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Agua pasó por aquí... cate que no te vi

La lógica del alcalde Gutiérrez y el candidato Duque hacen pensar que las cosas que se realizan con dinero público no merecen el escrutinio de la ciudadanía, la política y los medios.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
16 de mayo de 2018

Antes eran masacres, ahora son catástrofes. Ocurren una tras otra. Cobran vidas, devastan al medioambiente y la pagan los contribuyentes. Colombia se lleva la medalla de oro en catástrofes originadas por la acción humana: tres en lo que va corrido de 2018. Primero fue el desplome del puente Chirajara en el que fallecieron nueve obreros. Luego vino el derrame de 24.000 barriles de petróleo sobre Caño Muerto y La Lizama, dos quebradas que desembocan en el río Sogamoso. Ahora mismo los promotores de Hidroituango, el controvertido megaproyecto hidroeléctrico, han perdido el control sobre el cañón y el río Cauca.

Federico Gutiérrez, alcalde de Medellín, dijo que se estaban diciendo “barbaridades” sobre la catástrofe de Hidroituango. Iván Duque, quien aspira a gobernar a Colombia, pidió “apoyo a las autoridades” frente al desastre ocasionado. La lógica del alcalde Gutiérrez y el candidato Duque hacen pensar que las cosas que se realizan con dinero público no merecen el escrutinio de la ciudadanía, la academia, la política y los medios de comunicación. Algo parecido recomendaba el dictador Franco en España a sus ministros: “Haga como yo, no se meta en política”.

Es una ingenuidad política creer que un país no debe aprovechar sus riquezas naturales y desarrollar obras de infraestructura en beneficio de la población. Ningún proyecto político es viable si no hay crecimiento económico, democratización de la educación y estímulo al talento. Hasta el día de hoy los gobernantes colombianos han ido a saco contra los recursos naturales y realizado una precaria obra pública manchada por el soborno. El puente cae, el petróleo se riega, el agua se desborda. Los obreros mueren, la naturaleza perece, los pueblos se ahogan. De aquellos polvos vienen esos lodos, reza el refrán.

La sismicidad en Los Andes y el régimen meteorológico en el trópico son inquietantes asuntos que más o menos conoce la ingeniería colombiana. Las universidades del país y las comunidades a pie de obra advierten con estudios y sentido común qué suelos y qué aguas se deben tratar y cuáles no. Los operadores políticos tradicionales sólo ven el pedazo de pastel que les va a tocar en la obra pública. Los contratistas subcontratan de manera caótica para abaratar costos, perdiendo así el control sobre un complejo megaproyecto. Las consecuencias saltan a la vista: perdida de dinero y tiempo, amén del irreversible daño ambiental.    

La mayoría de los operadores políticos y algunos columnistas dicen que Colombia es un país políticamente serio. ¿Serio? ¿En serio? En un país políticamente serio las tragedias ocasionadas por la incompetencia de los gobernantes acarrean altas indemnizaciones, consecuencias penales y castigo social. ¿Se sabe de alguna renuncia, una autocrítica pública o un auto cabeza de proceso penal por la caída del puente, el vertido de petróleo o el desastre de la presa? El dinero público, Viejo Topo, es algo tan serio para dejarlo en manos de los operadores políticos tradicionales. Agua pasó por aquí, cate que no te vi.   

* Escritor y analista político

En Twitter: @Yezid_Ar_D

Blog: En el puente: a las seis es la cita

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