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El vicepresidente de la gente

Óscar Naranjo ha logrado tres cosas que muchos funcionarios y servidores públicos no logran. Construir un diálogo con la ciudadanía, apropiarse de temas como el asesinato de líderes sociales y articular eficazmente la institucionalidad.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
6 de diciembre de 2017

A este punto nadie discute que en el Gobierno nacional se ha producido una serie de problemas de planeación para la implementación de los acuerdos de paz. Sin embargo, en medio de esta improvisación, ha sido el vicepresidente Óscar Naranjo quien a diferencia de otros implementadores, ha logrado construir un entorno de eficiencia, planeación y sobre todo de confianza en la gestión territorial.

Óscar Naranjo ha logrado tres cosas que muchos funcionarios y servidores públicos no logran. Por un lado, la construcción de un diálogo social con las comunidades más afectadas por el conflicto. Por ejemplo, en Tumaco, el vicepresidente, ha realizado ocho viajes, en los cuales se ha reunido con cerca de 4.000 personas, entre ellos, al menos 600 líderes sociales.

Allí en Tumaco se creó el Centro Integrado de Inclusión Social y Convivencia, que lo integran 15 entidades del Estado y ha atendido más de 6.000 personas. Con esta gestión el vicepresidente ha logrado posicionar la idea de que el Estado es más que seguridad y justicia, es un ente integral que está al servicio del ciudadano.

En segundo lugar, el vicepresidente se ha apropiado de temas y problemáticas que habían estado en funcionarios medios o que sencillamente no eran una prioridad. Por ejemplo, el tema de líderes sociales y respeto a los derechos humanos. Naranjo ha realizado 11 “diálogos por el respeto a los derechos humanos”. Lo cual le ha permitido acercar la Vicepresidencia a las comunidades, y entender que hacer Estado, gobernar y servir al ciudadano es más de tirar pavimento y asfalto en las vías colombianas. En este ejercicio reactivó la Comisión Intersectorial de Derechos Humanos y hoy es prioridad para el Estado la protección de líderes sociales.

En tercer lugar, el vicepresidente se concentró en la articulación institucional, uno de los sueños de todo funcionario público, pero a diferencia de otros, ha logrado resultados positivos. Por ejemplo, fue el encargado de la visita del santo Padre Francisco, visita que salió perfecta. Además ha construido un trabajo intersectorial en el tema de drogas ilícitas. Fue uno de los gestores del cuerpo élite y se ha encargado de articular el Estado a nivel local.

Óscar Naranjo entendió que la ciudadanía necesita sentir y tener al Estado cerca. Obviamente los retos territoriales del posconflicto son inmensos, pero se han comenzado a construir los cimientos necesarios de un diálogo entre el Gobierno central, los entes territoriales y las comunidades más afectadas por el conflicto. Antes, ante cualquier protesta social, se acusaba a los manifestantes de guerrilleros o terroristas, ahora el gobierno cambió la línea y prefiere el diálogo y la concertación, lo cual se convierte en un avance impresionante para mejorar la democracia. Lo hecho por el Ministro Rivera y el Vicepresidente en los diálogos con las comunidades hace algunas semanas mejora la democracia colombiana y muestra que el diálogo es mejor que la represión.

Pero además Naranjo ha superado la eterna discusión por los datos. Hasta hace muy poco, ante cualquier dato, el gobierno salía a discutir con otros datos, se trataba de desmentir cualquier información de las comunidades o las ONG. Ahora ese tono se superó, y más que discutir por los datos se buscan soluciones, el mejor ejemplo es el asunto de los líderes sociales.

También se le abona al vicepresidente que las diferencias con otros funcionarios públicos, las tramita en reuniones de gabinete y son discusiones institucionales y nada personales. Las rencillas y las zancadillas al menos en el entorno del vicepresidente son asuntos superados. Los retos son muchos, queda mucho por hacer y será muy importante que esta línea no cambie en el próximo Gobierno.