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EL PENTHOUSE DEL PODER

Semana
31 de diciembre de 1984

A veces quienes gobiernan se pasan a vivir en el piso de arriba de la realidad. Lo llaman el "penthouse del poder". Y consiste, simplemente, en perder ese vital contacto con el pavimento, para terminar gobernando detrás de una ventana desde la cual se arrojan ordenes que sólo tienen aplicación en el vacío.
Aquí, en Colombia, hay varios funcionarios que gobiernan desde el penthouse del poder. Por ejemplo la actual "zarina" de impuestos, Alba Lucía Orozco de Triana, a quien escuché recientemente afirmar que los pequeños comerciantes eran responsables de parte considerable de la evasión de impuestos en el país.
De no estar viviendo en el segundo piso de la realidad doña Alba Lucía se enteraría, por ejemplo, de que quizás la mayor parte de los gravámenes que deja de percibir el fisco se queda en los bolsillos de los propios funcionarios de la administración de impuestos. Bajo la modalidad de "visitadores fiscales", muchos de aquéllos han organizado una sofisticada red de cobradores, que se embolsillan millones a costa del principio de que no existe en el país la modalidad del contribuyente perfecto y que, por el contrario, "al que le buscan le encuentran". Lo que sigue solo consiste en visitarlo para contarle, en cifras, qué fue lo que le encontraron. Después le ofrecen dos alternativas. O le paga en cheque a la administración de impuestos lo mucho que sale a deberle, o le paga en efectivo a los visitadores lo poquito que ellos le hacen el favor de pedirle. Si el contribuyente, como es lógico, opta por pagar 5 millones en lugar de sesenta, le ponen amablemente a su disposición carro, chofer y maletín, con el fin de hacerle más cómoda y más expedita su visita al banco para retirar el dinero. En el intervalo es posible que le cuenten al contribuyente que el "negocio" se ha puesto difícil, que está muy competido, pero que en todo caso puede tener la seguridad de que por lo menos durante ese año, en materia de impuestos, no volverá a ser molestado.
Historias como la anterior sólo se escuchan caminando sobre el pavimento. Desde el penthouse del poder únicamente logra captarse el sordo run-run de la ciudad, en el cual es tan difícil distinguir el ruido del motor de un carro del de una moto, como el rostro de un evasor de impuestos del de un chantajista oficial.
Otra funcionaria que vive en el penthouse del poder es la directora del Incomex, Nohra Rey de Marulanda. Fiel y testaruda guardiana del candado de la prohibición de importaciones, no parece haber notado que sobre el pavimento se están produciendo carencias de productos vitales para vivir, pensar o producir en el país. Conocí recientemente a un hombre que perdió los dos brazos en un accidente, pero que sin embargo se las ha arreglado para continuar trabajando con ayuda de dos ganchos bastante mas modernos que los de los piratas. Me contó, compungido, que los ganchos "se gastan" periódicamente, y que cuando fue a comprar el repuesto le informaron que sus brazos artificiales figuraban dentro de la lista de "prohibida importación".
Pero los ejemplos no terminan ahí. Los médicos han comenzado a denunciar la escasez de drogas e hilo de sutura; los artistas la de pinturas, papel y trementina; las amas de casa la de pañales desechables y papel de aluminio; los industriales la de maquinaria y repuestos.
En el mejor de los casos terminan concediéndose licencias de importacion que duran meses en trámite, pero únicamente en el mejor de los casos. Mientras tanto el país comienza a hundirse en una era de escasez de productos de primera necesidad que sólo es comparable con la de un país en guerra, donde no es extraño que surja por ejemplo un mercado negro de medias de seda para señora, tan bien organizado como el que existe actualmente en Colombia de papel de aluminio para la cocina.
Lo curioso es que ni a doña Alba Lucía ni a doña Nohra les falta buena voluntad ni virtudes intelectuales. Sin embargo alguien debería aconsejarles que las utilicen como ascensor para bajar del penthouse del poder al pavimento, donde descubrirán que la realidad no es ni tan pequeña ni tan plana como parecía desde arriba.