle al gobierno que no tenga candidato o que, aceptando que lo tiene, no coloque al Estado al servicio de ayudarle a ganar.Con todo respeto del Partido Conservador y de todos los antisamperistas de Colombia, hay que ser realistas. La pelea es entre el continuismo y el no continuismo. Por eso no hay que caer en la bobería de denunciar al Ministro del Interior porque se reunió con la Dirección Liberal, en el intento de resolver el mecanismo más apropiado para legitimar al candidato oficial del partido de gobierno.Lo que sería absurdo es pretender que el gobierno liberal no intervenga en la forma de escoger al candidato liberal. Y en un país que se desangra por problemas internos muy complicados de resolver, no hay que gastar el tiempo pidiendo que investiguen al Ministro del Interior porque se sentó a hablar del tema con el directorio de su partido, cuando lo verdaderamente absurdo sería que no lo hiciera para proteger una supuesta neutralidad que, como hemos visto atrás, no existe.Pero, además de que candidatos como Juan Manuel Santos puedan estar confiados en recoger el antiserpismo, los principales interesados en que exista consulta liberal son el propio gobierno y el candidato oficial aún no ungido de ese gobierno. Tener un candidato liberal y no ciento volando es garantía de la fortaleza de Serpa, y lo contrario, garantía de su debilidad. Por eso el tema le interesa tanto al Ministro del Interior: no es tanto porque la consulta sea obligatoria (en un país en el que no se cumple la Constitución, es ridículo pretender que en cambio sí se cumplan los estatutos internos de los partidos) sino porque le sirve al candidato del gobierno.Finalmente, hay que entender que todos los gobiernos, automáticamente, tienen un candidato de sus preferencias. Pero lo que hace distinto el caso de este gobierno es que aquí no está en juego simplemente la elección del próximo Presidente de Colombia, sino la posibilidad de que la honra de Ernesto Samper quede reivindicada por un veredicto histórico.La inocencia de Samper ya fue declarada a través del fallo del Congreso, en el que nadie cree. Pero la importancia de que Serpa gane las elecciones radica, precisamente, en que con su triunfo, el proceso 8.000 ya no sólo habrá recibido la absolución judicial, sino ahora la política. En las urnas, de ganar Horacio Serpa, los colombianos habrán demostrado que jamás creyeron en la culpabilidad de Samper, o que jamás les importó