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Germán, el sobreviviente

No es exagerado decir que hoy la suerte del uribismo depende en gran medida de lo que pase con Germán Vargas Lleras

Semana
23 de diciembre de 2002

A German Vargas no le iban a volar tres dedos de la mano. Lo iban a matar. Por segunda vez en el mismo año salvó su vida, la primera porque el revolcón de una ola lo dejó respirando y esta vez porque sólo explotaron 40 de los 70 gramos de pólvora blanca que le enviaron camuflada en la agenda-bomba.

Eso no tiene sino la explicación que dan las abuelitas para casos como este: que Dios lo tiene reservado para cosas muy grandes.

En un prólogo que recientemente escribí para su libro Las cuentas claras dije que Germán Vargas es un político al que no le da pena hacer política. Pocos como él tienen su capacidad de entender y vivir la política, pero al mismo tiempo de medírsele a los temas de Estado con su valentía y su profundidad.

Vanidoso, para muchos antipático y para otros demasiado "sobradito", en varias ocasiones ha sido malinterpretado, como cuando fue acusado de oportunista por adherir a la candidatura de Alvaro Uribe. Eso, en realidad, fue una mezcla de coraje, audacia y de convicción, que son las marcas más importantes de la carrera política de Germán Vargas. Coraje para tomar una decisión susceptible de tantas interpretaciones. Audacia de desafiar al oficialismo liberal, en el que se matriculó cuando mataron a Galán. Convicción de que Uribe era el presidente que necesitaba el momento del país.

Y francamente, no sé que habría sido del uribismo en el Congreso si Germán no hubiera asumido su liderazgo, que el presidente del Senado, Luis Alfredo Ramos, dejó botado por falta de lo que Germán tiene de sobra: una profunda convicción.

Hoy se puede decir que Germán se ha convertido sin duda en el representante más caracterizado del uribismo en el Congreso. Y si es que de verdad el uribismo tiene alguna proyección a futuro desagregado del oficialismo liberal, Germán está en primera línea. Es el referente más cercano que hay en el Congreso de lo que Uribe representa. Ni siquiera Enrique Peñalosa está tan jugado con las banderas de Uribe como Germán. Y en cuanto al ministro Fernando Londoño, general de Uribe, muy seguramente será candidato presidencial pero no a nombre del uribismo.

En toda la vida política de Germán Vargas hay una constante: su trayectoria como reivindicador de la política, que inauguró al lado de Juan Lozano cuando a los 19 años se lanzaron de concejales de Bojacá, donde incluso les tocaba hacer levantamientos de cadáveres a la madrugada en el botadero de Mondoñedo por falta de una autoridad competente.

En ese sentido su carrera política ha sido como lo era en el pasado la de los pro-hombres: desde bien abajo. Joven, limpio, brillante, no ha habido un solo proyecto de ley complicado, peligroso o trascendental para la suerte del país en el que Germán no haya tenido que ver o como autor o como ponente. Se ha jugado varias veces la vida sin ningún aspaviento y jamás se ha quedado callado por protegerla.

Todavía está fresco en la memoria de la opinión el valiente debate en el que denunció los abusos de las Farc en la zona de distensión. Más recientemente sorprendió la decisión con la que se levantó a exigirles a las autoridades que intentaran el rescate del obispo de Zipaquirá, lo que le mereció fuertes interpelaciones de colegas menos convencidos del operativo.

Pero por más audacia y convicciones que lo caracterizan, Germán no sería quién es en la política si no supiera hacer lo que sólo dos personas más que yo conozca, el ex presidente Gaviria y el propio presidente Uribe, saben hacer en forma magistral: el manejo de la manzanilla. Los tres saben trajinarla sin untarse. Y a ninguno de los tres se le nota la experiencia.

Aunque en el Congreso hay otros brillantes expositores del pensamiento de Uribe, como Rafael Pardo y Gina Parodi, no es exagerado decir que hoy la suerte del uribismo depende en gran parte de lo que pase con Germán. Su llave con el Presidente es definitiva y seguirá siéndolo para el transcurso de este gobierno.

Por todo eso para mí, en el futuro de este doble sobreviviente aparece muy claramente escrita la frase de las abuelitas. Si no lo esperan cosas muy grandes, nada de lo que ha pasado tiene una explicación.

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