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Lo patriótico sería que el doctor Londoño sea tan abnegado como fue en Invercolsa y decline buenamente el nombramiento

Semana
22 de julio de 2002

A la gente cercana hay que creerle. Y Alvaro Uribe cree en Fernando Londoño cuando dice que no compró las acciones por negocio sino por patriotismo.

En efecto: si Londoño, como único trabajador de Invercolsa, no intervenía en la primera ronda, el paquete entero de Ecopetrol sería adjudicado a un solo comprador ?probablemente Luis Carlos Sarmiento?.

Y en efecto: las acciones iban a venderse por la tercera parte de su valor.

El problema con esa explicación es que suena raro. Raro que un abogado dedicado a pleitearle al Estado decida endeudarse en 9.200 millones de pesos, hipotecar hasta la camisa, llenarse de líos procesales y ?cómo no? arriesgar su buen nombre en la defensa callada y solitaria del fisco nacional.

Así que muchos creen en la versión opuesta: Londoño prestó la cédula para que Urbina, el otro dueño de Invercolsa, quedara de socio mayoritario.

Y el presidente Uribe quedó a escoger entre creerle al amigo o empezar su gobierno con la zurda.

Porque aun si fue un acto de patriotismo puro, queda el punto de los medios que usó. Tanto el juez como el Tribunal concluyeron que Londoño no era "trabajador" de Invercolsa ?o sea que la compra fue ilegal?. O aunque fuera un "trabajador", adquirió más de cinco veces su "salario" anual, que era el tope de ley. Y en todo caso la ley se hizo para empleados rasos, no para que el gerente se alzara con la empresa.

Pero esa es agua pasada. Ahora Londoño ofrece no insistir en el pleito y deshacer el trato antes de agosto 7. Lo cual, infortunadamente, crea un problema nuevo e insoluble: o Ecopetrol pierde 9.200 millones (más cinco años de intereses) o algún particular le regala esos millones al próximo ministro de Interior y Justicia.

Es por esto: cuando la compra es ilegal, el presunto "trabajador" pierde las acciones y la plata que pagó por ellas. Pero Londoño no tiene la plata ni tiene las acciones que hace tiempo endosó a sus prestamistas de Panamá.

O sea, en buen romance: si la firma panameña devuelve sus acciones a Ecopetrol, está admitiendo que Londoño fue un firmón; y si las devuelve a través de Londoño, está regálandole una fortuna al superministro de un país vecino.

Ni qué pensar en que el enredo siga después de agosto 7. Fresco está Dragacol, y no sería nada comparado con la conciliación tête-à-tête entre el ministro estrella y la primera empresa del Estado. Al lado de lo cual estarán TermoRío, ICA, el Metro de Medellín y otros negocios que van a ser motivo de impedimentos, suspicacias y debates.

Así que lo patriótico sería que el doctor Londoño sea tan abnegado como fue en Invercolsa y decline buenamente el nombramiento.

Conociendo como conozco las calidades y trayectoria del compañero y amigo, arriesgo la creencia de que cada quien debe ser fiel a su vida. Londoño se escogió como jurista insigne, litigante erguido, profesor inolvidable y aguerrido expositor. No se escogió como hombre público al servicio de intereses siempre públicos; y en las concretas circunstancias que vivimos, eso vino a ser su lastre.

Verdad que sería difícil reemplazar el saber, el rigor o el temple de Fernando Londoño. Pero si a un columnista cuyo oficio no es la gabinetología ni la lagartería se le ocurren cinco nombres, es porque hay muchos más. Los cinco que se me ocurren son:

?Enrique Gómez Hurtado, godo de racamandaca y versión reducida de su hermano; o Enrique Vargas Lleras, ibídem (pero cambiando "abuelo" por "hermano"). Lástima; los congresistas no pueden ser nombrados.

?Plinio Apuleyo Mendoza, que gracias a Dios no es congresista pero es godo de dar y convidar.

?Pedro Juan Moreno, probado y comprobado, a quien Dios guarde y a nosotros también.

?Carlos Lleras de la Fuente, de lejos mi favorito, que sabe tanto de derecho y que es un godo no tan godo que a lo mejor cerraría el Congreso o a lo mejor no lo cerraría.

Para que conste que los columnistas hacemos otras cosas además de estorbar.