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El errático alcalde Peñalosa

Son diversos los factores que hacen que la movilidad en Bogotá sea calamitosa. Algunos son achacables a esta administración y otros, no. Pero lo que no esperaba la ciudadanía era que la administración de Peñalosa en lugar de resolver los problemas, se empeñara en agravarlos

Fernando Rojas Parra
6 de diciembre de 2017

El panorama de la movilidad en Bogotá es poco alentador. Aunque la ciudadanía espera una solución milagrosa, esta no existe. Desafortunadamente para quienes vivimos aquí, en nuestra ciudad se combinan, desde hace años, diversos factores que hacen que la situación sea calamitosa:

  • Ausencia de un sistema robusto de transporte masivo.
  • Un recalentado y deteriorado TransMilenio.
  • Un inconcluso y quebrado sistema integrado.
  • Un elevado número de carros y motos que crece vertiginosamente año a año.
  • Un esperanzador, y desafiante, uso de la bicicleta.
  • Unos pobres peatones dejados a su suerte y riesgo.

Si a eso se le suma que en la ciudad no se construyen vías al ritmo que una ciudad como Bogotá requiere; ni se le hace mantenimiento preventivo a la infraestructura con la que cuenta; y que hay un divorcio entre la administración y la ciudadanía que ha llevado a que en Bogotá impere un individualismo enfermizo, todo se complica aún más.

En el fondo creo que los bogotanos éramos conscientes de que un alcalde difícilmente podría solucionar el caos de movilidad en Bogotá de la noche a la mañana. Sin embargo, lo que no esperábamos era que en lugar de resolver los problemas, él se empeñara en agravarlos. Al alcalde Enrique Peñalosa no se le puede culpar por los errores de las administraciones de Garzón, Moreno-López y Petro. Ni más faltaba. Pero el alcalde sabía, desde antes de ser candidato o ganar, a qué se enfrentaba.

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Por eso sorprende que aunque el alcalde Peñalosa anunció que tenía “el mejor equipo en movilidad de cualquier ciudad en desarrollo, en estos casi dos años de gobierno, su desempeño ha sido errático. Veamos algunos ejemplos:

Metro: aunque el alcalde recibió una ciudad que tenía unos estudios muy avanzados para un metro subterráneo, sin sustento técnico cambió el diseño y el trazado. Para sorpresa de los bogotanos, muchos de los expertos que habían aplaudido los avances de la anterior administración, cambiaron su opinión y se acomodaron a los deseos de Peñalosa. Con ese apoyo oportunista, más el visto bueno del Gobierno de Juan Manuel Santos desesperado por subir su popularidad y el apoyo de las mayorías en el Concejo, el alcalde desoyó las dudas razonables que frente al nuevo metro se le plantearon. En consecuencia, la construcción del metro se retrasó y Bogotá quedó condenada a tener un minimetro.

TransMilenio: Peñalosa recibió un sistema en declive. La esperanza de que su conocimiento le permitiera recomponerlo rápidamente se diluyó, al punto de que en la última encuesta de percepción ciudadana 2017, realizada por Bogotá Cómo Vamos, el 90 por ciento de los bogotanos considera que el servicio de TransMilenio ha empeorado o sigue igual. Todas las mejoras se quedaron en anuncios. Incluso prorrogó, como lo había hecho Gustavo Petro en sus momento, los contratos de los buses viejos de las fases I y II y la nueva licitación sigue en veremos. Lo que sí ha hecho el alcalde es prometer más troncales por cuanta vía se le ocurre, quepa o no quepa. No hago parte de quienes quieren acabar con TransMilenio, pues soy usuario y valoro su rapidez, pero difiero de la idea del alcalde de condenar a Bogotá a moverse solo en bus.

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Sitp: Como lo he repetido en varias ocasiones, el descalabro del Sitp tampoco es responsabilidad de Peñalosa.

Lo planearon y adjudicaron mal durante las administraciones de Samuel Moreno – Clara López; y fue mal puesto en marcha por Gustavo Petro, quien ignoró las alertas que al respecto se le plantearon. Lo que sí es responsabilidad de Peñalosa es que han pasado dos años y no se ven mejoras en el Sitp ni se ha terminado de implementar. Tampoco ha decidido qué hacer con las zonas que operaban los quebrados Egobus y Coobus y ha seguido prorrogando los permisos a los buses provisionales, a pesar del daño financiero que le hace al Sitp. Su gran aporte es decir que debe acabarse y convertirse en un alimentador de TransMilenio.

Sin un transporte público de calidad, eficiente y digno, difícilmente la movilidad en la ciudad cambiará. Eso no es un secreto. Pero sin alternativas de verdad, quienes hoy se movilizan en carro no van a dejar de usarlo y muchos más de quienes se mueven en bus darán un salto hacia la moto. Aunque en discurso Peñalosa lo entiende, lo errático de sus decisiones y su falta de acción comprometen aún más el futuro de Bogotá.

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