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De elecciones y elenos

Antes de que se pase el cuarto de hora y quede como un dato curioso más: el domingo uno de los ganadores fue el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc. Sencillo, sin darle mayor vuelta.

Poly Martínez, Poly Martínez
13 de marzo de 2018

Como se sabe, en estos tiempos de campaña “todo lo de Santos es robado”. Y muchas críticas bien puede recibir su gestión, más o menos equilibradas –mucho menos que más, la verdad- pero lo que es incuestionable es la foto de Iván Márquez votando. Hasta tuve el gusto de perder un poco de tiempo armando una imagen casera donde, a la derecha, aparecía Iván Duque votando en su mesa y, a la izquierda, el exguerrillero votando en la suya. Título: “El voto nacional”.

La foto para la historia: una figura nueva en la política y una vieja figura de la violencia que dejó las armas; la misma urna y los dos ejerciendo su derecho. Gana la democracia con hechos más que con titulares. Claro que ese triunfo de los acuerdos hoy casi nadie lo quiere reconocer, aunque muchos sí lo tratan de aprovechar: que miren que ‘la faaaar no tenía votos, que por 50.000 votos les dieron 10 curules, que un atraco, que qué robo.

¡Pero qué descaro!, la verdad. Ahora resulta que no eran "naiden", que no tenían peso y que fue una derrota cantada por la derecha obtusa o los ortodoxos del No, pero no les paró bolas en su momento. Descaro porque sí que dieron lora con eso de las Farc tomándose el Congreso, para inflar su tamaño e impacto una vez vestidos de civil, alegando que usarían los recursos de sus caletas (en llave con todas las fuerzas del mal del universo) para influir en los votantes, tomarse las urnas y un largo etcétera. Descaro porque al revisar  -como me día a la tarea- los titulares y reportes de orden público desde 1986 hasta ahora, en los diferentes eventos electorales y sus vísperas las Farc aparecían por todos lados y no exactamente haciendo pedagogía electoral.

¿Y qué pasó? 50.000 votos y ni una toma guerrillera, ni asesinatos de candidatos; sin desplazamiento de líderes políticos, ni quema de votos o trasteo de puestos de votación por presión armada. Y lo que pasó fue el claro rechazo de los colombianos (aunque 50.000 votos son 50.000 votos), el castigo en las urnas, el insípido respaldo en las que fueron sus zonas de influencia. El hecho electoral y el pronunciamiento de los ciudadanos fue posible gracias a los acuerdos.

Y también pasó que ese chequeo de realidad no solo es para la Farc, sino para muchos otros que a pesar de que ese grupo ya dejó las armas, insisten en mantener viva la violencia a través de un discurso del miedo, que es otra forma de agresión contra todos los colombianos. Ahora que entramos a las presidenciales, ojalá nos dejen en paz con el cuento de que “la faaaar” se va a tomar el Gobierno, el Congreso y hasta unas polas con De la Calle. Dejen de inventar y más bien aterricen sus propuestas para que todos los colombianos las entendamos y podamos apoyar o refutar bien informados. Adiós a las armas y adiós a los supuestos; adiós a la campaña que empuña el miedo.

Los resultados obtenidos por la Farc son también un mensaje a la mesa en Quito, un llamado de atención al ELN: miren la respuesta de los colombianos a las ilusas expectativas de la Farc y de sus asesores que calculaban 2 millones de votos. Sintonizar con la realidad del país, con el sentir de la gente es mucho más complejo.

Ojalá otra de las ganancias de las elecciones del domingo sea que el ELN comprenda que debe meterle el acelerador, en vez de candela, a esta fase de conversaciones, tan difíciles y dilatadas siempre. Si no aprietan el paso, cada vez estarán más rezagados de este país que busca hacer los cambios de otra manera, sin chantajes y sin violencia. Colombia sigue su curso, que lo anoten en la agenda.

@Polymarti