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Espías, lambones y lagartos

Al margen de la gravedad de los malos manejos, Mejía sigue siendo un funesto elemento de división en el interior de las Fuerzas Militares.

Salud Hernández-Mora, Salud Hernández-Mora
9 de mayo de 2020

La escena resulta patética. Estamos en noviembre de 2017. En el palacio presidencial celebran una ceremonia íntima, casi clandestina. El general Alberto José Mejía, comandante del Ejército en ese momento, con aspiraciones a encabezar las Fuerzas Militares (FF. MM.), ha inventado una modalidad nueva para lagartearse el puesto: las condecoraciones a título retroactivo.

Sube al atril y se dispone a pronunciar un encendido panegírico sobre el hijo del presidente Juan Manuel Santos para justificar dos premios injustificables. El muchacho había terminado el servicio militar en 2013 y se aprestaba a recibir, cuatro años más tarde, las medallas Fe en la Causa y Mérito Militar del Batallón Guardia Presidencial.

“No son un regalo”, proclama el general sin ruborizarse. “La historia, de pronto, no reconocerá que la acción de Esteban ha sido fundamental para la protección y proyección de la Fuerza”, afirma el oficial, acusado de incontables actos de corrupción.

Y no es que despidieran a Esteban en su día con las manos vacías. Le regalaron las medallas Juan Bautista Solarte Obando y la de la Escuela de Lanceros, destinadas, hasta aquel 2013, a reconocer a los mejores soldados.

No contento con los honores rendidos a su retoño, el 6 de julio de 2018, antes de abandonar el trono, Santos agregó uno más por decreto. Lo hizo acreedor de la distinción Coronel Guillermo Ferguson, creada para “enaltecer a los militares que, al servicio de jefes de Estado, hayan sobresalido por su lealtad, eficiencia y consagración”.

Pueden parecer abusos nimios al lado de los escándalos de corrupción y espionaje que vivimos. Para mí, sin embargo, son actuaciones reprobables en ese complejo maridaje de cúpula militar y poder político. Dejo al margen a Esteban Santos, que nada tuvo que ver.

Lo diciente es la manera de actuar del tándem Mejía-Santos, una alianza de intereses turbios. El primero quería el puesto para sus propósitos personales y al segundo le convino porque sabía que el general, al igual que él, no tenía escrúpulos. Lo que resulta incomprensible es que Duque y Holmes sostuvieran a Mejía y ahora siga de embajador en Australia, máxime tras la investigación de la Contraloría General, que demostró actos de corrupción. Otra cosa es que hayan prescrito, aunque aún podrían indagar otros asuntos oscuros.

Al margen de la gravedad de los malos manejos, Mejía sigue siendo un funesto elemento de división en el interior de las FF. MM. Son legión los oficiales y suboficiales de inteligencia y de otros cuerpos que lo acusan de mandarlos en su día a calificar servicios tan solo porque denunciaban contratos irregulares de Mejía y su círculo.

Pero si con todo lo que descubrieron nunca se logró nada, tampoco espere nadie que sepamos lo que hay detrás de las carpetas que destapó SEMANA. Por cierto, se parecen a “las carpetas azules” que mandó abrir Mejía en 2016 sobre varios generales, según fuentes castrenses confiables. Además de datos de negocios, familia y otros, buscaron detalles íntimos que pudieran utilizar contra ellos.

Lo que resulta incomprensible es que Duque y Holmes sostuvieran a Mejía y ahora siga de embajador en Australia, máxime tras la investigación de la Contraloría General, que demostró actos de corrupción.

Quizá ahora, con el delictuoso espionaje a periodistas y demás personas, pretendían algo similar. Pero hay una ficha que no encaja en el entramado. Es demasiado burdo y era previsible que alguien de los cuerpos de inteligencia y contrainteligencia se fuera de la lengua, puesto que Mejía moldeó ambos organismos a su conveniencia y el nuevo Gobierno nunca les dio el revolcón que muchos militares esperaban.

Llama la atención, por ejemplo, que uno de los echados a las carreras, sin explicaciones, justo antes de la publicación de SEMANA, fuese el coronel Helmut Ramos, que estaba en el Catatumbo. ¿Lo sacaron por considerarlo hombre del general Martínez? Como dije el otro día al actual comandante de las FF. MM., general Navarro, es fácil para todos tener a Martínez de chivo expiatorio. Le adjudican falsos positivos, chuzadas, robos, cualquier cosa que salga. Pero algo tan simple no encaja y menos en las últimas revelaciones.

Recuerda al montaje del famoso hacker chimbo, invento de inteligencia para ayudar a Santos en 2014. Le pusieron la trampa a Zuluaga y se tragó el anzuelo. Igual pudo pasar ahora. Alguien le propuso a un personaje equis espiar a los 130, sabiendo que aceptaría, con el secreto objetivo de armar más tarde un escándalo.

El problema es que existe tal división en las FF. MM. que muchos mandos ya no creen nada. Unos atribuyen todo a que Mejía, con respaldo de Santos, mueve los hilos para retirar oficiales que puedan husmear en sus negocios sucios. A Martínez lo liquidó, aseguran, y ahora pretende poner al sustituto del general Navarro. Otros apuntan a que el personaje equis, militar o político, es del Gobierno o de su partido. 

¿Sabremos algún día la verdad? Lo dudo. 

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