Home

Opinión

Artículo

ENTRE GUSTOS NO HAY DISGUSTOS

Semana
3 de septiembre de 1984

"Tiempo de morir" no tiene cinco estrellas como los buenos hoteles sino una verdadera constelación de astros girando a su alrededor: García Márquez, cuya sola mención garantiza la aureola dorada, Jorge Alí Triana el polifacético director de teatro, cine y televisión famoso por la audacia de sus trabajos. Un cuadro de actores intachable. Absoluto derroche de técnica y producción.
Con tantos puntos a favor sólo se esperarían comentarios elogiosos y sin embargo el pequeño grupo de personas que pudo conocer la obra antes de la premier opinó de manera heterogénea: "Logró conmoverme", "teatral, desperdicia el medio televisivo", "una joya digna del mejor trato", "la lentitud le quita fuerza al argumento", "es una pieza maestra donde todo encaja con perfección", "demasiado preciosista. Tanto afán de perfección le resta naturalidad", "lo único que puede representarnos con dignidad en el exterior"... He recogido estas opiniones con el mismo cuidado con que el buen detective anota los datos en el lugar del crimen,porque encuentro perfecta la ocasión para hacer una reflexión sobre el tipo de lectura a que obliga un lenguaje estético como la televisión.
¿Lenguaje estético? estarán ya pensando algunos... ¿Será posible darle este calificativo a un aparato cotidiano que tiene marca de electrodoméstico? No sólo es posible sino obligado. La televisión es un lenguaje estético porque igual que el cine, el teatro, la pintura y demás artes visuales golpea los sentidos antes de madurar en la razón.
Esta explicación es la que justifica que haya quienes no disfruten suficientemente "Tiempo de morir". Si la televisión fuera un lenguaje lógico, entonces por fuerza de esa lógica una producción que lo tiene todo, obligatoriamente debería gustar, pero en el mundo de los sentimientos la lógica no existe. Las cosas nos gustan si nos "tocan" y nos "tocan" si logran producirnos estímulos emocionales. Ni soy psicóloga ni suelo meterme en estas honduras pero resulta demasiado evidente la conclusión pues no hay un universo tan disímil entre dos personas como el universo de los sentimientos.
Así las cosas no se pueden tachar ni de ignorantes ni de escépticas las opiniones ajenas. Someterse al juicio popular es siempre el gran reto del arte y el artista.
Por lo que a mí respecta debo decir que no sólo sentí real compasión por la suerte de Juan Sáyago sino que encontré particularmente hermosas las siguientes escenas:
1. El regreso de Juan Sáyago. La forma en que este hombre de mirada triste y barba cansada mira a su alrededor pretendiendo asimilar 18 años de ausencia. No necesitó decir una palabra para expresar todo su sentimiento.
2. El primer encuentro entre Mariana (Ma. Eugenia Dávila) y Sonia (Lin-a Botero). La escena logra el sabor de confidencia que exige el texto. Ma. Eugenia conmueve no sólo por su expresión gestual sino por las inflecciones que logra dar en los tonos de voz. Lina se expresa con los ojos y lo hace mucho mejor que cuando corre y grita.
3. El momento en que Mariana busca la pistola y la descubre entre su cofre. Aquí el trabajo es de realización. Un contrapicado seguido evitando los cortes y conservando el suspenso para realzar el valor de los movimientos y los objetos. Tres propósitos perfecta y armónicamente logrados.
4. La visita de Juan a Casildo con ese humor negro que sólo pueden manejar dos actores consagrados como Santiago García y Gustavo Angarita.
5. La persecución de Julián Trueba en la cantina disparando desde su caballo con la triple misión de actuar, dominar la bestia y acertar en los parlamentos y los disparos.
6. La escena final en esa inmensa plaza donde cada disparo parece tener eco porque el manejo del espacio logra crear un suspenso en el que se desea un desenlace pronto y definitivo.--

Noticias Destacadas