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Ya veremos

“América para los americanos” es la sentencia que hizo el presidente de los Estados Unidos James Monroe en su discurso ante el Congreso sobre el Estado de la Unión, en 1823. Europa era entonces el principal enemigo de los Estados Unidos, que amenazaba quedarse con el mercado latinoamericano al terminar el periplo independentista.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
18 de febrero de 2019

“América para los americanos” dejó claro que, del río Bravo para abajo, Latinoamérica carga con el destino de ser el escudo protector de los intereses comerciales de los Estados Unidos.

Circulando en esa órbita nos han pasado ya dos siglos. Muchos presidentes han gobernado aquí y allá, pero las relaciones bilaterales de Colombia con los Estados se pueden resumir en un rango que va de la sumisión a la genuflexión, sin pasar jamás por la desobediencia. Y en esta historia común, a la potencia nunca le ha faltado un enemigo en contra del cual alinearnos. Si en el siglo pasado fue el comunismo, en este el que amenaza los intereses de Estados Unidos en su patio trasero se llama China. El gigante asiático está poniendo el más estratégico mojón en estas tierras por la vía de oxigenar a Maduro a cambio de petróleo. En una década, en transacciones rastreables, China ha girado más de 50.000 millones de dólares a Venezuela y ha ido comprando las acciones de las petroleras que ha podido. El mayor comprador de petróleo venezolano sigue siendo hoy los Estados Unidos, luego ¿le va a interesar a nuestra potencia continental depender del petróleo que le suministre su mayor enemigo comercial?

Obvio, no. Y menos, en tiempos del impredecible y desmadrado Donald Trump en la Casa Blanca, que está moviendo fichas diplomáticas de frente y bélicas por detrás, aupado por el amigable presidente que para su suerte encontró en Colombia, el país situado en la mejor esquina del mapa de la crisis que a toda costa él necesita resolver, las reservas petroleras de Venezuela que puede perder en una jugada de China.

Es absolutamente cierto que esta siniestra jugada de la geopolítica está produciendo un desastre humanitario de enormes dimensiones. La gente venezolana atraviesa por las desgracias que ningún pueblo tendría que soportar en el planeta, y su éxodo ya ocupa un lugar en la infame historia de las olas migratorias. Pero la atención humanitaria para el famélico pueblo venezolano es en este momento la punta de lanza de la agresiva estrategia desplegada por los Estados Unidos para tumbar de una vez por todas el régimen de Maduro, una apuesta con la que el presidente Duque se muestra muy contento, y confiado.

Ante la amenaza de entrar ayuda humanitaria gringa a su país, Maduro desplegó ejército a la frontera y atravesó carrotanques “La Tiendita” para no permitir que esta arremetida entre a su territorio; si pudiera, bloquearía también los ecos del concierto en la frontera “Venezuela Aid Live” del 22 de febrero, el día anterior a la fecha que el autoproclamado Guaidó anunció como el Día D para la entrada, nadie entiende cómo, de la ayuda humanitaria acopiada en la frontera colombiana.

Es muy diciente que la Cruz Roja Internacional, que es la máxima entidad mundial en materia de atención humanitaria, no apoye esta misión en cumplimiento de su carácter misional: ser neutral. Tomar parte en esta peligrosa incursión músico-bélico-diplomática claramente la ubicaría en uno de los bandos. Pero poco le importa a Trump no contar con este aval, y por ahí de paso, tampoco le importa al gobierno colombiano que tiene desplegada una enorme operación de acopio y logística en este lado de la frontera, a cargo de la Unidad de Gestión del Riesgo.

Y mientras enfrente la tropa venezolana se forma y grita consignas de patria o muerte, en Washington se cumplió el rito de todos los presidentes colombianos de todas las épocas, con la misma alfombra roja de todas las primeras damas y los apretones de manos en la sala de prensa de la Casa Blanca. “Ya veremos”, dijo Trump cuando le preguntaron, en rueda de prensa sentado al lado de Duque, por la posibilidad de mandar marines a Colombia para que apunten a Venezuela. Un “ya veremos” que no descarta ninguna opción, y que va en sintonía con la amenazante anotación del Consejero de Seguridad Bolton en la libreta amarilla hace unos días, “5.000 militares a Colombia”.  

No pequemos de ingenuos creyendo que toda esta peligrosa operación ‘humanitaria’ tiene como único fin salvarle la vida a los hermanos venezolanos. No es tan simple, aunque sea cierto. La razón por la cual aún no han muerto de hambre en Venezuela está escrita en chino, y esto nos sitúa, como vecinos, en altísimo riesgo de entrar en una sinsalida bélica. “Ya veremos”, dijo Trump, y Duque calladito al lado. “Ya veremos”.

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