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ESPIONAJE DE CARNE Y HUESO

Lo sorprendente de esta serie es que plantea de la manera más descarada posible el complejo mundo de la inteligencia moderna

Semana
25 de julio de 1983

En el horario de "Lou Grant", un enlatado que logró hipotecar durante meses la atención de los colombianos, se está presentando en la actualidad una serie que curiosamente viene pasando inadvertida para muchos televidentes, no obstante la atrevida magnitud de su argumento.
Traducida al español bajo el título de "Los intermediarios", y después de aproximadamente seis semanas de transmisión, quienes han tenido oportunidad de ver algunos de sus capítulos ingresaron a la fuerza en el mundo brutal del espionaje y de las agencias de inteligencia, en este caso de la SIS británica (Secret Intelligence Service); y han sido testigos de la forma como los acontecimientos del mundo se modifican desde una modesta oficina en algún lugar de Londres, por voluntad de un funcionario de mirada penetrante y tremendamente fría que se llama Neil Burnside.
Con esta película, de nacionalidad inglesa, terminó la era romántica en la que los espías tenían siete vidas, seis para desperdiciar por su país y una para invertir en las más sofisticadas excentricidades de la existencia mundana. También quedaron atrás los zapatos que en caso de emergencia podían convertirse en helicópteros, y las mancornas que en un momento dado podían utilizarse como un taco de dinamita o como un radio de onda corta.
Los espías de esta insólita serie de televisión no tienen sino una sola vida, pero con ella basta para tumbar gobiernos, ejecutar sentencias de muerte dictadas por razones de Estado y cambiar varias veces al día el rumbo de la historia sin que nosotros, los televidentes, apenas unos simples seres humanos, nos demos siquiera cuenta o estemos en capacidad de evitarlo.
Lo sorprendente de esta serie de televisión es que plantea de la manera más descarada posible el complejo mundo del servicio de inteligencia moderno. La revista norteamericana Newsweek contaba, en un número reciente, que la agencia de noticias ABC había sacado a la luz pública un complejo plan de la CIA que pretendía derrocar al actual dictador de Surinam, el teniente coronel Dési Bouterse, por considerar que mantenía inconveniente y peligrosa amistad con los cubanos.
La principal evidencia la había aportado el embajador de E.E. U.U. en la antigua colonia holandesa, quien reportó que Bouterse mantenía clandestinas reuniones con los cubanos a exóticas horas de la madrugada.
Varias historias semejantes han sido desarrolladas por la serie que nos concierne. En un caso sin precedentes, el televidente es invitado a ser testigo de la manera como se ejecutan asesinatos políticos y se derrocan dirigentes pro-soviéticos, o, más insólito aún, de la forma como se culpa directamente al FBI del asesinato del presidente Kennedy.
Pero quizás donde radica el aspecto más dramático de la serie es en las personas que realizan estos trabajos, aplastadas sicológicamente por una esquizofrenia proveniente de la sensación de que sus vidas están hipotecadas a las prioridades de Estado, y de que su sentencia de muerte puede ser dictada en cualquier momento por su propio jefe o por su mejor amigo.
¿Cómo interpretar entonces el hecho de que, según revelaciones del propietario de la serie a una reportera de SEMANA, el ejército colombiano le haya solicitado los 20 capítulos que la conforman para utilizarla como material didáctico de los altos mandos militares?

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